martes, 30 de agosto de 2011

Los nadie

Anoche estuve en un lugar roto por la guerra.
Donde la vida valía poco y la muerte nada.
Estaba parado en el medio de una calle larga y vacía.
A mis costados se levantaban edificios, con paredes descascaradas y algunas casas que alguna vez fueron un lugar agradable y que ahora no quedaba más que el contorno.
De pronto la imagen saltó, miré a mi alrededor y  ahora a mi lado había un grupo de niños con sus padres.
Sentí una sensación de familiaridad.
Uno de los hombres sostenía un niño en brazos que tendría unos seis años y parecía dormido en su hombro.
Ellos no me hablaban pero sus caras si.
Sus rostros dejaban ver mucho cansancio pero sobre todo tristeza.
Cansancio y una tristeza tan intensa que hace que uno se mantenga en pie con el máximo esfuerzo para no caer desparramado en el suelo.
No pedían nada, simplemente miraban.
Los mire pero me di cuenta que no podía ayudarlos.
Comencé a sentir un poco lo que sus caras decían.
Primero sentí una incontrolable rabia subiéndome por el pecho que se fue convirtiendo en amargura, para luego transformarse simplemente en impotencia y el sentimiento murió hecho un nudo en mi garganta.
Había cuatro niños que estaban corriendo en círculos y jugando algún tipo de juego que no logré comprender del todo.
La ingenuidad que esparcían por el lugar el mundo que construian en su circulo me provocó una sonrisa apenas visible dejando entrever muy escasamente mis dientes, como si algo me impidiera reír.
Comencé a sentir el ruido de un motor, levanté  la vista, por la calle larga venían tres camiones verdes.
Cuando una de las mujeres vio lo que yo veía tomo a uno de los niños que corría en círculos en brazos y comenzó a correr ahora ella tambien.
Dos de los padres copiaron sus movimientos desintegrando, ahora si, totalmente el juego y ordenando a los otros niños que los siguieran, o al menos eso creí entender.
Ahora corríamos todos, pero ya nadie reía, nos dirigimos hacia uno de los edificios que se encontraba sobre la esquina de la calle.
Podía ver las espaldas de de las mujeres, hombres y niños alejándose, comencé a escuchar ruidos de disparos detrás nuestro y cómo con cada sonido un puñado de tierra le respondía levantándose hecho polvo a nuestro lado.
Mi cerebro comenzó a nublarse a inquietarse producto del desconcierto y trasladó la desesperación a mi corazón, que ahora golpeaba mi pecho con tanta fuerza que lo confundía con el sonido de los disparos.
Estábamos a unos 10 metros del edificio cuando en la esquina aparecio otro camion impidiéndonos el paso.
Dejamos de correr, al dar la vuelta comprobé que estábamos rodeados.
De los camiones bajaron rápidamente unos soldados, cada uno tenia un arma en sus manos que apuntaba hacia nosotros.
Se notaba claramente que eran mas jóvenes que los padres y madres que corrían conmigo y que ahora gritaban desesperados tratando de hacerse entender.
Uno de los soldados, que no tenía más de 24 años, se lo veía disfrutar de la situación, agitaba su arma y gritaba escupiendo en cada grito.
Tomó a uno de los hombres de los pelos y lo obligó a arrodillarse delante nuestro, mientras maldecia en su oído no se que cosa.
Cuando terminó de gritar dio vuelta el arma, lo golpeó fuertemente en la cabeza con la culata y lo dejo escupiendo sangre con la cara partida en el suelo. El  niño, que no hacia mucho dormía sobre su hombro, corrió para alcanzarlo, fue ahí cuando comenzaron a disparar.
Cada ruido de cada arma se correspondía con un agujero que les atravesaba el cuerpo, robándoles la vida.
Comprendí que iba a morir y sentí un miedo muy intenso, sabia que era cuestión de segundos para que una de las balas me alcanzara,  respire muy hondo encogiendo el abdomen y esperando el dolor.
Pensaba en quien era y trataba de distinguir si seguía con vida o estaba empezando a experimentar la muerte.  El ruido de los disparos continuó hasta que el único que seguía en pie, con la espalda contra una pared que me sostenía, era yo.
Despues de unos minutos dejaron de disparar, se acercaron y comprobaron que ninguno de los cuerpos tendidos en el piso respirara, dieron media vuelta, se subieron al camión y se fueron como si yo no existiera.
Los pies me fallaron, caí al suelo deslizando la espalda sobre la pared que aún me sostenía, quedé sentado con las piernas arrolladas y pegadas al pecho, los brazos cursados sobre mis rodillas y la frente apoyada sobre ellos con la vista perdida en el suelo. Cerré los ojos todavía muy aturdido y las lágrimas brotaron inevitablemente.
Lloraba cada vez mas fuerte y sentía una angustia insoportable,
acompañada de la imaginación que me mostraba  la noticia perdida en algún rincón de algún diario o contada por algún informativista mientras un dedo cambiaba de canal y una mano daba vuelta la página para llegar a la seccion de deportes... desperté.
Al segundo parpadeo de mis ojos ya tenia plena conciencia de que había estado soñando, pero no logré sentir la sensación de alivio que le produce a uno comprobar que lo sucedido no es real.



                                                                                                                        Nano



                                                                             

5 comentarios:

  1. tiene muy buenos momentos nano. "Mi cerebro comenzó a nublarse e inquietarse producto del desconcierto y trasladó la desesperación a mi corazón, que ahora golpeaba mi pecho con tanta fuerza que confundía con el sonido de los disparos." este es uno de ellos.

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