viernes, 17 de abril de 2015

La estufa el fuego y la madera.





Era una noche fría bien fría de esas de Paysandú en invierno.
Estábamos apoyados en la chapa de la estufa cuando mis padres se fueron, que no demoraban dijeron antes de que la puerta se cerrara.
Desde que era muy chico sentía una capacidad especial para percibir las reacciones que volaban en el ambiente.
Ese día pude sentirlo todo.
Hacía más o menos una semana mi madre se había hecho unos estudios de rutina, esa tarde sonó el teléfono, yo sesteaba en el sillón y escuche que ella decía que cuando mi padre llegara irían a verlo.
Pasaron dos horas o menos desde que se habían ido, yo miraba la tele con mi hermana y miraba el reloj.
Después de un rato, sentí que los perros ladraban, corrí la cortina y me quede mirando por la ventana el auto detenido en la puerta de mi casa, con las luces apagadas y los cuerpos inmóviles dentro, perdidos entre la niebla.
Los tres formábamos parte de una misma imagen a la distancia, ellos  no queriendo entrar nunca y yo que ya entendía todo lo que se podía entender, deseaba a la distancia que nunca se abrieran las puertas de ese auto, que no llegara la verdad, el tiempo o la vida.
Espere con la vista fija y la mente en blanco, cuando las puertas se abrieron me aleje, me puse a acomodar el fuego en la estufa, intentando convertirme en un hombre en esos minutos que nos separaban.
Primero entro mi madre, yo deje de hacer lo que invente estar haciendo y la mire directo a los ojos.
Negro -me acuerdo que me dijo- hizo una mueca de dolor y giro esquivándome la mirada mientras colgaba la cartera en la silla, mi padre entraba atrás con una pila de leña en los brazos que dejo caer en el cajón, provocando un estruendo que me retumbo adentro.
Mi hermana era una niña, comprobé con ternura y alivio que no entendía.
Y si pedimos una pizza –dijo con el entusiasmo- y la risita de una niña alegre, yo la mire con ganas de abrazarla de envolverla entre los brazos protegiéndola de todo.
Sentí que esta noche no era necesario hacer preguntas, pensar en mañana, le pedí a mi cabeza que me concediera eso al menos por hoy.
Cuando todos se fueron a dormir me quede con mama al lado del fuego que se sacudía buscando una madera de donde aferrarse para no morir, desde la tele sonaba facundo Cabral, me acuerdo que le agarre fuerte la mano como si yo fuera la madera y ella el fuego mientras escuchábamos.


                                                                                        

                                                                                                                                         


1 comentario:

  1. esto me deja sin palabras, es un placer ver un texto en el toman, me emociona mucho!
    el texto es bello, sale de las tripas mismas de quien lo escribe. nos muestra a alguien desnudo, abierto, atravezado por el torrente libertario de la literatura
    en hora buena!
    gracias por esto!

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