martes, 24 de julio de 2012

La valija del abuelo I.


  
  Esta valija era de mi abuelo.
  Un día llegó a casa, se la mandaban a papá desde Manaos, Brasil.
  Viajó kilómetros para llegar hasta casa, pasó por las manos de mi abuelo, por las manos de algún indio, entre las patas de algún animal salvaje, por las manos de un campesino, por las manos de un anticuario, por las manos de algún funcionario de correo (uno brasilero y otro uruguayo) y después llegó hasta las manos de papá.
  El remitente era un tal Pedro Ramaes, en la carta que acompañaba la valija nos contaba que era un anticuario. Que un campesino le había vendido la valija y las cosas que había allí dentro por unos pocos reales. Una verdadera ganga. Investigando el equipaje pudo dar con el nombre del abuelo y mediante una carta que éste había escrito y había guardado en la valija, pudo dar con la dirección de nuestra casa. Creyó conveniente enviar la valija a quién verdaderamente pertenecía.
  El día que llegó papá no nos contó nada, pero lo vi más triste que de costumbre.
Poco sabría sobre el abuelo Carlos si fuera por papá que sólo me había dicho que era fotoperiodista y camarógrafo. Papá no hablaba mucho de él. Yo nunca lo conocí, para cuando yo nací, él ya estaba desaparecido… no sé sabía si muerto o no. Las cosas que supe de él las supe por mamá… papá, cuando le preguntaba sobre su padre, se ponía tosco y huraño y huía a las preguntas, no decía mucha cosa.
Mamá me contó que se habían peleado y que nunca más se volvieron a hablar, pero que el abuelo le mandaba cartas, fotos y algunas películas de sus viajes. Por eso se pelearon, porque el abuelo era un hombre inquieto, curioso… un solo lugar no le bastaba, él quería conocer el mundo entero. Conoció Europa, Asia y África… recorrió toda América… finalmente llegó a Brasil y ahí encontró su fin o quiso desaparecer. No se sabe.
  Papá al principio leía sus cartas pero después fue como que desistió en la idea de tener un padre. Es que nunca lo sintió como tal, su papá siempre fue alguien que estaba de paso en su casa. Era como un invitado, un huésped temporal, pocas veces hizo de papá.
Si fuera por papá las cartas del abuelo hubieran terminado en la basura, pero desde que era chico mamá me las leyó. Yo escuchaba fascinado cada palabra de aventura del abuelo y miraba como hechizado las fotos y películas que mandaba. El abuelo era mi héroe, en la escuela siempre que había que escribir sobre alguien o inventar un cuento… hablaba sobre él. Quería ser como él, creo que soy un poco como él. Lo siento en el cosquilleo intermitente que me mantiene inquieto, con la necesidad de moverme de un lugar a otro.
  Cuando aprendí a leer y a escribir empecé a contestar las cartas del abuelo. Igual hasta de grande seguía escuchando el relato de sus viajes en boca de mamá, me había acostumbrado a su voz narradora.
  Contestaba todas sus cartas, no todas llegaron a destino, era difícil localizar al abuelo, se movía mucho y muy seguido. Supe que algunas le llegaban porque pronto sus cartas empezaron a estar dedicadas y dirigidas a mí… “A Nahuelito”. El abuelo era un tipo terco e insistente, como mi padre. Aunque las cartas estuvieran dirigidas a mí… siempre terminaban con un “decíle a tu papá que lo quiero mucho… que me perdone… mándale un beso grande a él y a la divina de tu mamá”. Ni bien terminaba de leer esto, corría hacia el taller de papá y le mostraba lo escrito. Él nunca me prestaba atención y seguía trabajando, serruchando madera. A lo mucho me chistaba y me decía que no lo moleste.
  Con el abuelo mantuvimos la correspondencia durante algunos años, desde los 6 hasta los 10. Por medio de esas cartas lo llegué a conocer de verdad, supe que admiraba a Robert Frank y a Louis Armstrong, supe que amaba a las mujeres por sobre todas las cosas (siempre me hablaba de una diferente), supe que tenía la piel sensible y se quemaba seguido (por eso siempre en las fotos salía con su característico sombrero), supe que era feliz viajando y conociendo gente (gente que conocía yo también porque siempre me contaba de un amigo nuevo), supe envidiar su vida aventurera… pero tampoco quería decepcionar a papá. Supe odiar al abuelo y dejar de contestar sus cartas. Supe aprender el oficio de papá, dejar de estudiar lo que me gustaba: antropología y dedicarme de lleno a la carpintería. Supe dejar de ver al abuelo como alguien a quien admirar y empecé a verlo como lo veía papá: como un viejo loco que nunca maduró.
  En el 98’ recibí la última carta del abuelo, hacía 3 años que no contestaba sus cartas, igual él perseveraba y me seguía escribiendo. Venía dentro de la valija, junto a sus otras pertenencias: su cámara súper 8 junto al proyector, algunos rollos de películas, su vieja leika, su diario de anotaciones, su sombrero y unas cuantas fotos viejas.
  En ella, su última carta, contaba que hacía un mes se encontraba conviviendo con los Uru Eus, una tribu del amazonas. Decía que se estaba muy bien ahí… con esos hombres desprovistos de civilización, con esos seres en armonía con la naturaleza… por las cosas que decía se lo notaba cómodo en ese lugar… eso fue lo último que supe de él. Engrampada al papel venía la que sospecho fue la última foto que se sacó. En ella estaba junto a su amigo Tari, el jefe de la tribu.
  Hoy, ordenando un rincón del taller encontré la valija. Todo en ella está intacto, me acuerdo que después de leer aquella carta, puse fin a su ausencia, a su existencia toda. Me olvidé del abuelo y seguí con mi vida. Ahora su memoria me atrapa de nuevo. La valija está como estaba hace 14 años. Tomo la carta y la ojeo de nuevo. Miro la foto del abuelo y Tari. Saco su sombrero, lo limpió de polvo y me lo calzo en la cabeza, ahora cabe en ella y a la perfección.
  Algo se quiebra dentro mío, la ilusión aparente de que todo está bien. La figura del abuelo siempre funcionó así, como recordatorio de que la rutina, la costumbre y la quietud arruinan al hombre. El recuerdo del abuelo me atraviesa de lado a lado, calza hondo en mi interior. Todo lo que creía seguro se desvanece en un instante. ¿Esta es la vida que quiero? Seguir los pasos de mi padre… y terminar amargado y abatido como él ¿Dónde quedó mi sed de aventuras? Hace mucho que no río y no me divierto, casi no veo a mis amigos. ¿Con Carolina estoy bien? ¿Qué es estar “bien” si se puede estar mejor? ¿Por qué justo hoy encuentro esta valija? ¿Significará algo?
  Desempolvo el proyector y los rollos. Descuelgo el pizarrón de tareas de la pared, dejándola desnuda, limpia. Sorprendentemente el proyector anda. Veo las películas de mi abuelo. Imágenes de la selva, de hombres de otro tiempo, de sus sonrisas y gestos puros, alejados de toda pose civilizada.
  ¿Esto es lo que quiero ser? Un ser angustiado… necesito algo más, necesito aire, siento que me ahogo entre el polvo y el aserrín de este viejo taller en ruinas. Esto es mi padre, no soy yo. Yo soy en parte el abuelo. Mamá me entendería. Tengo que hablar con ella, decirle que me quiero ir. Adónde, no sé. A Brasil, al abuelo, a su huella. A mi nariz de indio, siento que entre ellos me entenderían. Mañana me voy, ni un día más, está decidido.
Elugo

6 comentarios:

  1. Me gusta la historia Elugo...espero pronto el II

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  2. me gustò mucho la historia, hoy ando sensible.
    a veces me pregunto acerca de los abuelos que màs quise.
    cuales habràn sido sus aventuras y sus deseos profundos,
    cuàl su sentido para mi.
    porque a veces uno no quiere verse repitiendo la historia de los padres,uno se aleja para buscar nuevos horizontes,
    y en ese alejamiento etsà la intensiòn incambiable de renovaciòn y frescura.
    me parece una hermosa historia.( ojalà encontrara yo en mi familia alguna valija asì).
    GRACIAS

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  3. me gusto la historia, y más tu regreso a las canchas, que lindo lo veo al toman. parece una tontería pero me emociona, vamo arriba elugo, vamoo!!!!
    salud

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  4. Qué grande Elugo! Me encanta como viene. Abrazo!

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  5. Elugo hoy te siento en el toman de nuevo. Que linda historia llena de emociones. No espero el II pero si llega lo voy a festejar.

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  6. Opa no habia visto que el titulo decia " la valija del abuelo I" ahora si espero el II ¿que nos tendras para nosotros?

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