martes, 30 de abril de 2013

Se levanta


pinta el cielo la gota
pinta el alma y rebota
cae
se sucede
pasa
se levanta

mira el cielo la rota
mira el alma y entona
canta
se arrodilla
reza
se levanta

pisa el cielo la bota
pisa el alma y la azota
duele
se estremece
sufre
se levanta

rima el cielo la nota
rima el alma y brota
cae
se sucede
sufre
se levanta

                      Elugo

lunes, 29 de abril de 2013

Animales

Mucho ruido, mucha gente, cada una en sí misma. Pero la observo, esta persona que llama mi atención no por grande o pequeña, ni por bella o desagradable; no. Es algo más, una conexión que desconozco, una atracción de cada célula, cada fibra que me compone. También me observa, ambos sabemos. El aire se condensa, mi respiración se pone espesa y el tiempo... el tiempo desaparece. Es el deseo que flota entre nosotros llenando nuestras vidas con la voluntad de tener algo. Ahora. Pero con un pestañeo vuelvo a la realidad, sólo trabas, preocupaciones, conflictos. Esta persona también los conoce, pero, por un instante lo olvidamos, dejamos de ser humanos e, inmersos en la oscuridad absoluta donde los colores y siluetas desaparecen, nos entregamos cuerpo a cuerpo. Se fusionan nuestras almas en un mismo ser retornando a lo que siempre fuimos y no dejaremos de ser. Encuentro divino de dos energías, dos universos que confluyen. Ahora que lo alcanzamos esta sensación se desvanece, ya lo superamos. Se siente la sangre corriendo caliente por nuestras entrañas. Nos despertamos de a poco y, sin querer, volvemos a ser seres racionales. Chocamos las manos y nos vamos, cada uno sigue su camino, antes de que todo se vuelva extraño.

                                                                             Mariana

sábado, 27 de abril de 2013

soledad

díganme qué pretenden
¿que me abrace a mi misma?
no hay nadie al otro lado
nadie pretende nada
¡díganme! ¿qué pretenden?
¡díganme qué pretenden!
nadie pretende nadie nadie pretende nada
y vos no te das cuenta y no hay poema
no hay poema si vos no te das cuenta

La Gata Flora

viernes, 26 de abril de 2013

rosa

¿Qué tipo
de sentimiento
es
la humillación?
¿Qué tipo
de persona
el humillado?
Erdosain era un humillado,
Fedor Pavlovich lo era,
y algún personaje de Onetti
que prefiero
olvidar
También
la humillación es
hermosa
si se le concede
la
complejidad
que
merece
Quizás
ayude
la convicción,
que la pureza
sea
en
alguna parte
la máxima
perversión
y
viceversa
o
algún
otro
misticismo
ya
olvidado
Si
no
¿Por qué
me emperro
en repasar
el recuerdo
como a
la cáscara
de
una herida?
¿Por qué el placer
de volver
y sentir
cómo se respira mierda
cómo crecen
rosas?

                                      Seoane


jueves, 25 de abril de 2013

La cita IV



 Después de un día bastante aburrido y gris Osvaldo noto que un extraño sentimiento se apoderaba de el. Era algo nuevo, una emoción que no había sentido antes, era intensa y muy poco grata, más bien nada. Quería sacudirse, así como los perros cuando salen del agua, y con ello sacar todo eso que lo aquejaba, todo ese lío que el solo estaba tejiendo a partir del asunto del dolor de riñones.
Fue en el preciso momento que se servia un baso de agua que entendió que le pasaba, se sentía solo. Si bien quiso convencerse que era tan solo un pensamiento más, de eso que pueden ir y venir, esos que tanto lo molestaron en su juventud, no pudo lograrlo. Esto era algo real, o tan real como una emoción puede ser. Estaba muy claro, era miércoles y el estaba en su casa, cenando una pasta aburrida con gusto a cartón. Los miércoles solían juntarse en casa de Juan, tomar un vino, cocinar rico y si ameritaba la ocasión salir a pegar un vueltazo. El tomar conciencia de su situación poco lo tranquilizo, más bien fue como un yunque a su autoestima.
Lento, torpe, en una nube de ideas y pensamientos que no lograba ordenar decidió escribirles a sus amigos. La respuesta fue un calco a su llamado, un grito de ahogado en busca de algo que lo sacara de su letargo, ese miércoles nadie hacia nada.
Una vez en su cama el sueño no llegaba, volvía sobre el tema de la cita, del bar, de la medicación y de su problema congénito en los riñones. Se dio cuenta que no estaba haciendo más que sostener un libro en sus mano y seguirlo con algún sentido, porque no tenia idea que le había contado Fontana Rosa en al menos 10 paginas. Dejo el libro y trato de organizar esa maraña de ideas, ya no podía seguir escapando, era un hombre adulto, “al toro por la guampas” como solía leer de adolescente en una pared lindera a su liceo. 

Si Osvaldo estaba triste, solo y enfermo, poco parecía darse cuenta su padre. Este se aprestaba a recibir invitados, como todos los miércoles, a jugar unas partidas de póker. En algún pasado no lejano, o talvez en una ocasión especial, podía acompañar el ritual alguna prostituta. A su padre si le interesaba pagar por sexo, y mucho más en sus días de cartas, que trataban de reflejar esa suntuosidad asociada a la timba, ese machismo tan bien pulido y conservado por generaciones enteras.
Esa noche el señor Alberto tomo bastante. No lo noto hasta que en una ida al baño tubo que agarrarse fuerte, del lavador, porque sus piernas amagaron a vencer. No solían sucederle esas cosas, era un tipo que sabia tomar. Tenia la sana costumbre de tener dos vasos, uno con su aperitivo y el otro con agua o rara vez refresco, y si así era tomaba algo relacionado con los cítricos. “La sed con agua” era una de sus reglas de oro, y mal no le funcionaba, solía ser de esos hombres que en todas las ocasiones esta unas copas más atrás que el resto. Esta virtud le había valido algún que otro buen negocio, además de la suerte de muchas mujeres.
Cuando todos se fueron Alberto noto que no todo estaba en su correcto orden, algo lo inquietaba. No era un tipo de pensar mucho las cosas, por lo menos aquellas que se relacionan a las emociones, más bien era de la vieja escuela, esos que prefieren sufrir y callar. Pero esta noche era su corazón quien le hablaba. Si bien nunca lo noto, si supo que no era el alcohol y que tenia que ver con su hijo. “Claro, este pelotudo no a de estar tomando la medicación”, la ansiedad cedió y se transformo en tristeza. Alberto quería mucho a Osvaldo.

                                                                                                   tito

martes, 23 de abril de 2013

LA SOMBRA (Primera Parte)



Siempre me llamó la atención que un edificio tan importante tenga una entrada que si no se presta atención puede pasar desapercibida. Como todas las de esa cuadra, la construcción tiene tres pisos y su disposición tripartita es fácilmente distinguible desde la calle. Aberturas rectangulares en planta baja, ventanas con un arco curvo en el primer piso y balcón en el último; todas con sus respectivos postigos de madera. Exactamente en el medio y apenas retranqueada del resto de la fachada se ubica la entrada principal. La puerta es de madera oscura con delicadas molduras en las esquinas superiores y está sostenida por cuatro enormes bisagras negras. Su desproporcionado espesor —cinco o seis pulgadas, sin exagerar— hace que cada una de las hojas pese más de doscientos kilos, por lo que si el día es ventoso, se necesitan al menos dos personas para poder maniobrarla. Visto desde la calle, el edificio puede resultar, si no se tiene en cuenta el estado de conservación y la exactitud de su geometría, un tanto parco.
Al final del pequeño pasillo de acceso, a escasos metros de la primera, está la segunda puerta; un rectángulo de madera que sirve de marco para un grueso vidrio que va de piso a techo. A media altura, dos barras de bronce —las cuales se usan para empujar— cruzan horizontalmente cada una de las hojas. Una vez atravesada esta segunda puerta, el ruido de la calle se disipa por completo y solo se escuchan los sonidos propios del edificio. Frente a la entrada está el primer tramo de la escalera de mármol que es precedido por un pequeño espacio que sirve como hall. Alto como el edificio, el lugar es iluminado por un tragaluz que ocupa todo el techo. Después de esos primeros quince escalones hay un amplio descanso de donde salen, en dirección opuesta al primero, dos nuevos tramos de escalera. En cada piso se desemboca en un vestíbulo que recorre el perímetro de las escaleras como si fuera un balcón continuo. En cada uno de sus lados hay cuatro puertas y en las esquinas aparecen sendos pasillos.  Al igual que en el apretado hall y en el descanso de la escalera, el piso es de mármol está dispuesto en cuadrados blancos y negros colocados en forma ortogonal. En medio de cada tramo del vestíbulo, cuatro sillones individuales de cuero negro y una pequeña mesa con algunos periódicos esperan alguna espera.
Una puerta se abre y un instante después se cierra. Un taconeo de algunos segundos altera el silencio del vestíbulo hasta que nuevamente una puerta se abre y se cierra de inmediato sin dejar escapar ningún otro ruido. La sensación es un tanto ambigua; la luz que viene de encima, el silencio y el mármol dan cierta paz y el ambiente parece calmo, sin embargo, es esa misma frialdad la que muchas veces inquieta.  
Entré a la recepción mientras me desabrochaba el abrigo intentando aliviar el sofocón de haber subido las escaleras casi corriendo. Sentada en su escritorio, la secretaria conversaba con otra mujer. Al notar mi presencia la mujer que estaba de pie se despidió y caminó hacia la puerta. Algo sorprendido por su atractivo, la quedé mirando por un instante. Vestía una falda ajustada y una camisa blanca que con elegancia marcaban sus generosas curvas. Caminamos en sentidos opuestos y cuando nos cruzamos en medio de la recepción ella me sonrió con amabilidad mientras se acomodaba el pelo.
—Buen día —dije todavía envuelto por el perfume que la mujer había dejado flotando en el aire.
—Buen día señor Sanecasse —respondió la secretaria desde el otro lado de la habitación. Qué bueno que llegó, el doctor lo está esperando hace un buen rato, ha preguntado por usted durante toda la mañana.
—Si, lo sé. Fue una mañana complicada ¿Tiene idea de que se trata?
—Señor Sanecasse, usted sabe que si yo lo supiera, tampoco se lo diría.
—Entiendo, ¿puedo pasar?
—Por supuesto, sólo déjeme anunciarlo.
La mujer descolgó un teléfono, marcó un número, esperó un instante, murmuró algo y volvió a colgar.
—¿Quiere dejar eso aquí?
           —Si, le agradezco —respondí mientras le entregaba mi abrigo.
           —¿Va a querer un café?
           —No, muchas gracias.
           Atravesé un pasillo precedido por la secretaria. Al llegar al final abrió la puerta de la oficina principal y con un sutil ademán me indicó que entrara. La habitación era muy amplia. La luz que se metía por las dos enormes ventanas era sosegada por cortinas de tela traslúcida. Las paredes estaban enteramente revestidas en madera y en dos de sus lados había estanterías repletas de libros —con los lomos— todos iguales; esos que parecen para decorar y no para leer. Cuando escuchó que la puerta se abría, el doctor Kollmann, que estaba mirando por la ventana, giró y miró hacia la entrada.
—¡Miguel!, ahí está usted.
—¿Como le va doctor? —respondí inmediatamente.
—Ya te dije que me llames Enrique —me aclaró mientras se acercaba estirando el brazo para estrecharme la mano.

sábado, 20 de abril de 2013

INVISIBLE

me guardo una mujer que es capaz de manchar la pared
que suena fuerte y mira
mira y mira

me guardo una mujer como bella durmiente
su cuarto no es cortinas ni esterillas
ni ruecas ni vitrós
es un viejo taller de costura en un barrio inmigrante
donde una abuela viuda dice no a nuevos ofrecimientos
aún con cuatro hijos

una mujer caliente, pesada
los pozos de la piel olvidados
una hoja roja, rosa mojada en gotas de rocío lloviendo en el parquet
capaz de acariciar sin miedo
de abrirse hasta visiones mágicas
como una bailarina en cajita de música
tiesa y maravillosa

mirala está a la vista ahí está yo quisiera
pero decís que es tarde
la doblo en varias capas como a un pañuelo
y la guardo otra vez

la gata flora

jueves, 18 de abril de 2013

La Cita III

Una vez fuera de la consulta, receta en mano el padre lo forzó a ir a la farmacia a comprar el medicamento. Tenía una infección en los riñones. Era muy común en los Garcilazo, a partir de la década y media comenzaba ese mal congénito, que por generaciones sacudía este apellido. El seguía sin entender como la doctora podía saber eso, no exteriorizo sus dudas, solo quería comprar el remedio e irse a su casa.
Su padre tenia otros planes, luego de visitar la farmacia lo llevo a un barcito, el cual oficiaba de oficina personal. El mozo, un señor alto, pelado, canoso y con un bigote espeso y bien cuidado, se arrimo. Saludo con una gran confianza, hubo risas, abrazo y palmadas en la espalda. Se retiro para volver con una picadita liviana: chorizo seco, queso, maní, un poco de jamón y unas tostadas. Como ya sabia que tomaba el señor Alberto solo se dirigió a Osvaldo.
-¿Que va a tomar amigo?
Osvaldo, que para ese momento era un mar de contradicciones, no lo dudo.
-Una cerveza- dijo con vos firme.
Pero su padre, levantando la mano izquierda, con la palma entera abierta y sus dedos mirando al cielo, fue la vos del juicio, de la responsabilidad.
-El amigo esta jodido de los riñones, mejor me le traes un refresco cola.
Estas palabras calaron hondo en su corazón, fueron como disparos certeros, puñales fríos que rasgaban todo lo hermoso que en el habitaba. Era un desafío a su esencia, a su adultez, a su independencia, a el mismo. Experimento una fuerte corazonada, de esas que tanto rédito le avían dado en su vida, con mujeres, con amigos, con problemas y estudio. Tenia que pararse e irse, lo supo clarito, y más lo sabía cuanto mas miraba a su padre. Dueño del lugar, del presente, de toda la realidad del bar, su ego atravesaba todos los cuerpos y los inundaba con su confianza sobre exaltada. Pero por más que quiso, que sabía lo que tenia que hacer, no lo hizo. Quizá fue el miedo, ¿miedo a que? A ser libre, a plantar cara ante la irracionalidad, de creer, de tener fe. Cuando se quiso acomodar en la silla, un intenso dolor lo alerto, sus riñones. Fue un dolor puntual, fuerte y agudo, un pinchazo rápido y certero. Contuvo su grito, se mostró fuerte y eso le agudizo el dolor.
La noche encontró a Osvaldo llorando despacio, lagrima por lágrima, cada una parecía pedir permiso para deslizarse sobre su cutis blanco y suave. Aun era muy joven, era apuesto, pero esa noche todo estaba ausente, sus ojeras, su whisky doble, su desden. Era la imagen de un solitario hombre de 60 años, con una perdida que nunca supo sobrellevar. En cambio su padre, usando una amiga de confidente era arrogancia y decisión. Masticaba rabia y no entendía como su hijo era tan irracional, tan irrespetuoso. “Le ofrecí dinero y me miro con odio, como si yo no fuera su sustento, te digo, creo que lo malcríe mucho”.

miércoles, 17 de abril de 2013

El irracional y la loca



 Por esas causalidades y consecuencias de la vida que van y vienen, se cruzaron en una misma ciudad un irracional y una loca. Él era hermoso, ella un poco más. Juntos pasaron tardes y noches de diálogos sobre filosofías, ideologías, sentimientos. Y habían elaborado con tiempo algo así como una red de confianza, en la que se notaban amigos más que enamorados y más enamorados que amigos, claro era que su relación era extraña porque ella era loca y el un incoherente. Inevitable era creer que una recaída llegaría en cualquier momento, porque la loca se largaba de la ciudad. Y él, simplemente no quería detallar. Pero cuando se miraban ya no había mucho de que hablar, cuando la loca miraba al incoherente una veta le iluminaba la mirada y el lenguaje de las palabras dejaba de existir, que instante que intenso, sentía ella. El incoherente distante, solo no quería lastimarse y ella así lo aceptaba. Llegaba el momento de la retirada y no había ya nada por hacer más que contemplar el paso del tiempo, manteniendo el recuerdo en vivo de la más breve historieta, del sentimiento entre él y ella. Y mientras dejaron que el tiempo hiciera lo suyo, mientras se tomaron de las manos como una grata señal de cariño, mientras las miradas decían más que las palabras y los silencios eran ya una gran vía de comunicación, no sabía bien porque pero de una forma casi telepática la loca siempre sabía lo que el incoherente estaba pensando. Y era tan lindo cuando estaban juntos, que el entorno desaparecía,  la inocencia se apoderaba de dos almas, y eran bellas, transparentes cuando estaban unidas. Inevitable era que ellos dejaran de compartir sus días pero la loca, como a todos a quienes han denominado con la palabra “locos” una ilusión tenía, no sabía bien si era encontrarlo en otra vida, o que las cosas fluyeran de la forma más positiva. Pero lo más lindo, y sí, así sentía, siente. Eran la mirada, el tacto, los besos. Que aunque ella quiera, momentáneamente no se olvida. Y eran niños, honrándose uno al otro. Y en lo breve de lo hermoso estaba la esencia, de que algo así era ser feliz.

lunes, 15 de abril de 2013

Miercoles de lluvia.


Este tipo está parado tomándose los codos con las manos contrarias.
Aparece y se desvanece en cada parpadear; Espera.
Mueve los pies para los costados primero el derecho, después el izquierdo, la vista esta puesta en el vacío.
El movimiento de los pies no le alcanza y este tipo ahora camina, da una vuelta y al final elije dar la espalda y salir del lugar a través del vidrio de la ventana.
Esta parado, parece concentrado en la calle, en el movimiento de los autos, en las caras de quienes los conducen, las expresiones de sus rostros, en como aceleran, frenan y avanzan por la vida.
Mira sin ver.
Detrás del cristal es un pez en una pecera  que nada entre los recuerdos.
Esta mucho tiempo atrás, hoy despertó con el peso de cada uno de sus actos en los hombros, con cada elección y por lo tanto cada rechazo palpitándole en la cabeza, como una voz que le decía que podría haber sido diferente.
Hoy despertó sintiéndose un poco más viejo.
El sentimiento fue mutando en el correr de la mañana, en un momento pensó y logro conformarse, retuvo una frase en la cabeza que le sonó sincera.
La gente hace lo mejor que puede.
Un tipo como él, de sentimientos puros y andar sencillo, que otra cosa iba a andar buscando más que un poco de felicidad para él y familia.
El sonido de las cubiertas deslizándose por la calle mojada de lluvia, una tras otra, el día tan gris y sin futuro de mejora próxima lo agotan.
Quiere desplomarse en el pecho de su madre, decirle que todo ha sido tan difícil, contarle lo mucho que extraña a su hija, cuanto ha crecido desde la última vez que la vio.
Saber que no sera.
Quiere tener ese espacio en el mundo en el que todavía pueda ser un niño especial y no Luis Alfonso Machado, que espera una tarta para llevar y comer en la camioneta en menos de media hora, para seguir con el reparto.



                                                                                                                        Nano

domingo, 14 de abril de 2013

Amor ó desamor.


     Todo comienza una noche en la que no logro concebir el sueño, mi cabeza empieza a volar en un sin fin de pensamientos un poco incoherentes y otros tal vez no tanto.
Mil historias, mil cosas en que pensar, pero para mi sorpresa en mi mente ronda un tema que he llegado a evitar hace ya muchos años, el amor.
        Antes que nada, me gustaría dejar bien en claro que no existe ningún hecho que me haga pensar en esto por nada en especial, realmente creo que es un divague que me lleva a escribir estos párrafos.
Ahora si adentrandolos directamente a lo que paso por mi mente y deseo expresar me gustaría definir cual es mi postura acerca de "el amor".
       Creo que en estos últimos años casi he llegado a odiarlo, o a tal punto de que al ver una pareja enamorada siento que no quiero que eso me pase nunca en mi vida, mejor dicho que no me vuelva a pasar. Ustedes pensaran que mi forma de pensar es un tanto egoísta o que pienso de esta manera por algún amor que dejo una herida en mi, pero debo decirles que realmente no es por ninguno de estos motivos, en realidad ni yo se a que se debe.
       También soy consciente que no se puede vivir sin amor, es un mal necesario para todo ser humano y como tal, a veces siento la necesidad de actuar como uno mas, dejar de lado mi forma de pensar y dejarme ser un poco.
       Por mas que me aferre a mi vida de desamor una de las cosas que mas disfruto de hacer es dar cariño a una mujer ya sea mediante una caricia, una palabra afectuosa o simplemente con una mirada acompañada de una sonrisa de esas que todos sabemos que hacen sentirse querida a la otra persona.

       En mi vida una sola vez estuve enamorado, pero también soy consciente que otras tantas he estado muy cerca de volver a estarlo y por distintas circunstancias no ha llegado a convertirse en amor, tal vez han sido solo momentos en los cuales necesite de un poco de cariño mas allá del que te puede proporcionar tu familia o tus amigos, pero cada una de esas veces me encargue de arruinarlas.
     
       En este momento de insomnio me pongo a pensar si soy yo el que me rió del amor o es el amor el que se ríe de mi.

              Sin Pecas

sábado, 13 de abril de 2013

Tránsito


La mata y la vuelve a revivir,  no una, muchas veces.  Es esa su forma de sepultar el dolor, disfrazarlo con su traje más simple, el más casual y sencillo.  La dialéctica de la vida para él consiste en verla sangrar, llevarla a ese laberinto que ella detesta, hasta verla morir y desaparecer y luego nacer de nuevo. Odia estar en ese laberinto porque la única certeza que tiene de ese lugar sin espacio y sin tiempo es solamente que no tiene salida. Pero se metió y la metieron ahí para buscar algo que no existe. Entonces solo tiene que poner atención y esperar que su mente se ubique en otro lugar, más ameno, o vestirse, ponerse la máscara y rápidamente ir en busca de ver una realidad más cálida. Una vez me dijo que prefería la cárcel o el exilio, yo le respondí que hay cosas que no se eligen, que aunque se muevan estratégicamente algunas piezas del tablero no hay leyes que contemplen todas las situaciones en las que juega la vida.

No sabe hablar, cree que lo entiende todo pero un gesto, la mirada y su escepticismo la descoloca. No entiende. Entonces ya no es más ella y se transforma en un ademán al que busca darle sentido. A partir de esa sensación comienza a distanciarse del mundo de los objetos. No son ellos los que importan, están ahí pero si no estuviesen sería mejor, molestan, están propensos a que se rompan, no sirven. Ella está nada más que en el mundo de los pensamientos y mientras los objetos se desvanecen, las ideas no hacen otra cosa sino desvanecerse también. Empieza a ver como todo va cayendo por las escaleras, todo se desarma y queda ahí abajo desordenado.

Ya está, logró acomodarse en un rincón de la cabeza en donde ve un futuro armónico, saludable y fragante. Eso le gusta, la distiende. Se imagina a alguien que la acompañe todo el tiempo en un lugar que sientan propio, cerca del mar. Se cree capaz de cubrir lo básico y digno de la vida. Piensa en lo calmoso de lo eterno. Le sirvió casi como una sedación para todo su cuerpo, hasta que afloró el viento y le dijo que lo eterno no existe, que todo tiene fecha de vencimiento, que nacemos para morir.

Una vez más había muerto y de a poco revivía.

                                                                                                Myriam Stefford

jueves, 11 de abril de 2013

La cita II



El martes 15 a las 15 estaba donde tenia que estar, bañado y con rico olor, aun procedía en ese rito de pulcritud a la hora de ir a ver un medico. Su madre era la culpable de esto. La sala de espera era un hervidero de gente. Viejos, niños, adultos, jóvenes, todos sentados de mal humor esperando ver al chaman moderno. A pesar de ese aparente estado de no gracia, algunos de estos personajes disfrutaban a pleno estar ahí. El parloteo barato, sin sentido, con ese deje de malicia intencionada que caracteriza a una conversación burda y sin sentido. Todos buscando las cómplices y serviles aprobaciones a sus dichos, a sus dardos de veneno. “porque aquel”, “si supieras vos lo que hizo el atrevido del doctor Segovia”.
Por un momento Osvaldo eximio a los médicos de la culpa de su prepotente ego, pensó que en definitiva éramos todos un poco culpables por ser serviles ovejas que no buscan más que la aprobación, la bendición de estos sujetos cual si fueran curas. Recordó a Kafka “ellos van a la ley”. Pero al finalizar su cita se puso más práctico y los volvió a culpar, este fenómeno previo consulta no era ni más ni menos que la entera responsabilidad de esta gente que juega con su profesión a ser Dios. Que poco que entienden del tema. Pero el asunto que se adueño de su día lo protagonizo su padre. Cuando estaba por entrar al consultorio lo vio aparecer. Peinado a la gomina, saco y corbata,  perfumado, estaba impecable. “Hijo quiero acompañarte a la consulta, estoy algo preocupado”. Ya desde que escucho esas palabras su nivel de tranquilidad subió y mucho. Su padre no se preocupaba por el, como mucho le hablaba de dinero y si Osvaldo no se sentía incomodo se dejaba hacer un regalo. Esa era la relación que tenían, de dinero y de alguna copa en algún evento familiar.

-Señor Osvaldo Garcilazo, adelante. Veo que también vino su padre, ¿Cómo esta señor Alberto?, que placer tenerlo por acá, adelante, adelante.

 Ambos tomaron asiento en el consultorio, en unas sillas de metal forradas en el asiento con polifon. Eran cómodas. Aquello se remontaba a su niñez cuando su padre no tubo mas remedio que llevarlo al pediatra porque desde hacia días una diarrea lo tenia a maltraer y su madre estaba de viaje. En realidad esa vez, el niño a escondidas, y motivado por lo tanto que extrañaba a su madre comía chocolate de repostería mal preparado antes de dormir. Esta vez fue diferente, aun así, todo el tiempo que duro la consulta Osvaldo no pudo evitar sentirse un niño, fue horrible. No le preguntaron nada, no lo revisaron y el colmo fue que aun así la doctora ya sabia que le pasaba, era algo congénito, de la familia. Sin dudas que por eso hablo toda la consulta con el padre y no con el. Era muy evidente que la doctora Hernández y el señor Alberto tenían algún asunto pendiente o un buen recuerdo. Fue la única cosa cómica que sucedió, como esos dos adultos mayores jugaban el juego de la seducción, la danza de la cacería, las risitas tontas, las manos que se cruzaban por el mostrador y los comentarios tontos hacia el pobre Osvaldo. El tenia los ojos agrandes y atónitos, descreído de todo eso, quería gritar, pararse e irse pero la sumisión fue tal que frunció sus hombros y espero que eso terminara.

                                                                                                   tito

miércoles, 10 de abril de 2013

Kill the writer



No lo seguía nadie. Nunca fue la voz cantante de nada; nuca la unanimidad de las voces se resumía en su opinión. Siempre quiso, pero no.
Jamás logro que le preguntaran su postura frente a ninguna decisión. De chico le imponían los pasos, le condicionaban el trajinar. Cuando adolescente no lo querían ver crecer;  el pibe no se animaba a bailar -¡ignoraba el don que tenía!- porque no daba para expresarse a tal punto de parecer libre. 
El límite fue siempre su horizonte, un horizonte incómodo, ya que lo tenía apretándole el pecho todo el tiempo, en todos lados. Ese horizonte, encimado a su cara, le pinchaba los ojos, marcaba cortes en sus labios, le dificultaba el habla, su única genuina posibilidad de expresión.
De grande hablaba poco y avaramente, así, como para sobrevivir. El murmullo era su grito. Sus conquistas sexuales eran gracias a su encanto natural; las minas se desarmaban ante su inmensa vulnerabilidad, cuando no lo terminaban pateando en el suelo directo a las costillas.
 El muchacho estaba preso en sí mismo. Le gustaba la cornisa, sí, pero estaba encarcelado entre sus miedos, el asombro ante la existencia y el amor. Consiguió comprar una casa, alimentar a su hija –milagro del cielo- que había tenido con su única pareja, pero nunca supo donde encontrarse con él mismo,  con su motivo, no daba con la vibración que lo mantuviese donde él quería estar.

Y le preguntaban: ¿Dónde te gustaría estar? A lo que contestaba con el ruido de la distancia, estallaba en silencio…

Busco en cielos de otro país, en ruidos de calles sin nombre. Nunca despego sin su música y un día hasta se enamoro de un libro. Y aunque kilómetros y cicatrices, de nuevo la soledad: voz muda que aturde y decapita las ideas.
Sentía que el futuro ya estaba atrás de él: adelante no había nada. A los cinco, los catorce, los treinta y cinco años: adelante no había nada. Ni en las mujeres, las drogas, los amigos, los amigos del diablo: el pique no aparecía, no brotaba de ningún lado.

Pero un día, cuando sintió que literalmente el corazón se le escapaba de las manos y daba contra el suelo, encontró una solución. Ahí fue cuando empezó a escribir.

Nunca nadie leyó su poesía.
¿No será que vida es ausencia de muerte?
Desde antes de nacer, este escritor ya estaba muerto.
(Aunque todavía respira)

Seba


martes, 9 de abril de 2013

La Almacenera tiene novio. Oh!




Parece mentira pero mi cabeza todavía pende de alguna raíz de aquel ombú en el Cerro Arequita esa que tenía forma vaya a saber uno de que, pero que igual algo siempre se le encuentra, pero ésta nada raro poseía era solo una raíz cualquiera, rara y retorcida como la de todo ombú y como esta historia que ahora te voy a contar.

Llegabamos mis dos hermanos y yo a la ciudad de Treinta y Tres. Mi casi segunda querida ciudad, la del hermoso Olimar ese que saluda diciendo olvida y en su reflejo el cielo es verde y es celeste y muchas veces es hermoso. Cruzábamos el puente y al otro lado impactados veíamos cuanta gente en carpa a sus orillas y cuantas sonrisas de vino con frutilla había.
-Aca dobla a la derecha brother.
-Aca?
-Si aca, aca…ahí vaaa buenazooo. Por aca vamos pal centro, vamo averiguar por un Abitat´ que el Pelado me mando la money.
Rumbo al centro de la ciudad nos dirigíamos alguna calle doblamos a la izquierda otra a la derecha, luego vi el obelisco, seguimos la rotonda y por allá al frente de una iglesia de mormones…Un Almacén, lo diviso a lo lejos y en sus escaleras que miraban de frente a la esquina una bella niña sentada, observaba que era lo que pasaba  y los que pasaban éramos nosotros.
-Es aca brooo es aca, sábelo aca compramos todo ya para ahí en ese almacensitooo! compramo para ir pa fuera, las verduras, frutas, algun agua, un condimento, yerba (para tomar mate) pan galleta y dulce de membrillo.
-Jajaja si si es aca bro aca compramos las cosas ahora a la vuelta.
-Uh que linda que es…
(Yo creía haberla visto en algún lado)

Dos cuadras después…

Señora disculpe un abitat´?
- Ahí en la esquina mijo
Ahhh ahí va buenazo! Gracias!

 Chocha la doña que le daba una mano a alguien, pum! cierro la puerta del auto voy levanto el giro que el viejo me había mandado, damos vuelta en 180 grados por la misma calle nos dirigimos derecho al almacén, y dos cuadras después cruzamos por el frente y ahí estaba ella de vuelta, cruzamos la calle y estacionamos junto ahí al frente de la iglesia, teníamos un porro y lo estábamos fumando, ideaban esas mentes haber que podían inventar y que boludez preguntar recordaban que era lo que tenían que comprar pero mas que nada que era lo que podían chamuyar.
Tres Pibes entraron a un almacén transformados en gatos y re locos
¿qué era lo que podía salir mal? Nada absolutamente nada.
Ahí estaba la almacenera con una estupenda sonrisa, una única y tierna mirada que algo asi como paz era lo que reflejaba. Lento elegía mis verduras mientras ella una a una las iba pesando.
-Vamo a llevar fruta Hermano.
-Si claro Bro!
-Ahí va banana, manzana y ta! después vemo…
-Dale yo elijo la verdura cuanto esta la papa?
-Veintidos el Kilo
-Ahí vaa buenazo!
Realmente es muy difícil poder recordar todo el tiempo que me tome para disfrutar ese momento, yo elegia, ella pesaba, sacaba cuentas y las sumaba. Prontamente ya era una charla muy informal. Alguna que otra pregunta boluda nos llevó a la conclusión de Ella que dijo, no para nuestro agrado.
-Son de Montevideo?
-No no somos de Paysandu, pero ta´ estudiamos en Montevideo y ahora salimos a conocer un poco, la Quebrada o capaz la laguna Merin o las dos no sabemos! jajaja
-Asi ahora aca esta lleno de gente, y la Fiesta del Olimar se pone bueno y es gratis!
-Ahh si si nos dijeron.
-Toca la Vela el miércoles
-Uhhh ta lindo pa ver a la Vela…
-Y también Nene Malo en el Baile jaajaja
-Ohhhh que disparate Nene Malo…
-Mira Hermano aca hay latitas de Norteña vamo´ a tomar una dale!
-Uhhh norteña si dale vamo!
-Vos queres una hermano
-No, no gracias
-Ahhh  gaaato!
Pagamos y nos fuimos, cargamos las cosas en el auto teníamos provisiones bastantes habíamos comprado todo lo que necesitábamos y también la sangre de cristo, antes de partir una chispa que se prende…
-El dulce de membrillo!!! Para que ya voy a buscarlo…
Bajo del auto y voy de nuevo hasta el Almacén (me gustaría recordar ahora el nombre pero no puedo hacerlo solo es el Almacen de la Almacenera) sonriendo por que escucho.
-Miralo míralo a el…se hace el gato la quiere ver!!!
Entro sonriendo demostrando un poco de idiotez anunciando que mi memoria ya no retiene tanto como antes (de ultima eso está bueno pienso por dentro) y pido dulce de membrillo, sin antes preguntar cuanto sale el kilo, nuestro economía era de guerra.
-Ahh ta dame media kilo.
-Bueeno ya te corto.
Ella se encaminaba a cortar lo que para mi es la máxima bendición de la vida (el dulce de membrillo o el sexto elemento como lo llamo yo), cuando interrumpe alguien diciendo…
-Deja que yo le corto.
-Ahh bueno…- respondio ella como desilusionada o al menos asi lo creí yo.
Era su compañero de trabajo, pero quién sería? su novio? o solo un compañero de trabajo? No tenía idea, pero de lo que si tenía idea es que estaba abandonando el almacén con medio kilo de dulce de membrillo o un poquito más en mi mano sonriéndole a ella y diciendo.
-Nos vemos!!!
-Chau hasta luego-respondieron al unísono Ella y el presunto compañero de trabajo, yo solo mire a ella.
-Bueeenooo vamooo!
Arrancamos entonces rumbo al corazón de la hermosa Quebrada de los Cuervos.

Dos días después…

Llegábamos nuevamente a la ciudad de treinta y tres pero ahora para disfrutar de su aclamada fiesta del olimar, por todos lados había gente y autos muchos tenían chapa de todos los pueblos que por ahí alrededor merodean, nosotros éramos tres sanduceros que iban a la guerra, armados con alguna Hierba y perfumados con el Humo más sagrado que la Quebrada nos había regalado.


La cosa es que el litro de vino con frutilla especialidad de la ciudad olimareña no se hizo esperar y ahí estábamos ya empinando y cabeceando, asentando de lo bueno que estaba, de todas maneras ya pensábamos como iba a pegar mañana a la mañana. Dulce como el aire que respirábamos.
-Que bien tuviste en sacarle esa ramita al Aleman Hermano!
-Jajajaja nooo boludo no seas malooo me re viaje.
-No no tranqui sacaste lo justo y necesario…
-Y con permiso de Ella…(ella es la planta, no la almacenera)
-Ahh ta buenazo! che vo…vamo a dar una vuelta a ver que history?

Y por ahí salimos a recorrer, el olor a chorizo y asado merodeaba en el aire, no faltaban los facones atravesados en la parte lumbar de esos Gauchos de cachetes colorados, no se si por el Sol o por los efectos de un Amor que se estaba olvidando. Muchos puestitos de comida y más vino con frutilla por todos lados, la bijouterie de siempre esa misma que se ve en la Semana de la Cerveza y que sigo viendo, alguna mas que otra artesanía interesante, mucha gente en pedo, muchos gorros con visera a 75° y boinas blancas y coloradas, botas de cuero y championes con resorte.
Terminábamos de dar la vuelta cuando por el parlante anunciaban al Peluche Matteu que iba a tocar en instantes (cuantas risas que largamos).Después iría el Canario Martínez y Todamerica cerraría el show tocando una especia música celta con nosotros bailando como duendes desquiciados y alucinados.
La cosa es que prontamente divisamos donde estaba la movida, nuestra movida. Encontramos la juventud y por ahí arriba de una montañita una barra grande, sillas, mesas, y mucha gente alrededor, olimareña juventud se respiraba ya antes habíamos pasado por ahí y yo algo había presentido, ahora estábamos en el lugar correcto, nos acercamos al cartel de los precios y tuvimos que comprar un par de litros de vino tinto, el vino con frutilla a esa hora ya se cotizaba y nos quedaban muy pocas “balas”, allá fue el brother a comprar el vino, esperamos un rato y cuando volvió seguimos un poquito caminando por esa majuga de lindas reinas olimareñas y presuntos príncipes treinta y tresinos.
Caminamos  unos treinta y tres pasos en dirección sudeste y yo ya sentía mi corazón acelerado no de cansancio sino de sentimientos extraños, volteo mi mirada de derecha a izquierda y deslumbro de brillantes ojos como de cristal y no lo puedo creer pero lo estoy viendo.


-Nooooo paren paren gurises pareeen….
-Jaajaja que paso?
-Tengo la ultima, la diviseee la acabo de divisaaar…
-El que? jaja dalee…
-La Almaceneraaaaaaaaa!!! atrás mio disimulen…disimulen, ella también me vio!
Yo sabia que su mirada se había posado en mis ojos, Ella ya me había sacado la foto.
-jajaja ta nos quedamos aca espera aca rondita, toma vino.
Y ahí nos quedamos los tres en rondita tomando vino tinto y armando tabacos como unos locos yo estaba de espaldas a ella y mis dos Hermanos de frente ellos la miraban y yo de vez en cuando chamboneando me daba vuelta y observaba que pasaba, definitivamente ellas miraban nos estaban mirando si claro!
Eran cuatro adolescentes y la Almacera, mi Almacenera bella y chiquita ella.
No podíamos creerlo y ya estábamos como niños con juguete nuevo chochos y contentos, esas chicas nos miraban y nosotros a ellas si claro que lo estábamos haciendo, estábamos jugando el juego y a la vez nuestras mentes y bocas lo ideaban, ideas que surgían sobre como ir a conversar, como mostrarle la primer sonrisa, como hacerse el boludo y decirle “a vos sos la almacenera? te acordas” .Definitavemente eso no serviría hacer la cara de boludo sorprendido nunca es bueno, aparte ya nos habían reconocido y miraban y lo seguían haciendo, y según mis hermanos Ella me miraba a mi, yo me hacia la cabeza y ya le estaba susurrando lo linda que era al oído, que demente.
Yo nunca me anime a romper el hielo soy bastante cagoncito por asi decirlo, pero si me das la primer palabra, me das el “Hola como andas!” te puedo llegar a escribir un libro y no de fabulas y fantasias sino de verdades que nacen del centro del pecho, que pueden ser realidad y/o maravilla, asi que deslinde la responsabilidad de la primer palabra a mi hermano y el también estaba temblando, pero yo sabia que el era el guru de la parla asi que dale pa´adelante era mi consejo, yo te sigo con la mano en el hombro, y en el momento de la decisión algo inesperado que ocurre, algo inesperado sucede, algo que en ese momento yo ya había olvidado.
-Nooooo nooo llegooo El…
-Quien Él? como que El?
-jajaja siii cagasteeee hermanooo no te des vuelta, no te des vuelta todavía….
-Nooo decime que esta pasandooo Brooo
-Jajajaja llego el Noviooo- reian los dos hijos de sus bellas madres…
-Daleee gaaatooo! anda a cagar en seriooo???
-Llego el novio!!!
-Noooo en serioooo!? y es el del almacen?- doy media vuelta y observo no lo podía creer no era el mismo del almacén y un pensamiento se descartaba pero se acoplaba una realidad en mis neuronas mucho más nítida y cruda que perduraría días y meses como hasta ahora, como hasta ayer y como hasta mañana.
-LA ALMACENEEERA TIEENEEEE NOVIOOOOOO…OHHHH
continuara…


                                                                                            Mboi Tatá

*(cualquier personaje o similitud con la realidad es pura semejanza)

domingo, 7 de abril de 2013

Inviernos muertos


I

Entonces va el ómnibus en la oscuridad de la noche por la ruta vacía, las luces le van abriendo camino y las estrellas, todas ellas, lo rodean hasta donde le permite el horizonte.
La última ventanilla de la derecha va dejando un destello de luz en el desierto y modificando alguna parte del universo en su paso.
A través del vidrio se puede ver a un tipo sentado, la espalda recta, lleva un cuaderno de tapa azul y dura, una lapicera en la mano derecha de cuerpo rojo y punta de metal que en algún momento le regalo su padre.
La agita sobre el papel desparramando  algunos versos.
Ese tipo soy yo.
Se aleja, el camino lo lleva lejos, su cabeza se aferra  y empeña en volver con ella.
Siempre con ella.
Se despega del papel y del mundo que sobre él ha creado.
Se entretiene en su propio reflejo en la ventanilla, se esfuerza pero no logra ver también  reflejado  su rostro, el de ella.
Le produce una extraña sensación la imagen esfumada entre el vidrio y la noche, siente casi la necesidad de juzgarse,  su rostro se dibuja  con el mundo que se proyecta a cada paso.
La analiza, sostiene la mirada a sí mismo, logra ver más allá, la tierra roja que se abre paso a los costados,  las montañas de colores que se elevan hasta las nubes, que ahora tapan el cielo por completo y que empieza a gotear de a poco, como si estuviese roto.
La tierra se moja lento.
El tiempo avanza, la lluvia también que se desparrama, ahora sí, toda, chorreando por el fino cristal de la última ventanilla de la derecha, bajando por la frente del reflejo de ese tipo que soy yo, atraviesa los ojos y se desliza como lagrimas por el rostro.
El olor de la tierra mojada se filtra, el cristal que con el agua constante pareciera perder esa consistencia firme y ser agua también, las gotas que deslizan por el rostro de ese tipo, que soy yo, llevándose una parte y volcándola en la ruta.
Todo se mezcla y lo trasportan directo a los inviernos que se fueron y que se la llevaron, a reflexionar sobre el tiempo.
Siente la sensación en el pecho, la incomodidad en el estomago y la seguridad de lo que está pasando en las piernas.
Sensación conocida, detecta los síntomas, aparece la voz que sabia no tardaría en aparecer y con ella las ideas, conocidas también.
Las retiene, las investiga, sabe que tomarlas lo pueden herir.
Pero decide hacerlo porque al menos así estará con ella.
Comprende que este viaje en ómnibus en la noche será peligroso, desequilibrante, como todos.

II

La mañana había llegado fría de sobremanera, ella con los ojos todavía cerrados me buscaba entre las sabanas (como amaba verla despertar un día mas) siguiendo el rastro de calor de mi cuerpo.
Acostado boca arriba y con los ojos puestos en ella la veía moverse despacito hasta que me sentía.
Entonces me pasaba el brazo por sobre el pecho una pierna sobre las mías y se acurrucaba en mi cuello.
Movía la cabeza dos o tres veces, hacia arriba y abajo, como moldeando el lugar, rozándome la piel con la naricita fría.
A mí me era imposible no querer besarla, así que esperaba que volviera a perderse entre sueños, la giraba intentando no  traerla a este lugar porque sabía que donde estaba al fin era mucho mejor.
No necesitaba tomar demasiado cuidado, casi nunca despertaba, primero porque estábamos acostumbrados a bailar juntos en la noche, a recorrer la cama de a dos, bastaba apenas con presionar alguna parte hacia alguno de los lados para que esta se deslizara acompañando el movimiento.
Segundo porque los cuerpos se conocían, se percibían los unos a los otros sin demasiada conciencia, entendían que no era necesario despertar, solamente dejarse llevar.
Ahora quien abrazaba era yo, la besaba despacito pero con besos largos que demoraban en desprenderse.
Uno, dos, tres y cuatro.
Después bajaba recorriéndola a besos hasta el cuello.
Cuando no me quedaba lugar donde besarla volvía a abrazarla con los labios calientes y su gusto en mi boca, unidos le hacíamos batalla a la mañana que había llegado fría de sobre manera.

III

La luz atravesaba las nubes grises y gordas, entraba recta desde afuera, casi paralela al piso, con un color blanco que alumbra distinto.
El reloj, obsesión de los dos en nuestros últimos días, giraba sin demasiado protagonismo.
Nos sentábamos uno frente al otro  en la mesa redonda con tazas de café,  tostadas calientes y manteca que se derretía en ellas.
El viento amenazaba desde afuera, quería ocupar su porción en nuestra mañana, así que me llevaba hasta el ventanal y este afuera a través del vidrio.
El esqueleto de los arboles típico de otoño, de un potente color negro por la lluvia, intimidaban aun mas que el mismo viento y convencerían a cualquiera de que esta mañana existía para verla desde la comodidad del hogar.
Entonces giraba y la volvía a ver deslizando el cuchillo sobre el pan tan indefensa entre mis ropas que la cubrían toda, el pelo suelto le caía por todos lados, como la lluvia afuera.

IV

Ese tipo, que soy yo, mastica los recuerdos, los aprieta entre los dientes.
Sabe que es tarde para volver, que no podrá regresar a la lapicera de cuerpo rojo y al mundo que espera en el papel.
La luz puntual enfoca la hoja en blanco desde arriba, como esperando algo, el ómnibus avanza, se lo lleva solamente como un cuerpo pesado, hundido en el asiento.
Quiere dormir, apagarse.
Las ideas se escaparon y ahora cabalgan solas.
Rompen el lugar, destrozan la armonía donde ellas mismas tendrán que vivir, le hablan al oído.
Toma el celular, la pantalla le ilumina la cara, le hace doler los ojos, con esfuerzo enfoca la hora, 3:00 de la madrugada del jueves.
No puede despertarla, para decirle que cosa?
Lo que desea es llamar al pasado, arrancarla de los sueños para traerla a este lugar junto a él sería demasiado injusto porque al fin donde esta ella es donde el querría estar y sabe que es mucho mejor. 



                                                                                                                     Nano