jueves, 25 de abril de 2013

La cita IV



 Después de un día bastante aburrido y gris Osvaldo noto que un extraño sentimiento se apoderaba de el. Era algo nuevo, una emoción que no había sentido antes, era intensa y muy poco grata, más bien nada. Quería sacudirse, así como los perros cuando salen del agua, y con ello sacar todo eso que lo aquejaba, todo ese lío que el solo estaba tejiendo a partir del asunto del dolor de riñones.
Fue en el preciso momento que se servia un baso de agua que entendió que le pasaba, se sentía solo. Si bien quiso convencerse que era tan solo un pensamiento más, de eso que pueden ir y venir, esos que tanto lo molestaron en su juventud, no pudo lograrlo. Esto era algo real, o tan real como una emoción puede ser. Estaba muy claro, era miércoles y el estaba en su casa, cenando una pasta aburrida con gusto a cartón. Los miércoles solían juntarse en casa de Juan, tomar un vino, cocinar rico y si ameritaba la ocasión salir a pegar un vueltazo. El tomar conciencia de su situación poco lo tranquilizo, más bien fue como un yunque a su autoestima.
Lento, torpe, en una nube de ideas y pensamientos que no lograba ordenar decidió escribirles a sus amigos. La respuesta fue un calco a su llamado, un grito de ahogado en busca de algo que lo sacara de su letargo, ese miércoles nadie hacia nada.
Una vez en su cama el sueño no llegaba, volvía sobre el tema de la cita, del bar, de la medicación y de su problema congénito en los riñones. Se dio cuenta que no estaba haciendo más que sostener un libro en sus mano y seguirlo con algún sentido, porque no tenia idea que le había contado Fontana Rosa en al menos 10 paginas. Dejo el libro y trato de organizar esa maraña de ideas, ya no podía seguir escapando, era un hombre adulto, “al toro por la guampas” como solía leer de adolescente en una pared lindera a su liceo. 

Si Osvaldo estaba triste, solo y enfermo, poco parecía darse cuenta su padre. Este se aprestaba a recibir invitados, como todos los miércoles, a jugar unas partidas de póker. En algún pasado no lejano, o talvez en una ocasión especial, podía acompañar el ritual alguna prostituta. A su padre si le interesaba pagar por sexo, y mucho más en sus días de cartas, que trataban de reflejar esa suntuosidad asociada a la timba, ese machismo tan bien pulido y conservado por generaciones enteras.
Esa noche el señor Alberto tomo bastante. No lo noto hasta que en una ida al baño tubo que agarrarse fuerte, del lavador, porque sus piernas amagaron a vencer. No solían sucederle esas cosas, era un tipo que sabia tomar. Tenia la sana costumbre de tener dos vasos, uno con su aperitivo y el otro con agua o rara vez refresco, y si así era tomaba algo relacionado con los cítricos. “La sed con agua” era una de sus reglas de oro, y mal no le funcionaba, solía ser de esos hombres que en todas las ocasiones esta unas copas más atrás que el resto. Esta virtud le había valido algún que otro buen negocio, además de la suerte de muchas mujeres.
Cuando todos se fueron Alberto noto que no todo estaba en su correcto orden, algo lo inquietaba. No era un tipo de pensar mucho las cosas, por lo menos aquellas que se relacionan a las emociones, más bien era de la vieja escuela, esos que prefieren sufrir y callar. Pero esta noche era su corazón quien le hablaba. Si bien nunca lo noto, si supo que no era el alcohol y que tenia que ver con su hijo. “Claro, este pelotudo no a de estar tomando la medicación”, la ansiedad cedió y se transformo en tristeza. Alberto quería mucho a Osvaldo.

                                                                                                   tito

4 comentarios:

  1. Que de mas Hermano...
    El horizonte no esta lejos ni para Osvaldo ni para vos...

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  2. Me terminó emocionando.
    Hoy más que nunca te reconozco tu virtud de narrador, de contar historias sencillas, sin mucho orden, sin mucha ambición, pero reales y que nos dicen algo, detalles de la vida de alguien que vive por un rato adentro tuyo y despues en el papel y después en nosotros.
    Parezco un viejo choto.
    Disfruté mucho esto
    Abrazo

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    Respuestas
    1. seoane se pone las pantuflas y sale a comentar ?

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  3. la verdad Tito que tal cual, como dice Seoane.. Cosas de la vida, de las relaciones y de lo absurdo que es a veces el comportamiento de los hombres. Me re gusto !
    mari

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