La mata y la
vuelve a revivir, no una, muchas
veces. Es esa su forma de sepultar el
dolor, disfrazarlo con su traje más simple, el más casual y sencillo. La dialéctica de la vida para él consiste en
verla sangrar, llevarla a ese laberinto que ella detesta, hasta verla morir y
desaparecer y luego nacer de nuevo. Odia estar en ese laberinto porque la única
certeza que tiene de ese lugar sin espacio y sin tiempo es solamente que no
tiene salida. Pero se metió y la metieron ahí para buscar algo que no existe.
Entonces solo tiene que poner atención y esperar que su mente se ubique en otro
lugar, más ameno, o vestirse, ponerse la máscara y rápidamente ir en busca de
ver una realidad más cálida. Una vez me dijo que prefería la cárcel o el
exilio, yo le respondí que hay cosas que no se eligen, que aunque se muevan
estratégicamente algunas piezas del tablero no hay leyes que contemplen todas
las situaciones en las que juega la vida.
No sabe
hablar, cree que lo entiende todo pero un gesto, la mirada y su escepticismo la
descoloca. No entiende. Entonces ya no es más ella y se transforma en un ademán
al que busca darle sentido. A partir de esa sensación comienza a distanciarse
del mundo de los objetos. No son ellos los que importan, están ahí pero si no
estuviesen sería mejor, molestan, están propensos a que se rompan, no sirven.
Ella está nada más que en el mundo de los pensamientos y mientras los objetos
se desvanecen, las ideas no hacen otra cosa sino desvanecerse también. Empieza
a ver como todo va cayendo por las escaleras, todo se desarma y queda ahí abajo
desordenado.
Ya está, logró
acomodarse en un rincón de la cabeza en donde ve un futuro armónico, saludable
y fragante. Eso le gusta, la distiende. Se imagina a alguien que la acompañe
todo el tiempo en un lugar que sientan propio, cerca del mar. Se cree capaz de
cubrir lo básico y digno de la vida. Piensa en lo calmoso de lo eterno. Le
sirvió casi como una sedación para todo su cuerpo, hasta que afloró el viento y
le dijo que lo eterno no existe, que todo tiene fecha de vencimiento, que
nacemos para morir.
Una vez más
había muerto y de a poco revivía.
Myriam Stefford
este texto es muy bueno, te felicito. lo lei y lo vivi todo, voy a volver a leerlo, siento q perdi cosas. esta re bueno que escribas para el toman, es un placer
ResponderEliminarbesos
grazie tito! no pierdas cosas, todo está en los detalles! jaja. Salute!
EliminarMyri (te voy a decir asi a partir de ahora). ja
ResponderEliminarEs buenísimo el texto, los sentimientos que desprende, las ideas que muestra, por momentos de forma sutil, juegos de palabras. completito.
Aplaudo de pie tu regreso y vuelvo a repetirlo, solo por miedo a que te olvides, tenes mas que ganado un lugar en el toman cuando tu escritura lo desee.
Abrazo grande!!
No hay drama, para los amigos soy miri o mir.
EliminarGracias por tu recordatorio (es alentador) también un gustazo compartirlo acá y que bueno que te haya gustado y que lo escribas. Beso Nano!
No censuren comentarios, la forma de escribir me pareció muy similar a la de Gata Flora y sólo quería saber si se trataba de otro alter-ego. Pero tal vez, como los superhéroes, no pueda develarse la identidad.
ResponderEliminaracá no se censuran comentarios estimado anónimo, y de buena data le digo, no es la gata flora, gracias por pasar
Eliminarsaludos
Es parte de la mística del blog, mantener encubierta la verdadera identidad ja. Gran lector o lectora que encuentra similitudes. Admito que no soy una gran conocedora de la gata flora porque hace poco comencé a inscursionarme en el toman, pero imagino que debe estar al nivel de los demás
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