viernes, 22 de junio de 2012

Rosa


    I
  Sonó el teléfono en el mediodía de la casa en que mi padre almorzaba solo.  Se levantó, caminó hasta el comedor y levantó el tubo. Era una voz de mujer.  Hola, usted es Horacio Montauban. Terminó de tragar el último bocado. Sí. Usted es hijo de Rodolfo Montauban y Rosa Martegani. Sí. Bueno, yo soy Rosa Martegani y soy su madre. Silencio.
  No, disculpe, cómo dice, mi madre murió hace más de diez años.
 (Los ojos de mi padre, el sonido del teléfono quebrando el vidrio de las 2 de la mañana, la certeza mientras saltaba de la cama que del otro lado del tubo una voz le iba a anunciar la muerte de su madre, 7 años después de la de su padre, los ojos rojos, incapaces de llorar, que me decían en el pasillo de casa quedáte, volvé a dormir, prefiero que te quédes ahora que mañana vas a tener que acompañar)
 Pero eso no le importaba a la mujer, a Rosa, que siguió hablando, barajando nombres y fechas de acuerdo a una ensayada estrategia o al rigor que impone el azar, quejándose del frío y la soledad con un tono de voz suave, censurado, como si en el lugar en el que estaba no la dejasen hablar más fuerte.
 Recordó que la comida se enfriaba en la mesa. Bueno señora, la verdad es que en este momento estoy ocupado, estoy comiendo y no tengo tiempo para hablar por teléfono. 
 Y colgó.
 Cuando volvió a la cocina y al plato, en el que el humo era a la vez una invitación y una advertencia, siguió comiendo pero ya no pudo concentrarse en la comida.
  II   
Durante todo el día siguió pensando en la llamada, en la mujer, en la habitación real en que la locura estaba encerrada como un tigre, en la lucidez necesaria de la mujer para encontrar en la guía el número de su casa o para recordarlo en la memoria, en la posibilidad asombrosa de que esa mujer fuera realmente su madre.
(Como si mi padre entreviera eso que yo siempre me repetía. No se nada. Nada es más real que nada. No somos nada)
  III
  
  Le sorprendió la cantidad de tiempo en que no pensaba en su madre.
  IV
  Esa noche, cuando finalmente durmió, soñó con su madre: la vio entrar por la puerta del cuarto y caminar hasta sentarse en los pies de la cama. Al momento en que se incorporaba para hablarle ella lo observaba con una mirada atenta y distante y amorosa y se iba por la misma puerta por la que había entrado. Lo último que recordaba del sueño era ver a su madre en el umbral de la puerta, sosteniéndole la mirada.


 Cuando despertó ya no estaba. Sintió la tristeza que le impedía el primer impulso por levantarse de la cama, y de inmediato se desprendió de la tristeza como se arranca un yuyo, y de los últimos restos del sueño. Se prometió no pensar más en eso y dedicar cada energía disponible al día adelante, a vestirse y prepararse para ir al trabajo, porque ese tipo de hombre era mi padre. 
                                                                                    Seoane


13 comentarios:

  1. El texto es un tanto borroso y eso me gusta.
    Como un retrato desenfocado que se vuelve nítido en el final, con la última frase y con todo lo que no se dice después.
    Más allá de los gustos, por ahí hay alguna expresión corregible (o mejorable).
    Saludos estimado Seoane.

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  2. Gracias por el comentario, y tan pronto.
    Reconozco que no pude ponerle todo el trabajo que quise, tanto en lo formal como en el contenido.
    Pero ahi esta. Otro viernes. Y por eso estoy contento.
    Me alegro que a pesar de todo le haya gustado, y respecto a las frases me ayudaría que me la señales asi se en que tengo que prestar más atención.
    Abrazo

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  3. esta bueno che me gusto mucho
    salud al seo

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  4. Seoane, cuánta melancolía. Qué cosa. Bellamente narrado, con el clasicismo que sí, como en las escenas de Hawks o de Ford cuando los tipos mueren fuera de campo y la emotividad está construida no por la visión del espectador de lo que sucede sino por otra cosa, por ser testigo de la veneración de ese narrador por lo que está contando, por su gesto de proteger de la visión ajena lo que verdaderamente lo emociona. Toda la estructura del relato excede la acción; no asistimos a hechos sino a lo que vos nos querés contar sobre esos hechos, lo que a vos - o tu yo narrativo, si nos ponemos académicos- te importa de ellos y finalmente lo que tienen que ver contigo, tu relación con tu viejo, ese tipo que es tu viejo y ese tipo que sos vos. "Como si mi padre entreviera eso que yo siempre me repetía". Impresionante relato. Las expresiones... Nada que no se pueda mejorar con un editor inteligente. Pero este cuento tiene vida.

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    1. muchas gracias por tus palabras gata.
      con estos comentarios ayudas a mantener vivo el toman
      gracias

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  5. muy lindo cuento pablo . la verdad .

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  6. esta muy bueno seo, abrazo

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