Dame

Dame, dame tiempo y espacio.

En la solapa de un libro, en un filme convocado continuistas se han equivocado

Coautores de la vida plasmando ambigüedades en escena.

¿Hacia donde vamos? No sabemos, hasta que el viaje es adecuado, amor, locura, drama, muerte, sonrisas y suerte.

Aplausos furtivos, que por ellos nos movemos, el constante movimiento, cabezas animadas.

Dame, dame tiempo y espacio.

Se mueve con serenidad, se mueve con plenitud, se mueve, se mueve, se mueve.

Y de repente todo queda estático viejo, sin luz, el espacio como nuestro amigo o quizá nuestro aliado, frente a las enmarañadas del tiempo.

Espacios armoniosos, tranquilos, que nos invitan a quedarnos, nos dan la bienvenida.

La tortuosa senda de la libertad, imponiéndose en la cabeza del ser humano abriéndose espacio entre el espacio adaptándose  acurrucándose en un rincón sofocada por el frío o quizá por el calor del mundo cambiante  e inhóspito de Montevideo.

Es este lugar que conozco como costumbre de veto del que puedo hablar sin temor a resbalar por la cornisa.

Desbordando barrios, desordenando mis paredes, revistiendo mi cuerpo, desnudándolo por primera vez. Desde el torso hasta las membranas que procrean estas venas.

El color esmeralda opaco de la paciencia se desvela en la puerta de un hospital, se prende un cigarro  y se pelea con el humo.

La pasión  al borde de un ataque de nervios en un cuarto de matrimonio necesita salir se siente incomoda, toma una foto y se va por la ventana abierta.

Lánguida, pálida espera acechante en un umbral la tristeza a algún amante distraído.

Serena y acanallada con pasos silenciosos me persigue la tranquilidad, la textura del barro en mis zapatos permite que le deje unos pasos atrás.

El negro bastardo de la muerte  espera pasivo junto a un enfermo terminal placidamente escuchando llantos.

El arcoiris sentado en la primera fila de un teatro se ríe a carcajadas, se quita sus zapatos y disfruta de la función.

Fato Arcano