El idiota miraba impasible a los transeúntes
bajando a la escollera. Se contentaba observando a los pescadores, cómo éstos
recogían sus tanzas velozmente, a veces trayendo un pez consigo. El brillo de
los anzuelos lo encandilaba, le atraía más que cualquier cosa. Ni siquiera la
lucha incesante de la bestia por librarse del anzuelo lo colmaba tanto de asombro.
Cuando algún pescador se distraía, el idiota aparecía y tomaba sus anzuelos.
Los olía, los sopesaba, los miraba como si fueran oro, hasta que advertían su
presencia y era echado a gritos y a patadas. Se alejaba y acurrucado contra una
roca, contemplaba anzuelos a la distancia. Cierta tarde invernal un anciano
pescador fue atacado de convulsiones, sus compañeros fueron a asistirlo. El
idiota, con la lucidez que da la picardía espontánea, recogió todos los
anzuelos y uno por uno se los fue incrustando en la boca, sin indicio alguno de
dolor. Cuando todos estuvieron colocados, desde una roca se lanzó al agua,
hundiéndose como plomada.
Elugo
Muy bueno Elugo! Fuah, tremendo, a Quiroga me hizo acordar.
ResponderEliminarme gusto elugo, esta interesante el idiota
ResponderEliminarA mi también me gusto este texto como el anterior que publicaste. Esta re bueno que los compartas. Y algo me dice que vamos a seguir viendo el aire de quiroga en ellos.
ResponderEliminarbuenísimo, me encantó, me dejó de cara. impecable
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