viernes, 31 de mayo de 2013

LA BORRA DEL PICHÍ

No sé exactamente cuándo o dónde comenzar esta historia. Podría ser el día que asumí que no sabía qué mierda hacer con nada. O poco tiempo  después de entonces (hace 30 días) cuando decidí llamar a pedir hora para que me lean la borra del café y me dieron turno para el próximo mes. O podría ser con mi sueño de anoche…
En el que con los pantalones medio bajos me hacía pichí frente a un espejo de cuerpo entero que colgaba atrás de una puerta rosada. Y sentía  el calor del meo irrefrenable que dejaba ir sabiendo que al abrir esa puerta me enfrentaría a tener que disimular el olor y el empape durante el resto de la noche estando entre la gente. Estando de hecho en una especie de cita con un hombre joven, rubio y muy apuesto en relación al común de los tipos que me seducen. En el sueño entendía que aquello era bastante terrible, porque ya estoy grande para mearme los pantalones. Asombrosamente, pasaba desapercibida en tal episodio…
Por la mañana desperté confundida y nerviosa por llegar a tiempo a la cita de la lectura de la borra del café. La mujer que me apuntó me advirtió la importancia de la puntualidad. Su casa quedaba en un barrio muy lejos del mío, al que nunca había ido y no sabía con seguridad cómo llegar.
Por algún motivo qué realmente no sé, las acciones cotidianas de la mañana se vieron interferidas en querer sacar los platos guardados en un estante bajo que nunca usé. Me invadió desde el mismo, un horrendo olor. Investigué más de cerca, y descubrí que en la vajilla honda había un viejo caldo de orín. Acepté asumirme dramática en el hallazgo, deseando haber mal interpretado el líquido estancado del plato y que aquello solo fuera un resto de aceite guardado, o cualquier putrefacción lógica de la cocina. Pero el hedor solo asqueaba al pichí amarillo flúo casi verde y caliente. Creí en los zombies y en los extraterrestres. Los imaginé de ese mismo color. Creí en cualquier disparate lejano que me rescatara de este espeluznante encuentro con lo comprobable durante algunos segundos. Los nervios y la confusión se tornaron en un mareo absoluto que golpeaba contra la memoria rígida de identificar qué humano mugriento y tarambana podría haber sido el responsable de semejante barbaridad. Solo un hombre podía ser autor de tal desprolijidad. Por la violenta fineza de no gotear otra cosa que  aquel plato hondo. Desde la ansiedad enferma de su incontinencia... En un silencio que ni conmigo misma rompí sospeché y culpé a dos o tres. Me rezongué por no haber obedecido a mis tías y abuelas sobre no dejar entrar a cualquiera a mi casa. Intenté perdonarme recordando que para mi ellos nunca fueron cualquiera. Me sentí yo otra mugrienta tarambana y otra vez volvieron los zombies y los extraterrestres.
Herví agua repetidas veces y la volqué sobre los platos meados. Los enjaboné y limpié unas veinte veces tal vez, prohibiéndome sentir tener que ver incluso en lo más mínimo con todo ese desastre. Pensé mejor, que mi casa estaba embrujada y que tenía que huir a la cita de la borra del café.
Tomé mal el ómnibus y me bajé mal en la parada. Corrí desenfrenada por cuadras que nunca llegaban a la esquina. Corrí con el aliento de quién corre hacia la verdad. Corrí como si al llegar, por fin todo se iba a resolver. El tiempo, la distancia, el lugar, el misterio…
No llegué tan tarde. El lugar no decía nada. Paredes lisas, sillas comunes, un poco de frío.  El café ya estaba servido sobre la mesa. Un pocillo pequeño sobre un plato y un mantel.. La mujer me explicó como tomarlo y me dejó ahí. 
Yo que estaba agitada, en verdad quería agua. Pero bueno, me había ido hasta la otra punta lejana a por ese café. Así que lo tomé… La tipa no volvía, no se escuchaba un ruido. “¿Lo habré tomado bien?”, pensé. (Típico…)
La mujer apareció y comenzó a predecirme la vida sin parar.
Tuve que llorar. Lo que me dijo sobre el futuro un poco me aburrió. (Típico también…)
Cuando por fin se calló me fui.
Desde afuera miré su casa, casualmente era rosada. Volví a sentir el olor a pichí.

De regreso caminé tranquila las mismas cuadras largas de antes.
Mejor, dejarme de joder con los secretos que no sé.




                                                                                                    Rita de los vientos

5 comentarios:

  1. te felicito che, que bueno "lo habré tomado bien", siga escribiendo
    saludos

    ResponderEliminar
  2. buenisimo, gran pluma y claridad conceptual.

    MB SOTE

    ResponderEliminar
  3. estoy con los comentarios anteriores, pase medio sin tiempo por el toman a ver que onda y el inicio ese sueño de la fiesta entre pantalones meados me agarro y me solto solo en el punto fnal.
    Buenisimo

    ResponderEliminar
  4. Grande Rita. Tremendo texto, tremendo, tremendo.

    ResponderEliminar
  5. Comparto con los demás, muy bueno. (y hubo partes en las que me reí)

    ResponderEliminar