miércoles, 8 de mayo de 2013



Crucé la Avenida hasta la mitad porque el semáforo se puso rojo justo ahí. Miré los autos que iban y venían, en subida y en bajada. Rápidos, sucios, llenos, o no tanto. Tóxicos. Yo quietita ahí en el medio , adorando la velocidad y el movimiento de alrededor.

Pensé en hacerlo, quise hacerlo: cruzar en ese mismo momento que adoraba con pasión lo que pasaba. Vivir y morir ahí, en ese paso o en el siguiente, no duraría mucho más. Torcer con miedo o angustia las caras de los que miran insulsos desde en frente.  Reventar ardientemente contra todo y detenerlo.

Bajé la calle heroica.
Y ahí mismo cambió la luz.

No pasó nada.

Caminé a casa calle abajo imaginando un torrente de sangre a mis espaldas.  Esperanzada de que aquello en verdad hubiese sucedido y que entonces mi corriente de muerta me llevara. 

Tampoco pasó nada.

Al llegar,  puse un caracol en el baño y decidí  que voy a viajar a un lugar con playa.

Rita de los Vientos.

6 comentarios:

  1. exelente rita, te felicito, me encanto, bienvenida a este espacio literario te esperamos siempre que quieras publicar, leer o simplemente comentar
    saludos

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  2. Me gusto, la cruzada tiene una extraña tentación no? como mirar las baldosas de la vereda desde un balcón muy alto e imaginar el impacto. Supongo nos pasa a todos. espero.

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  3. Bienvenida, alma hermana. Qué gran texto, impactante, descarnado y también tierno.

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  4. Qué lindo! Comparto mucho el deseo de vivir cerca del mar

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    1. jaja. creo que lo compartimos todos.

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    2. lo más cercano de agua que tengo es el río suquía

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