Dos poemas que juegan con el tema de la locura

Siempre
creí
que poder preguntarse
por
la locura
era estar a salvo
de
ella
pero el doctor
fue
claro
su diagnóstico categórico
me fui a casa
ansioso por mirarme en el espejo
y reconocer
una a una
las marcas
de la locura
que crecerían en mi rostro
como cerezas
o alguna otra fruta/ más exótica
y de gusto más amargo
¿por qué no decirlo?
aceptar
la locura
me pareció lo más sano
entregarme a
la locura
como a los brazos
de una madre
nacer de nuevo
¿no sería un poco loco?

contener las ganas
de romperme
la cabeza
contra el vidrio
no parecía
una decisión tan
cuerda
por eso / lo hice
y cuando me agaché a levantar
el espejo roto
miré a el mundo
como lo hacen las arañas

reconocí
una a una
las locuras sucesivas
en las que iría
cayendo
me imaginé
a mi mismo
como un líquido
pasando por lo tubos de un laboratorio
un poco loco / así como los vemos / en la tele
y lo que sentí
fue una mezcla de cosas
que no puedo poner en
palabras


II

no tiene cabo
ni rabo
lo que decís
me decían todos
los otros
pero
yo
al cabo de un rato
no les prestaba
atención
y en cambio me entretenía
en pensar
como crecen las rosas en los cementerios
que buen abono son los muertos
y otras cosas
que francamente
no vienen
al caso
pero pensar la muerte es
al menos
peligroso / cuando se es
loco
siempre
existe
el riesgo de quedar
colgado
y olvidarse de
sentir
la baba
goteando
en los pantalones,
en las flores de los muertos
cayendo
como rocío

radical forma de locura
la muerte
pensé
pero mi error / como siempre
fue decirlo / no callarlo
por eso
los hombres son la  única  especie
que no aprenden nada
de sus muertos

                                                        Seoane