Situado en alguna nebulosa lejana hago lo que hago, para que el universal equilibrio de que soy parte no pierda el equilibrio.
Antonio Porchia
I
La vio morir y descansó. Era como ver un reloj detenerse, las agujas y los engranajes y todo el mecanismo que en un instante dejan de latir, diciendo hasta acá la vida el resto es silencio.
Sintió el alivio que se sucedía después del frenesí parecido a un parto, y él podía ahora abandonarse como en el mar al movimiento rimado de las olas.
Era el momento de la belleza, los primeros instantes cuando la voluntad abandonaba al cuerpo y el cuerpo iba tomando el tono, las marcas de la eternidad que se posaban como mariposas y el cuerpo era solo una cosa en el espacio, liberada de las dimensiones del tiempo, de toda búsqueda, ansiedad o angustia, de toda frustración.
Sentía ganas de besar el cuerpo sin vida, de acercar su rostro al de ella, de sentir la respiración silenciada, la temperatura del cuerpo inmóvil como la superficie de un espejo.
(Solo a veces el deseo se apoderaba por completo de él hasta exasperarlo. Entonces tenía que masturbarse, lejos del cuerpo, bajo la lluvia fría de la ducha, con la mirada baja y el antebrazo apoyado contra la pared. Cualquier otra cosa le hubiese parecido una profanación, una debilidad, un acto de un mal gusto imperdonable.)
II
Después llegaban las ganas de vomitar. Caminó despacio hacia el baño, se arrodilló frente al water a una distancia que hubiese podido abrazarlo, y solo cuando vomitó tres veces supo que era suficiente. Se acercó al espejo, se cepilló los dientes mirando directamente al hombre del otro lado. Se mojó el pelo y se peinó con calma. El movimiento mecánico de peinarse enfrente a un espejo le recordó a su madre, al tiempo en que lo peinaba antes de ir a la escuela enfrente de ese mismo espejo. Recordó su mirada, su olor, el contacto de la piel, los ojos de él incapaces de mirar otra cosa que no sean los de ella. Su rostro no le recordaba en nada al de su madre. Había olvidado por completo el tono de su voz.
III
De ella solo sabía el nombre. Habían hablado apenas como se habla en la noche, cuando las palabras son puentes que se desploman una vez caminados. No sabría nunca sus sueños, sus miedos, o si estaba enamorada de otro hombre, o que película la hizo llorar cada una de las diez veces que la había visto, o si su madre la había abandonado a ella y a su padre cuando tenía once.
No era el tiempo de amar, no tuvo ella mil noches para contar su historia.
IV
Sabía que esa noche no podría dormir. Había roto el equilibrio del mundo y una noche de insomnio le parecía un precio justo a pagar. Aunque quizás, nadie sabe, había ayudado a restaurarlo o a preservarlo o quizás en realidad no exista una noción como la de equilibrio en el universo y entonces su acto era solo uno más en la serie interminable, sin jerarquía, sin correspondencia, sin simetría, incapaz de ser juzgado, de merecer castigo o recompensa, o nombre o nada.
Salió al jardín a fumar un cigarrillo. Vio las hojas del otoño desparramadas sobre el césped. Vio la luna anidada en el rostro de niño de la estatua. Vio el agua en la fuente, iluminada, translucida, inmóvil como la superficie de un espejo.
Sintió que el corazón de la noche se había detenido.
Seoane
Muy lindo Seo, tiene mucho sentido, siento que logras meternos en un clima característico de tus relatos, casi siempre diferente, pero que termina cerrando desde el titulo al punto final. Felicitaciones, muy pro lo suyo señor S.
ResponderEliminarMe gustó el texto; las imágenes sugieren lo suficiente y las palabras golpean cuando es necesario. Bien logrado.
ResponderEliminarDespués podemos discutir acerca del equilibrio estable y el equilibrio dinámico.
Le aporto una reflexión del maestro Bucky Fuller al respecto."Yo vivo en la tierra en el presente, no se lo que soy. Se que no soy una categoría. No soy una cosa, un nombre. Debo ser un verbo, un proceso evolutivo, una integral de la función del universo". Saludos.
Genial querido! Viaje con el texto, me encantaría tener más para decir, dejar un comentario que esté a la altura de lo leído pero hoy no puedo, así que simplemente le digo eso, que me gustó, que volvió el Seoane que mejor me cae, y que le agradezco el momento vivido. Saludos!
ResponderEliminarla cuota justa de crudeza y belleza. dos elementos que suman verdad. cuánta riqueza metafórica hay en usted Seoane, parecería haber vivido mil años de sinestesia (si sabe a lo que me refiero, guiño guiño). aplaudo su maestría en este arte, aplaudo su literatura amigo! estos textos lo inspiran a uno, a escribir más y mejor, a esforzarse por estar a su altura... salud.
ResponderEliminarseoane siempre tan meláncolico! sos querido...ceci
ResponderEliminarthe rest is silence.... tiene algo de rest in peace... es verdad....
ResponderEliminar