lunes, 30 de abril de 2012

De esos que andan por ahí


Me mirabas como si te hablara como un desquiciado, como un loco que cree está convencido que tiene la razón en absolutamente todo lo que dice. En realidad, solo te hablaba y te veía el rostro delicado, la nariz con una leve ondulación, como si tuvieras una pequeña montaña, o un cerro, o una pradera, dependiendo siempre de la distancia que uno te mirara, justo en la mitad. Y luego la punta, tan brillante, que acompañaba una boca pequeña, de trazos sutiles y labios finos y color rojo intenso y que se movía temblorosa como si fuera ella por sí misma la que fuera a llorar. Temblaba. La boca.
Luego te miré a los ojos, unos ojos redondos y marrones que en otro momento, o tal vez en otra dimensión, supieron mirar con ambición, con ahínco. Esos ojos miraron y desearon, tenían claro qué querían y qué buscaban. Esos ojos decidían por sí solos. Conquistaban a cualquiera. Me conquistaron a mí, por ejemplo, cuando me crucé con ellos una tarde calurosa en el hall de un edificio céntrico. Ellos, adornados con sus largas pestañas negras que los transportaban lejos como si fueran de otro país, me hicieron pensar en lo efímero que es todo en la vida. En eso que justamente dura un instante y que es lo que todos están buscando siempre y que no es nada más y nada menos que enamorarse perdidamente. Yo, me enamoro todos los días de todas las mujeres. Y de esos ojos que ahora me miraban prontos para estallar al igual que estallan las olas contra las rocas, me enamoré.
Pero la culpa de ese enamoramiento no fue solo de los ojos, fue también de la boca y de la nariz y de cómo los pómulos rosados brillaron cuando te vi pasar como una ráfaga a mi lado. Y que no fue una ráfaga cualquiera, sino que fue mucho más que eso. Fue todo. Fue la eternidad, fue la pérdida total del sentido, que es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Ahora esos pómulos y aquél instante y tu bello rostro completado por la pequeñez de tus orejas, me miran con miedo, con la ingenuidad con la que hablabas y te movías por la calle, sin siquiera percatarte de lo que generás en los demás, como si no fueras capaz de darte cuenta lo que la hermosura de tus facciones puede lograr en los otros.
Cuando me diste la espalda y yo me di vuelta esperando como un iluso que vos también lo hicieras, vi el contorno de tu cuerpo moverse al son de una música que imaginé, que se hizo presente en mi cabeza. Quieta, bailabas. Bach me transportaba a tu interior, a tus sentimientos, enredándome en tu pelo morocho y oscuro como la nada misma. Así que yo, enredado en tu pelo bajé por tu cuello y pude ver, darme cuenta, de lo diminuta de tu estatura, el cuerpo en el que te movías y desenvolvías.
Y ahora mientras me mirás temiéndome y a punto de llorar, sostengo un trozo de tu pelo en mi mano. Un pelo que conservaré para siempre y que será el único recuerdo de lo que tuvimos. Mi trofeo. Tu pelo en mis manos. Tu gracia al caminar. Tus pechos grandes que pedían a gritos libertad por entre medio del escote que llevabas ese día en el hall de un edifico céntrico de Montevideo, cuando te crucé. Pestañé y te vi más lejos. Te vi un paso más lejos, un segundo más en que el tiempo nos distanciaba y todo se volvía insoportable. Un recuerdo reciente que esforzaba por no dejar ir para retenerlo en mi memoria aunque sea un instante más, pero que de todos modos iba a ser insuficiente. Quería congelar el tiempo para siempre y poder disfrutar del único amor que puedo sentir y que no es nada más que lo efímero de las cosas, el momento instantáneo, la fugacidad de la realidad, el desorden, toda la crueldad encerrada en un único suceso, en el cruce de dos personas, en una admiración egoísta y lejana, tan lejana que no parecía mía. La paradoja de la vida. La miseria. Lo triste de nosotros mismos.
Te tengo ahora temblorosa y desnuda y te imagino haciendo el amor, tal vez no a mí, sino a otra persona y escucho tu voz aguda y calma y pienso que ese momento sería único si pudiéramos hacerlo, si tan solo vos lo quisieras tanto como yo lo deseo. Lo guardaría para siempre y lo haría eterno. Me arrodillo frente a vos y te toco las piernas y subo lentamente por tus pantorrillas, pasando por tus rodillas y tu entrepierna. Y ahí me detengo. Ahí. Paso suavemente mi mano por la entrepierna mientras vos temblás. Me levanto y te miro a los ojos, que ya no son los mismos de antes, sino que ahora, así de tristes, pierden belleza pero ganan en encanto. Nunca vas a cambiar. Nunca vas a dejar de ser una chica inocente que piensa que la vida es un plan que hay que respetar paso por paso. Pero ahora pareces diferente. Ahora ya no sé quién sos. Ahora sos menos de lo que creo. Te tengo y no sé qué hacer con vos.
Te tapo la boca con cinta y te digo adiós mientras te callo un no, una súplica que luego hacés con tus ojos y tu cabeza. Y esa es tu última palabra: no. Te miro y veo la cinta gris y las lágrimas que te caen por la mejilla y toman más velocidad o se enlentecen cuando están encima de la misma y pienso en tu ultima palabra, en el no, en el ruego. Negás con la cabeza y mirás hacia arriba y me pregunto si crees en Dios o si te hiciste creyente ahora, si solo buscás sostenerte de algo y alimentar la esperanza de que no todo está perdido, de que la vida de mierda que planeaste y pensaste para vos y los hijos que no tuviste todavía puede ser posible. Y te miro con asco y no te entiendo. Y te toco el rostro y no comprendo cómo. Tu belleza.
Bajás la mirada y me la sostenes un rato hasta que te resignas al final inevitable y miras hacia el suelo. Las manos en alto y unidas en las muñecas parecen rogar por la vida. Parecen rezar, los dedos casi entrelazados. Temblás y cuando lo hacés tus pechos se mueven lentamente. Te miro los pies y subo despacio por tu cuerpo hasta llegar a tu panza. Ahí te toco con la punta de mis dedos y siento como te estremecés y hacés un gesto de asco. Te vuelvo a tocar pero esta vez gritas detrás de la cinta, te retorcés y yo te abrazo con una mano mientras con la otra entro en tu cuerpo, en tu vida, que ahora es mía.



Sigma

domingo, 29 de abril de 2012

Voraz


quiero saberlo todo
¿quién dijo que no puedo?
tragarlo
llenarme el buche hasta regurgitarlo
ver todas las películas
leer todos los libros
engordar por palabra y por imagen:
¡el que elogió el olvido estaba equivocado!

tragarlo todo
saberlo hasta mearlo
que me salgan forúnculos de fiebre informativa
pústulas palabreras

saberlo todo, todo
mascullar
saborearlo
dato a dato de cada cosa y todo de todo
y eso también me viene bien

porque sí porque sí y al que le guste
jamás le contaré mis secretos.

                                                         

                                                                                                                                La Gata Flora

viernes, 27 de abril de 2012

Alianza



  Cada semana había que renovar la alianza ante el anfiteatro en sombras, cada semana la misma angustia de no encontrar las palabras, yo que solo soy palabras, la suma y la sucesión de todas mis palabras, este es mi cuerpo esta es mi sangre, qué voy a decir, de donde voy a sacar las palabras, si no pasa nada, cuando no pasa nada más que el invierno golpeando las puertas y los huesos y la carne y el alma (en alguna parte), y el designio de sacar la ropa de abrigo y las frazadas encerradas en lo profundo de los roperos, invisibles durante el resto de las estaciones, ahí, ocupando un lugar en el espacio igual que nosotros, existiendo con una paciencia imposible para nosotros, de lo que sabe que seguirá siendo, en su forma actual o en el deterioro o en la llama del fuego que la consuma, cosas como la tristeza o el amor o el cansancio que vienen y van en nosotros, en los otros como un péndulo, ahora y siempre, y uno no puede guardarlos como a un abrigo o a una frazada hasta que llegue el frío o el calor,  hasta que llegan los viernes y no hay nada, y uno piensa, esto soy yo, este texto mediocre, esta vanidad, este miedo de no animarme a ser todo lo que yo puedo ser, y desde el otro lado del anfiteatro los fantasmas comienzan a elevar el silencio, en forma de pregunta, en forma de angustia: qué vas a decir que no haya sido dicho antes, qué vas a decir que sea verdadero, qué vas a pelar que nos toque el corazón.

                                                                                  Seoane

jueves, 26 de abril de 2012

Cine Trocadero

 Para ese entonces Jorge Imbert era solo un muchacho, recién le estaba saliendo el bigote y algún que otro pelo en la barba. Era charlatán, simpático y buen mozo, lo sabía porque tenía una buena aceptación entre las mujeres. Aunque a esa edad poco le importaba, el se llevaba el mundo por delante, tenía otros planes otras ambiciones. Le encantaba leer, lo que más disfrutaba era la historia, era un fanático. Como hijo de su tiempo se interiorizo en uno de los problemas ideológicos más trascendentes del siglo XX. Lo raro en un muchacho como él era la capacidad crítica que tenia para con unos y otros, jugando con el desconcierto de donde estaba realmente el problema, aunque en el fondo el tenia ciertos principios, obvio, todos lo sabían. Un día me lo encontré en un bar de Montevideo, era tarde, me invito una grapa, la tuve que pedir yo porque él era menor. La tomamos en un bolichito cerca de la intendencia. Con los ojos perdidos, como quien se sumerge en una aventura típica de un Hemingway, o un Julio Verne, fue que me contó que tenía algo entre mente. Una pista fuerte de que algo podía pasar. Lo mire y me reí, pensé por un instante que podría ser, pero como no me di cuenta me reí más fuerte y le dije "ojo vos, no hagas locuras". "Quédate tranquilo, solo se me antoja ir al cine". Lo mire y nos reímos. Luego seguimos de algarabía mientras hablábamos de cosas barias, compartiendo otros tragos, creo que yo me cambie al whisky, porque todo bien con la grapa, pero mi historia es con Escocés. Lo vi marcharse 18 rumbo al puerto. Que linda zona que era esa, confiterías, bares, restaurante, cines, un Montevideo pujante, cosmopolita.

 El sábado 9 de octubre de 1948 en el cine Trocadero se estrenaba la película anti comunista "La cortina de hierro". Como en otras partes del continente el partido comunista monto un operativo para sabotear ese espectáculo. En la sala a la hora de inicio de la función se tiraron bombas de olor y algunas de alquitrán contra la pantalla. Hubieron corridas y vidrios rotos, la policía no estaba desprevenida y actuó. 108 detenidos, de los cuales 30 fueron procesados por "asonada" (levantamiento, motín). De ellos 12 reportaron ser víctimas de castigos severos por funcionarios de la SIE (servicios de inteligencia y enlace). Este es tomado por algunos historiadores como el primer coletazo directo de la guerra fría, uno de los tantos.



                                                                                                                                
                                                                                                                              tito

miércoles, 25 de abril de 2012

Cada dos meses y salteado.

Cada día me asombro mas de como se rompen los sueños y las ilusiones. Si hay un Dios debe de haber un alcahuete de Dios que es el encargado de romper sueños, así como debe de haber otro encargado de administrarle la suerte a la gente, entre de otras miles de cosas que se deben de ocupar. Yo me los imagino como personas chiquitas, tristes y grises, que en vida fueron unos infelices y ahora están ahí lambetiando al barba. Calculo que debe de haber un mamadera de Dios para cada uno de nosotros, y el que me toco a mi se ve que era un hijo de puta, siempre pinchándome el globo el muy sorete, y con la suerte...nada, yo nunca tuve suerte, hay gente que vos ves y tiene suerte hasta para jugar a las bochas, yo nada que ver. Nunca encontré plata tirada, si llego a la parada con el ómnibus al lado nunca frena siempre mira para el otro lado y sigue (igual tengo la teoría que si tuviera un par de tetas a lo vedete argentina pararía.) las pocas veces que fui a un casino perdí, creo que una sola vez a los 16 años que gane $50 y me fui chocho porque me daba para otra cerveza, las veces que jugué al 5 de oro nunca emboque ni un solo numero, siempre arranca a llover cuando estoy en la calle. Así miles, y con los sueños e ilusiones es lo mismo, siempre me caga el enano gris ese de lentes y peinado a la gomina para el costado. Pero no hay mal que por bien no venga, ya se va enderezar esto, el enano gris va a pegar un ascenso y mi suerte va a pasar a ser manejada un por algún borracho putañero capaz ahí la empiezo a poner mas seguido. 

martes, 24 de abril de 2012

la muerte / el amor / la muerte / el amor

la muerte / el amor / la muerte / el amor

mientras deposita su cuerpo en el colchón, rebotan en su cabeza estas palabras. intercaladamente. intermitentemente. inevitablemente. a veces la cabeza se asemeja a un disco de vinilo rayado por los años y los vicios. y un par de sonidos se repiten, como el eco de un taladro. y uno no se puede librar de ellos, por más que lo intente. y la voluntad no tiene más que aceptar el castigo. y agachar su cabeza, callada y sombría. degustar el instante, por más lastimoso que sea y esgrimir esa sonrisa, morbosa y desafiante, la del condenado a muerte que, ante la sombra del verdugo, más muestra sus dientes y su cuello se estira, invitando al hacha cortante…

¿se habrá despedido de la mejor forma? ¿por qué siempre en los momentos más inoportunos se le escapan ese tipo de comentarios lastimosos? ¿será que los años traen consigo su cuota de perversidad? ¿ó es que el niño es perverso per se y es lo natural y uno con el paso del tiempo se va convirtiendo en alguien normal, que reprime debidamente sus impulsos y emociones con la docilidad del perro viejo que se niega el gusto de mear la alfombra?

a la muerte no se la puede engañar, ni mentir, ni elogiar. un zarpazo y sanseacabó. no hay nada que tranzar, nada que negociar. ella reclama vida y nada más. llega y con sólo extender sus dedos fríos, lima el rostro de máscaras…

¿estará del todo preparado para soportarla? ¿qué es lo que tanto teme, si es cuestión de un segundo? se debate internamente. un sudor frío baja lentamente. cubre y moja su cuerpo. todavía latente. se ha propuesto saborear ese preciso instante en el que observará a la navaja morder sus venas. poseerlas. desangrarlas.

¿qué lo detiene? ¿qué lo frena? ¿qué lo acobarda? sabe muy bien… la ha dejado esperando. jadeando sobre la cama. como perra en celo. la muerte como amante. muerde los senos de la antes viva. y el culpable viene a buscar consuelo, triste y cobarde consuelo. ruega a la muerte. le falta coraje. titubea. el cuchillo tiembla en sus manos, no de deseo sino de duda. no está listo. vivirá con la culpa. de ahora en adelante. la muerte nunca será su amante. irá por la vida (si a eso se le podrá llamar vida) portando una corona. la que tuvo cristo sobre su frente. la del remordimiento. sus oídos sólo escucharán esas palabras. las últimas pronunciadas por él. no te amo. luego el grito de ella. corta el aire y hace aparecer la muerte / el amor / la muerte / el amor

Elugo

lunes, 23 de abril de 2012

Por aca

No te mueras nunca, no quiero que pases por eso.
Ninguno de nosotros te  enterrara.
Te convertirás en polvo y el viento te sacara a pasear, desparramado en el campo parte de la tierra serás.
Tus ideas tu pensar se desvanecerá contigo sino te partes de un grito justo a tiempo.
Diles que no me sigan, que no se toquen, que no me traigan, que no nos traigan.
No es por ahí, están mal, puedo ver sus nucas, sus espaldas, inmensa cantidad de huellas todas apuntan para el mismo lado.
Convéncelos  que frenen, que no se empujen, que no se peguen, que no se maten.
Están tristes, están agitados, agotados…cansados de sufrir.
Cuéntales que morirán muy pronto, que caerán tendidos al costado del camino y nadie se detendrá a juntarlos, tampoco su dios, el que le cuentan los que van en la punta de la fila.
Los han estado engañando, se han dejado engañar.
¿Dónde esta su lindo dios? ¿Por qué no frenan? ¿A dónde quieren llegar? ¿a que le temen tanto?
¿Por qué no viven?

                          

                                                                                                                                        Goalter



domingo, 22 de abril de 2012

motivo existencial

Imagínese que por un momento nos sentimos obstruidos por una vibración en todos los huesos del cuerpo.
La historia comienza así, una pequeña vibración que posterior se manifiesta en todas las partes del cuerpo como un temblequeo pueril y patético. Caminaba por el estático Montevideo en busca de algo que diera resultado, solía ser siempre el mismo lugar recurrente al que a uno acude cuando necesita algo -porque todos sabemos que hay lugares determinados para determinadas cosas que necesitamos- específico y especial.
Después de malgastar mi tiempo en ómnibus, paradas, caminatas de meditado sentido me cruce con un espejo querido mío que siempre me habla de mi estado de ánimo. Me contó varias cosas: cuantas personas habían pasado a visitarlo hoy, como se encontraban ellos, a donde iban, que querían, e inclusive a quien amaban.
Supuse que aquello por lo que iba en búsqueda podría esperar y me senté un tiempo a escucharlo.
- La mayoría son oficinistas que llegan tarde o que salen a descansar,
Me hablan mucho de trabajo, cosa que me aburre en su totalidad.
Pero hay algunas personas interesantes, ya llevo más de 40 años en esta esquina de 18 y minas. Hace varios años se pasaban varias figuras a visitar a su amigo el espejo, Rubén Rada pasaba mucho por aquí tiempo atrás. Hace poco paso de apuro y me dio lástima, creo que piensa que no lo reconocí así con su vejez y su locura, ¿Viste como se viste ahora?
Bueno mi querido amigo aun así no quiero molestarte con mis historias.
La verdad que la semana pasada eras otra persona si puedo decírtelo así, con el respeto de un amigo. Tiene usted la mirada perdida, sofocada, y esclava de la gente que anda en la miseria.
¿Ya se va? ¿Tan pronto? Bueno cuídese, y vengase cuando quiera que yo de acá no me muevo ¡Gracias por el vino!
Decidí irme porque a veces el reflejo le dice a uno lo que uno ya sabe de íi mismo, si sabe escucharse.
Procuraba por estos años ser mejor persona, cosa que lograba con dificultad. Solía siempre caer en los mismos  pensamientos  dañinos que me caracterizaban.
Ya había olvidado lo que buscaba, quizá porque la necesidad no era más que un capricho. Pero de caprichos se crean las personas- la personalidad es una  variable de caprichos positivos y negativos de una mente- Empecé a darme cuenta que mi cuerpo no vibraba hace años, que solo de un cuerpo podía hablar-sin sus correspondientes alma mente- que ninguna emoción surgía de mi espontáneamente.
Caminando ya sin rumbo, me tope con la plaza del entrevero y accedí a depositarme ahí, como quien deposita un objeto, me tumbe de golpe en uno de sus verdes bancos.  Y no quedaba más que sentarse y esperar, observar al populi pasar con sus apuros de siempre, las personas me observaban también de reojo con una mirada de apuro y furtiva, como quien mira a un espejo y no quiere que lo vean, así empecé yo a sentirme objeto, a sentirme espejo- porque que somos nosotros si no menos que reflejo de una sociedad- algunos con una mirada orgullosa, otros tímidos, y otros tantos tristes, muy tristes.
Comencé a visualizar en los bancos cercanos a personas similares, parecidas, por no profanar la ilusión de lo imposible, porque decir que eran idénticas sería imposible.
Y así comencé a entender la dualidad y cantidad de los seres espejo.
Seres humanos alguna vez, si, pero ya no más.
Seres asesinados, dados a muerte, de la forma más extraña por la que uno puede morir.
La muerte del alma, muerte que nos deja pensar que estamos vivos, que estamos llenos de vida. Pero presupongo que vivir debe ser algo más que contemplar las necesidades básicas, comer, beber, respirar, cagar, tener sexo, punto.
Como el tiempo me acompañaba me dispuse a contemplar mi vida retrógradamente y encontré el momento exacto, el momento sublime cuando me asesinaron el alma, creo que recuerdo haberla visto desvanecerse como una sustancia etérea, partículas de aire que se llevaba el viento sin preguntarme.
Fue en ese momento en el  que de un impulso me levante del banco y comencé a buscar de nuevo, sin saber qué exactamente, pero con la cabeza levantada.
Una estepa de color púrpura me llevaba por caminos ya recorridos, a sabiendas de un recuerdo o de otro, empezaba a sentir una vibración pueril y patética en todo mi cuerpo, camine por varias horas y la estepa se detuvo frente de una vieja casa por el barrio del que una vez estuve enamorado, querido Villa Dolores.
Y recordé que estaba buscando cuando comencé a caminar por Montevideo.
Estuve unos minutos frente a la puerta de la casa y orgulloso toque el timbre.
-         ¿Qué haces acá?
-         Nada, yo que sé, pasaba por acá…Te Amo.


Fato Arcano

sábado, 21 de abril de 2012

EXILIO

en un café porteño sin saber qué escribir.
abasto luce intrépido esta noche.
arriba de la mesa una caja de fósforos:
el exilio es la silla vacía que está enfrente
y un celular sin saldo.

transpirada del subte
pienso que la torpeza es un designio
ese pequeño escaloncito, carajo
no era tan difícil de esquivar.

los autos un arrullo
un ronroneo, menos mal.

hoy estoy lejos de quien me necesita.
la paradoja del tiempo y el espacio
con el alma la tríada está desencontrada.
el triángulo final.

atada al cuerpo
la torpeza es designio
y este barrio de tango suena a poco.

en un rato otra vez la pantalla
entregaré la entrada
haré la fila
me moveré en la silla
incómoda, abstraída
levantaré las piernas
retumbaré los pies
tomaré mi cabeza entre las manos
miraré alrededor y volveré a pensar
quién soy, quiénes son estos
que ocupan las butacas
que no son ella que hoy, me necesita.

ahí viene el mozo, el mismo
me trajo un capuccino
me prestó la birome:
triste destino en este buenos aires.

por primera vez sé que estar ausente
tiene que ver con ella y su ternura.
¿qué será este poema?
¿un poema de amor? ¿una ironía?
10,50 pesos argentinos.
en media hora empieza la película.
                           
                                  La Gata Flora

viernes, 20 de abril de 2012

Equilibrio


          Situado en alguna nebulosa lejana hago lo que hago, para que el universal equilibrio de que soy parte no pierda el equilibrio.
                                                                           Antonio Porchia

     I

 La vio morir y descansó. Era como ver un reloj detenerse, las agujas y los engranajes y todo el mecanismo que en un instante dejan de latir, diciendo hasta acá la vida el resto es silencio.
Sintió el alivio que se sucedía después del frenesí parecido a un parto, y él podía ahora abandonarse como en el mar al movimiento rimado de las olas.
 Era el momento de la belleza, los primeros instantes cuando la voluntad abandonaba al cuerpo y el cuerpo iba tomando el tono, las marcas de la eternidad que se posaban como mariposas y el cuerpo era solo una cosa en el espacio, liberada de las dimensiones del tiempo, de toda búsqueda, ansiedad o angustia, de toda frustración.
 Sentía ganas de besar el cuerpo sin vida, de acercar su rostro al de ella, de sentir la respiración silenciada, la temperatura del cuerpo inmóvil como la superficie de un espejo.

(Solo a veces el deseo se apoderaba por completo de él hasta exasperarlo. Entonces tenía que masturbarse, lejos del cuerpo, bajo la lluvia fría de la ducha, con la mirada baja y el antebrazo apoyado contra la pared. Cualquier otra cosa le hubiese parecido una profanación, una debilidad, un acto de un mal gusto imperdonable.)

      II

  Después llegaban las ganas de vomitar. Caminó despacio hacia el baño, se arrodilló frente al water a una distancia que hubiese podido abrazarlo, y solo cuando vomitó tres veces supo que era suficiente. Se acercó al espejo, se cepilló los dientes mirando directamente al hombre del otro lado. Se mojó el pelo y se peinó con calma. El movimiento mecánico de peinarse enfrente a un espejo le recordó a su madre, al tiempo en que lo peinaba antes de ir a la escuela enfrente de ese mismo espejo. Recordó su mirada, su olor, el contacto de la piel, los ojos de él incapaces de mirar otra cosa que no sean los de ella. Su rostro no le recordaba en nada al de su madre. Había olvidado por completo el tono de su voz.

     III
   
   De ella solo sabía el nombre. Habían hablado apenas como se habla en la noche, cuando las palabras son puentes que se desploman una vez caminados. No sabría nunca sus sueños, sus miedos, o si estaba enamorada de otro hombre, o que película la hizo llorar cada una de las diez veces que la había visto, o si su madre la había abandonado a ella y a su padre cuando tenía once.
  No era el tiempo de amar, no tuvo ella mil noches para contar su historia.

     IV

 Sabía que esa noche no podría dormir. Había roto el equilibrio del mundo y una noche de insomnio le parecía un precio justo a pagar. Aunque quizás, nadie sabe, había ayudado a restaurarlo o a preservarlo o quizás en realidad no exista una noción como la de equilibrio en el universo y entonces su acto era solo uno más en la serie interminable, sin jerarquía, sin correspondencia, sin simetría, incapaz de ser juzgado, de merecer castigo o recompensa, o nombre o nada.

 Salió al jardín a fumar un cigarrillo. Vio las hojas del otoño desparramadas sobre el césped. Vio la luna anidada en el rostro de niño de la estatua. Vio el agua en la fuente, iluminada, translucida,  inmóvil como la superficie de un espejo.
 Sintió que el corazón de la noche se había detenido.


   Seoane

jueves, 19 de abril de 2012

la secuencia

  nunca pensé que el antojo de un panchito me traería tanta cola, como mucho alguna descompostura, pero esto: nunca. Mientras miraba un aburrido partido de basket entre dos cuadros de los que no era simpatizante, se me antojo ir por un aperitivo. A lo lejos un cartel me ofrecía 2 panchos por 40$. No lo dude, el pancho, la comida por excelencia del basket y a ese precio, una ganga. Me levante sin decir palabra alguna, camine hasta la escalera y subí un par de escalones hasta dar con el panchero. Había bastante gente, espere. Fue ahí que me di cuenta que mi alma es infiel, ya  no importaba con cuanto esfuerzo lo quería disimular. La verdad se estaba escribiendo.

 hacia mucho tiempo que tenía algo para decirle pero no me animaba, era como si el destino me robara la vos cada vez que llegaba el momento, no me salían palabras, era un mudo. Las cuerdas vocales parecían romperse y en vez de palabras se me dibujaba una vacía sonrisa. en el fondo supongo que mis silencios no eran mas que la burda esperanza de que algo cayera del cielo, ese algo que es capas de cambiar una historia, capas de mejorar un entorno. No había dudas de que teníamos mucho en común, mucho amor y compañerismo pero supongo que con eso no bastaba, no en ese momento. Aun así me aferraba a todo eso y al deseo de que eso cambiaria, de verdad que lo sentía. Por momentos era muy bello.

  "te pido que no me escribas mas" me dijo ella con su clásica voz suave, calma, segura. "no, no, yo te amo" le respondí en medio de una nube, no sabia que hacer. Me sentí apartado del momento por una fuerza sobrenatural, una ruptura en el tiempo y en el espacio, algo raro."Yo también te amo, pero ya fue" me dijo entre lagrimas. Al verle los ojos sentí como todo aquello que alguna vez fue se rompía, el pasado, el presente y porque no: el futuro. Agache la cabeza.

 tarde, siempre tarde, así era mi vida. Llegue a pensar en cambiar de reloj pero no era esa la historia, creo que simplemente estaba demasiado pesado de cabeza, de alma, de todo. Parecía como si ese estado no me permitía acomodarme a las reglas de la sociedad. Que lindo que suena pensé, "jajaja". Me sentí todo un rebelde, uno de esos viejos forasteros del far west yanky, un Clint Eastwood o alguno de esos monstruos. ¿Lloraría el viejo Clint? yo si lloro, por suerte, me hace bien. Pensar que antes no lo sabia, cuanto dolor, hay tanto que no se. Parecía que cada vez que me sentía bien, un fantasma se me presentaba cual cuento de navidad y me decía "sos un nabo". No se si ese fantasma era yo, o que era, pero sin dudas le creí, no se porque, supongo, estaba precisando creer en algo.

                                                                                                           tito

miércoles, 18 de abril de 2012

No hay mal que por bien no venga.

Vino y se fue, como una tormenta de verano. Al fin y al cabo eso era la vida, ir y venir, una tormenta de verano. Ya había pasado los 45, ya había formado una familia y ya la había destruido, había tenido una casa y la había perdido así con casi todo en su vida. En una época brillo, ahora no brillaba ni en la mas oscura de las noches. Era un tipo que no se daba por vencido, aunque mas de una vez se había planteado distintas salidas, ninguna buena. Se volvió alcohólico y adicto a los cigarros. Lo del alcohol venia de joven, hasta de niño se podría decir.
-Bueno Carlitos, como va hermano?
- Jodido hermano, para que te voy a mentir.  Viste cuando pensas que todo va a ir mejor, nada puede empeorar y de pronto ¡PUM! Un baldazo de agua fría en medio del polo, y te preguntas de dónde salió? Como llego? Pero no hay mal que por bien no venga, uno se agarra un vasito y de ese balde de agua fría congelada se puede hacer hielo y tomar un whiskacho.
Carlos salió por última vez de lo que había sido su casa, después de unos minutos contemplando aquella vieja puerta de chapa que tantas veces se alegró de ver cuándo volvía de trabajar 14hs en la fábrica con un descanso de ½ hora que no le alcanzaba ni para llegar al postre. No sabía que iba a ser de el de ahora en más, esa noche sabía que iba a ir a la pensión de un viejo amigo, de esos que no los ves por años pero cuando los volves a ver es como si hubiera pasado un día nomas. Y así si fue que se tuvo que ir con la cabeza gacha, una bolsa de Macri de esas que te regalan cuando no te hacen el 50% de descuento, con la poca ropa que tenía un tupper con la torta de fiambre de la noche anterior y un reloj despertador  que sonaba cuando quería. Pero no tenía más remedio que irse e intentar recomponer su vida. En la pensión lo esperaban amigos y viejas prostitutas con las que había pasado alguna que otra noche de placer y también noches de vergüenza, como cuando se llevó un travesti a la habitación no se lo pudo voltear y termino jugando carrera de quien se masturbaba mas rápido. El único que salió a despedirlo fue el amante de su mujer, que con una palmada en la espalda le dijo todo. Nunca había tenido hijos, aquella patada que recibió cuando quiso copular con una yegua en el campo de su progenitor lo había dejado estéril de por vida y gracias a esa yegua tiempo después no tuvo mas remedio que aceptar que era un cornudo, el siempre lo había sabido, empezó con una leve sospecha cuando su mujer le decía que llegaba tarde de la oficina porque tuvo el cumpleaños de alguna amiga, la primera, la segunda y hasta capaz la tercera vez se la creyó, pero parecía que esta mujer tenía mas amigos que Roberto Carlos, todos los días un cumpleaños nuevo. Después vinieron las salidas de los fines de semana, él nunca estaba incluido. Mientras miraba Sábado de bus y practicaba en la soledad de su hogar el corchito anhelando poder algún día estar al lado de Nico Repetto jugando por el auto, su mujer se volteaba algún que otro atorrante que buscaba unos mangos de una mujer casada para después salir a bolichear y conseguirse alguna pendeja de pollera cortita. Y cuando lo quiso charlar la mujer se deslindó de toda responsabilidad –no es mi culpa si vos no me atendes bien – le repetía. Pero claro es imposible laburar todo el día para llegar y echarle un polvo a la gorda.  El sentía que después de los 5 años de casados cada día había menos amor en la pareja hasta llegar al punto de tener un cierto respeto por el otro nada más. Pero complicado fue el día que se percató que a su mujer le había crecido la panza medio que de golpe.
-che Rosa que te parece si empezamos a dejar de comer pan en casa?
- me estás diciendo gorda?
-y… no gorda gorda, pero tenes que aceptar que estas un poco mas rellenita no te parece?
- rellenita? Rellenita me estas diciendo zángano infeliz? Rellenitas las pelotas, rellenita esta la paspa bolas de tu madre, o la muy puta de tu hermana que se anda volteando cuanto camionera este haciendo cola en el puente para cruzar a laarrrrgentina (decía laarrrgentina igualito al viejo niembro.)
- para che, no te pongas así gorda, si lo único que te dije era que estabas con un poquito de sobre peso.
- estoy con sobre peso y queres saber porque? Porque estoy embaraza ciervito silvestre – le dijo mientras le acariciaba la cabeza y se le escapaba un pedo de tanto reírse.
- embara que? Si yo soy estéril como vas a estar embarazada? Asumí que sos una gorda de mierda nomas como la gorda Gelman UNAS GORDAS DE MIERDA.
Y ahí fue que Rosa llamo a Julio. Quien es Julio? Es el padre de la criatura, el que mando a llamar a la cigüeña, en el barrio mas conocido como el pata de bolsa.  En ese momento Carlos entendió de lo ciervito silvestre. Enseguida se le vino a la mente Bambi, la mamá de Bambi y  no le quedó otra que reírse, reírse de su propia desgracia fue lo único que lo ayudo a volver a las putas y los amigos. Esa misma noche se sacó las ganas de lo que siempre había querido hacer y no se animaba, espero a que su mujer se durmiera, entro en silencio a la casa, se bajó los pantalones y defeco a placer en la cara de Rosa. Desde ese día Carlos se volcó a la noche, dejo la fábrica y se fue a Melo, donde administra uno de los prostíbulos/zoológicos mas exóticos del país. 

martes, 17 de abril de 2012

dreamer head


“Anoche tuve un sueño, y dentro de ese sueño, tuve otro sueño…”  

Fue como si un mecanismo de muñecas rusas se accionara en mí soñar, y mi cabeza soñadora se transformara en un juego de matrioskas. 

Hace tiempo trato de ejercitar mi memoria onírica para fomentar la capacidad de tener sueños lúcidos.

Todo empezó con un despertar de la vida.

Anoche, tuve el poder de forjar la materia de los sueños. Parecía que si me concentraba, todo lo que me imaginaba iba tomando parte en esa realidad onírica. 

Claro que lo primero que intenté crear fue la imagen de ella… primero fueron sus pies, luego siguieron sus piernas, luego apareció todo su torso; de él salieron los brazos, el cuello, la cabeza. 

Estaba acostada a mi lado. Nos vimos envueltos en sábanas de oscuridad. Feliz y asombrado la contemplé por un rato, ella sostenía una mirada extraña y distante, que me hizo recordar que era una proyección mía, de mi sueño. Me miró y me preguntó ¿qué me pasaba? ¿Por qué la miraba tan raro? Y en ese momento todo se desvaneció…

Creí despertar, pero sólo lo había hecho a medias. Con un ojo espiaba y reconocía mi habitación en penumbras, mientras que el otro era preso de una oscuridad infinita. El ojo espía se cerró y se sumió en la negrura, mi mente se volvió a concentrar. 

Fui imaginando (o recordando) un paisaje… primero fue el suelo donde pisaba, arenoso, repleto de rocas. Luego, mi vista se centró en el cielo, que de negro se hizo celeste (totalmente celeste, las pocas nubes que flotaban allí las pude borrar con mi dedo). Me invadió la extraña sensación (parecida a un déjà vu) que te impulsa a sentir propio un lugar, a sentir que ya se ha estado allí, que se conoce ese espacio. Observé a mí alrededor y vi que todo era desierto, un desierto enrarecido, lunar. Y en un instante todo se cubrió de niebla. Entonces comprendí lo que dijo aquel galáctico poeta: 


Como si el cine hubiera aprendido a ensamblar su forma en base al ritmo de los sueños, fui transportado a la siguiente escena: me encontraba en el balcón de un edificio, en una noche oscura, falta de luna, rodeado de un montón de amigos, diciendo:

“Anoche tuve un sueño, y dentro de ese sueño, tuve otro sueño…”  
 
Elugo

viernes, 13 de abril de 2012

Madrugada

 En medio de la fiesta no se veía la cruz que cargaba. Lo había conocido esa misma noche y  habíamos generado una confianza extraordinaria. Cuando amaneció y nos dimos cuenta que ninguno de los dos tenía marihuana lo invité a mi casa donde me acordé que tenía un poco guardada en la heladera.
 En el camino fuimos callados. Al llegar a casa la charla se desató y comenzamos a hablar de manera compulsiva, de los temas más variados. Había venido de lejos y yo no sabía cuanto había dejado allá. Le pregunté si había alguien esperándolo y me dijo que no y me dijo bueno y me dijo es complicado. Me contó que en el último lugar en el que había estado había conocido a más de una mujer y había salido con ellas durante el tiempo en el que estuvo allá. Le pregunté si extrañaba a alguna de ellas y se quedó un tiempo callado, pensando su respuesta y en más de una ocasión empezó una frase y la dejo desplomarse en el aire, como un bailarín que a ultimo momento retirara las manos. Yo lo entendía, yo las extrañaría a todas y quizás ni por un segundo haría algo entre la gente que lo mostrara, acostarme con ellas y mirarlas de costado y volver a dibujar la forma del cuerpo con mis manos como si yo fuera dios y estuviera revisando lo creado.
Hace poco hablé con una de ellas.
Me dijo que tenía un atraso, que estaba embarazada. No supe que decir, lo miré fijo a los ojos para que sepa que lo escuchaba y esperé al momento en que siguiera hablando. No podía creer lo que escuchaba. Le pregunté qué quería hacer y me dijo que ya lo había decidido. Iba a abortar. ¿Qué podía hacer? Me miró. Supongo que nada, respondí. Le dije a ella que no se preocupara por la plata, que yo esa misma semana se la giraba. Bueno, le dije, entonces ya no hay nada más para hacer, hiciste lo que estaba a tu alcance, lo que hubiera hecho cualquiera.
 ¿Qué pensas, en serio?
 No se, yo creo que hubiera hecho lo mismo que vos, pero lo pienso y se me rompe el corazón. Si. Yo tendría que haber estado ahí. Vos no la conocías a ella (¿porque no me dice el nombre?), era chica, a veces cuando estábamos juntos lloraba y yo la miraba sin entender y ella me decía que no sabía por qué. Todavía vivía con sus padres. Y esto, ¿te imaginas?, pasar por esto, ella solita.
Si, la imagino.
Ella sola (su madre le habría enseñado a rezar el Ave María para cuando no haya nadie y necesitara fuerzas) en una sala de espera a la madrugada, las paredes infinitamente blancas con un color que habrán pedido prestado a la nada y cuadros de los impresionistas que la vigilarían colgados como testigos silenciosos de la infamia, las palabras de Van Gogh en la nota de suicidio la tristeza durara, los pisos blancos, impecables, el doctor y la bata blanca sin una sola mancha y la sonrisa cálida que le diría una vez dentro del consultorio, tranquila, todo va a estar bien, y ella que tendría que pensar el movimiento de las piernas por miedo a desmayarse y que trataría de devolver la sonrisa para no parecer muerta de miedo.
Si, la imagino.
Por un tiempo ninguno de los dos habló.
Sabes al final  cómo salió todo, le pregunté.  Si, la llamé hace unos días. Estaba tranquila, me preguntó cómo estaba (yo en ese momento hacía todo lo posible por no llorar, casi no me salía la voz) le dije que estaba bien, que no importaba, que en verdad me interesaba saber como estaba ella. Quedate tranquilo. Todo salió bien.


                                                                                              Seoane

jueves, 12 de abril de 2012

Armazón

 Hoy tito le cede su jueves a una fiel seguidora del toman que se ha decidido a dar sus primeros pasos en esto de la literatura. Un gran saludo para ella, bienvenida y muchos éxitos.



Trato de confiar, de soltar, de ceder. Por momentos pareciera que lo logro. Logro entregar las riendas de mi caballo y permitir que un otro lo dirija hacia un destino que desconozco, pero que no ansío conocer con anticipación. Logro hablar sin miedo al uso que puedan hacer de lo que revelan mis palabras. Logro  cerrar los ojos, sin vichar, dejando que él toque mi cuerpo sin yo poder predecir dónde, cómo y en qué momento. Logro dejarme llevar por la corriente que no sé de dónde viene ni hacia dónde va, pero no importa… Nada parece preocuparme en ese estado de confianza plena en el otro, en la vida.  Me lleno de sorpresas gracias a que logro no planear, no controlar.

Pero esta entrega hermosa no resulta eterna. De repente el mundo parece transformarse en una amenaza y corro a prender el botón de la alarma. Mi caballo parece estar dirigiéndose hacia un destino lleno de peligro. Mis palabras no quieren revelar nada que vaya a exponerme demasiado. Mis ojos no quieren cerrarse del todo sin que mi mente conozca qué pasará. Invierto todas mis fuerzas para nadar en contra de la corriente y llegar al lugar que yo sé que es seguro.  Trato de controlar, predecir, calcular. No puedo sentir otra cosa que miedo. Cualquier objeto externo a mi parece ser causante de que yo refuerce mis defensas.

Un armazón empieza a cubrir mi cuerpo para protegerme y empiezo a tranquilizarme. Nada me lastima. Me siento a salvo, aunque no logro sentirme feliz. El armazón es tan fuerte que nada, pero nada, logra atravesarlo. Ahí dentro no hay peligro pero tampoco hay sonidos, no hay olores, no hay sabores, no hay paisajes ni personas. Es un adormecimiento generalizado, en donde solo la mente sofocante está despierta.
Empiezo a extrañar las caricias, las palabras, la música, las cosas. Extraño a los demás. Extraño el amor, la tristeza, la rabia, el placer. Quiero salir, volver a sentir, volver a confiar, volver a vivir.

Intento con toda mi fuerza romper el armazón. Sudo, lloro, grito por dentro rogando que de afuera me rescaten. Nada parece tener resultado. Me es imposible aceptar que fue mi propia mente llena de miedos quien me encerró, quien me adormeció, quien me mató. 

                                                                                                                    Giorgi




martes, 10 de abril de 2012

Macaca/o

Hicimos con Florencia Colucci este corto para un concurso:

http://www.youtube.com/watch?v=6NAL1qI306A

Vota desde YOUTUBE poniendo ME GUSTA!!!
Y difundí, compartí, exhibí!!! Que el corto está basado en el lema PARIDAD ES IGUALDAD…
MUCHAS GRACIAS!!!

Elugo

lunes, 9 de abril de 2012

Muchacha

Yo si besaría tus labios con ganas.
Imagino el apagarse de mis ojos, mientras avanzan hacia los tuyos hasta casi tocarlos.
Las bocas de ambos, hambrientas, se guiarían mutuamente y se encontrarían a mitad de camino chocando los labios hasta deformarse.
El rozar suave de mis dedos, recorrería tu mejilla con tanta delicadeza, el revés de mi mano deslizaría por tus pómulos, bajaría hasta rozar tu boca y se perdería en una caricia suave en tu pelo.
La ternura mas profunda estaría en mis labios y los movimientos armoniosos de ambos serian danza ante los ojos de los curiosos.
Se tanto de vos, casi me animaría a decir que se todo de vos, como también se que te amo.
Tendría que contener las ganas de contarte cuantas veces imagine este momento, por miedo a que te asustaras, como tampoco revelaría que nuestro encuentro no fue casual, que busque el lugar perfecto donde ubicarme para que la charla sea inminente.
Esperaría quizás a que estemos acostados los dos en mi cama después de haber hecho el amor, esperaría a que vos estés recorriendo con tus dedos mi pecho y mis palabras suenen graciosas pero a la vez tiernas.
Seguramente te reirás, con tu sonrisa perfecta y tus ojos enceguecedores. Imagino tu risa rebotando en las paredes, tu pelo suelto y despeinado por mis caricias y tu cuerpo desnudo lleno de mis besos.
Imagino que esto podría pasar en un día gris de invierno, en un día lluvioso por la tarde en que lo mejor es quedarse acostado, la inclemencia exterior nos uniría aun mas, yo podría escribir mientras vos miras una película o lees algo y seriamos felices uno al lado del otro, si necesidad de tocarnos.
Podríamos fumar acostados en la alfombra del living, escuchando el sonido de la lluvia, acompañado de música suave, hasta que la tarde lluviosa desaparezca de nuestras vidas 


-          Mijo, mijo!
-          Ah, perdona.
-          32 fichas, 130 pesos.
-          Toma, ta bien así.



                                                                                                                                        Nano

domingo, 8 de abril de 2012

Aire sin respiración

“Todo sentimiento, todo movimiento del espíritu, todo salto de la emoción humana tiene su respiración propia”
Todos Humanos, tan humanos como  podamos ser, tenemos una historia de la que hablar. Somos una pompa de jabón cargada de aire, de recuerdos.
Todo aire es diferente, similares quizá, pero distantes por la bocanada que los hace andar.
Aire del campo, fresco y húmedo de las noches de invierno.
Aire arenoso y seco del desierto espacioso, aire de supervivencia.
Aire de casa encerrada, de humedad abandonada.
Aire apurado de ciudad, de semáforo y oficina, aire sin vitalidad.
Hay boliches infestados  por aires melancólicos de tiempo viejo y borracho. O ese aire intelectual de biblioteca, bucólico y despreciado.
También, cómo no hablar de las señoras y señores galantes que van aireados por la vida, superiores a nosotros, los desairados, desamorados de la estética. Está el aire perfumado y el de perfume barato, el aire transpirado y el orgulloso, el aire de esquina y el de cuadra entera y como no nombrar al aire aguado, aire marino con sabor a lluvia, que gusto a sal nos deja.
Aire querido, hermano del viento, primo de la respiración, padre de nuestros cuerpos. Mucho viento sur nos has traído y hemos quedado enloquecidos.
Si, de aires hay para hablar montón, pero no es a lo que escribo.
Aire que es tuyo, que es mío, aire de un solo suspiro.
Aire del Parque Rodó, aire de un recuerdo mío. 

Fato Arcano

sábado, 7 de abril de 2012

ciudadano kane

en un barrio despoblado y gris
los críticos de cine con su ternura
el reloj da la hora de partir
una grilla infame para llenar
atrás la rareza de la evasión
la estupidez de coleccionar datos

no veo el play porque apagué la luz
antes de tiempo

el cine como lenguaje único posible
juntos con otros de los que se esconden
un montón de citas y frases deseos de aventuras
que pasan solo en la cabeza

aprender a mirar desde distintos ángulos
y no poder parar

después una vida linda y rutinaria
los pequeños rituales cotidianos
tiempo tiempo tiempo
prepararse para la función
prepararse para la función

algo de clan

y el negocio y el negocio un poco también
de disfrutar no vive el hombre
que me paguen por mirar películas
no está nada mal
y el que esté libre de pecado
adelante del todo

                                               La Gata Flora

viernes, 6 de abril de 2012

Cuestión II

            André durmió, finalmente. No por muchas horas, sólo durante las que pudo contenerse, unas cinco horas y media.
            Se despertó en el centro de la habitación, en el centro del suelo contracturado, frío, muy parejo para su espalda de hombre mono carcomido, alopécico, sin ímpetus ni ambiciones ya.
            Se sentó, se descalzó, se tocó los pies y dolieron, se los miró con piedad infinita, como ahogando a un niño. Se volcó a su lado izquierdo torciendo el gesto, se agarró el hombro izquierdo con la mano derecha y las cervicales con la izquierda, se tocó la cara para seguir siendo él mismo, y se observó, tendido, mutilado de sus partes invisibles, recién vuelto de una muerte corta.
            Divagó torpemente, surcó fantasías y recuerdos medio verdaderos, triunfó la incongruencia, la frustración del filósofo sin materia. Volvió en sí, otra vez estaba oscureciendo y lo último en su memoria era haberse sentado en el suelo a descansar, había salido a caminar en la noche, y volvía a pleno sol, casi muerto, cuadras como puñaladas, los pulmones cansados de empujar, los ojos perdidos, y una sensación de estar demasiado liberado, desnudo, en caída libre hacia un abismo cáustico. Lo había conseguido.
            Ahora no quiere preguntarse que fueron esos pasos, sería profano, y esquiva el único espejo, el del baño. Se mira las manos y siguen siendo las suyas, aunque ahora los dedos parezcan moverse, y parezcan querer poner al mundo en pelotas y corromper templos fatuos. Embadurnados en grasa de cerdo, claro, para que el cura no sospeche.
            André estaba bien, pero no lo disfrutaba, seguían ahí los muertos pendientes, las preguntas en tono imposible, apuntándole con sus rostros hermosos. Y el esfuerzo por ignorar esas voces dulces, platónicas, era tan desagradable y desgastarte como interrogarse.
            Sumido en sus catacumbas, seguido por delirios y supuestos fantasmales, va entre telas de araña y piedra helada. André no quiere buscar, no quiere preguntarse, por respeto o miedo, o amor, o aversión. Y así se busca y se pregunta cómo, incauto, y no se contesta, se mira, se tantea, se intenta, se aprecia a contraluz, cerrando un poco los ojos, frunciendo el ceño, la boca, corriendo en tiempo prestado, buscando un lado cóncavo y una sombra para esconderse de la memoria.

Camilo Disparate

jueves, 5 de abril de 2012

Reflexiones sobre el amor

Escribir sobre el amor es algo para lo que Bigote siempre tuvo problemas. Por eso me pidió que escribiera. Él me dicta, yo escribo. Sólo problemas para escribir, para hablar nunca. Más precisamente, el amor hacia otro, no hacia lo que uno hace, que ya de por sí se tendría que considerar condición obligada para vivir, sino sería una mierda vivir (no me lo dijo así, pero en algún momento dijo “mierda”).
El amor ¿qué es el amor? Él me puso este ejemplo:
Imaginemos dos gallos. El gallo A se encuentra en el sector B de la granja y el Gallo B se encuentra en el sector A de la granja. Cada uno marcando su territorio, en el punto medio una gallina, la gallina F. Los dos están interesados en que la gallina esté de su lado. El Gallo A es más guerrero, esto significa que va para adelante; no es fachero, tiene parla, esta es su arma. Dale 30 minutos que desarma lo que sea.
El Gallo B es un galán, tiene facha pero le cuesta hablar, mueve su plumaje y en media hora desarma lo que sea.
A la Gallina F le atraen las dos opciones de diferente forma, le atrae el que más rápido logre su cometido con sus armas, le atrae todo o casi todo.
El Gallo A y el Gallo B intentarán con diferentes recursos minimizar al Gallo contrincante, olvidándose de intentar el asombro de la Gallina.
El Gallo A y el Gallo B intentarán imitar comportamientos de las zonas opuestas, es decir, con la idea de creerse que eso es lo que le falta para lograr su cometido, el Gallo A irá a la Zona A y el Gallo B irá a la zona B, pasarán un tiempo aprendiendo técnicas nuevas para poder ser más completos que su Gallo adversario.
Una vez seguro de sí mismo, El Gallo A irá directamente hacia donde se encuentre la Gallina sin saber que el Gallo B también se dirige hacia el mismo lugar. En todo este tiempo la Gallina ha crecido y ha conocido vidas nuevas y sus intereses no son los de siempre. Tiene nuevos objetivos. Ya no le va eso de empollar para mantener la raza y las danzas clásicas de apareamiento la desmotivan, ahora tiene libertad.
A todo esto el Gallo A se siente Gallo B y el Gallo B se siente Gallo A, El Gallo A no sabe si está en el sector A o en el sector B. El Gallo B tampoco sabe si está en el sector A o en el sector B. Pero sabe que lo hizo por algo. El dilema es el tipo de Gallo, si el Gallo A es en realidad un Gallo de clase B o uno de clase A o depende de si el Gallo B es en realidad uno de clase A o un de clase B o ya logró ser de las dos clases, sería conejo, tal vez. Tal  vez el Gallo A esté cansado de ser A pero tampoco quiere ser B sino C o E y el Gallo B tal vez esté cansado de ser A o tal vez B y quiera ser simplemente Gallo.
Un Conejo, llamémosle C, es el nuevo galán de los alrededores, es sensible y transparente y come saludable, además de ser la novedad, claro está.
La Gallina comienza a sentirse atraída por el nuevo galán del lugar.
El Gallo A y El Gallo B llegan al lugar y se dan cuenta que han perdido, se miran y se dan cuenta que han pasado más tiempo intentando ser Gallo A en Gallo B y Gallo B en Gallo A, se dan cuenta que el tema de la zona no puede ser un problema. El Gallo es Gallo, si es A o B es una característica diferencial, se dan cuenta que no da para seguir revolviendo en el dolor ajeno y propio, se invitan con agua y maíz y nace una nueva amistad, nace el amor.
Mientras tanto la Gallina F y el Conejo C se divierten, prueban cosas nuevas, se dan cuenta que tienen más cosas en común de las que parece, se dan cuenta también que más allá de la química que tengan entre sí, tienen otros objetivos, intentan unirlos y de ahí depende el amor.
Conclusión: El amor es un maldito quilombo inentendible e inexplicable, como que una Gallina y un Conejo formen una pareja y dos Gallos que buscan lo mismo terminen tomando agua y comiendo maíz. O que una persona intente explicar el amor por medio de una historia de granja y que esta sea una mierda de historia que no aporte nada. Casi a la altura de un Paulo Cohelo. He aquí el Bigote Castro y su nuevo formato yoda 2012.

El Bigote Castro 

miércoles, 4 de abril de 2012

Las tetas

Como sabemos todos, existen todo tipo de tetas. Hay tetas gordas y tetas más flacas. Hay tetas más suaves y otras más duras. Hay tetas que usan lentes, tetas morochas, rubias, pelirrojas, tetas bajitas, tetas malhumoradas y tetas más simpáticas. Hay tetas abogadas y tetas enfermeras. Pero las tetas de esta historia tenían rulos y no usaban soutien.
Él estaba en el cuarto de las tetas ese martes a las ocho. Después de un día largo de estudio y trabajo no había nada mejor que charlar con estas tetas que tan amigas eran de él.
Era de esos días de buen humor y de calor. Él le comentaba de su día; que había ido a estudiar, que se le había pinchado la bici, que había llegado muerto de cansancio a su casa y encima no había nada para comer y otros pormenores cotidianos que ellas parecían no escuchar. Estaban paraditas y duras, como mirándolo fijo… “Qué raro” pensó él, “si estas tetas no fueran amigas desde hace tanto tiempo pensaría que me están mirando de otra manera, que me miran raro…”
Trató de desviar la mirada de las tetas pero no podía. Ellas eran como dos focos de camioneta y él una liebre en la ruta sin poder mirar para otro lado.
Ahora eran las tetas las que hablaban sin parar y él, el que parecía no escuchar. Era como un juego. Un serio. Donde el primero que se distrae, pierde.
Ellas le explicaban muy concentradas pero él solo escuchaba palabras aisladas como “almacén”, “calor”, “inflador” y “profesor”. “Que raro” pensaba él, “juraría que me hicieron una guiñada… No, no puede ser, son ellas, las tetas de siempre, mis amigas. ¿Están más grandes? ¿Por qué están como mojadas? Que idiota que soy, es la musculosa sin soutien que les da ese efecto y además es sudor, si hace calor…”
Justo cuando su cabeza empezaba a maquinar las ideas más disparatadas, ellas se dieron vuelta y lo dejaron de mirar. “Voy al baño” dijeron. Menos mal, parecía que se lo hicieran a propósito eso de mirarlo fijo y sin soutien. ¿Cómo podía ser que lo miraran diferente de un día para otro? Él, toda la vida había podido charlar de lo más tranquilo con ellas como el mejor de los amigos. Pero hoy, ellas lo miraron diferente.
Aprovechó que se habían ido al baño para distraerse. Miró las cosas que estaban en el cuarto de las tetas: muchos libros de filosofía, algunos de ciencia ficción, un colchón en el piso que oficiaba de cama, una tele chiquita a blanco y negro, muchos cds de música… Agarró uno y lo puso en el equipo de audio. “Como demoran” pensó él. Empezó a sonar Luzbelito de los Redondos. ¿Por qué están demorando tanto? Agarró un libro por curiosidad. Era “Cuentos de Amor Locura y Muerte”. ¿Por qué se demoran tanto? Lo abrió para ojear sus primeras páginas. Escuchó la puerta del baño y ahí salieron las dos piernas, de shortcito y depiladas, a paso firme y decidido, para sentarse junto a él…

Chepe

martes, 3 de abril de 2012

El secreto

Caminaba ensimismado, sumido en esa ensoñación fantástica en la que uno se ve envuelto luego de ver una buena película (Los pasos dobles). Las imágenes y sonidos de un desierto africano todavía rondaban mi mente, pero al avistar la parada de ómnibus se disiparon, mientras mis pasos se acompasaban al son de  “tumba que tumba tumba, que tumba tumba la cocotera…”.

La música provenía del mercadito, sobre ella se escuchaba una voz cercana, que alegremente la acompañaba. Al mirar hacia la parada pude notar a quien cantaba. Sentada allí se encontraba una viejecita risueña meciéndose al compás de la música con una gracia infantil. Pese a las arrugas y la espalda encorvada, la vieja tenía la vitalidad de una niña.

Me acerqué y le sonreí, no sé si me vio, pues al tiempo que tarareaba la canción se mantenía ocupada en leer un diario, muy concentrada. Su cabeza estaba casi pegada a la hoja, como si de esa manera el conocimiento entrara en ella con más facilidad o las palabras calaran más hondo en su memoria. La vi entrecerrar sus ojos mientras me ponía los auriculares. Me los saqué enseguida, tenía la extraña sensación de que aquella viejita solitaria tenía algo para decirme.

La música seguía. La vieja zapateaba y movía sus caderas, siempre desde su asiento. Yo la observaba por el rabillo del ojo y más de una vez sentí que me lanzaba miradas cómplices. La vi aplaudir como la niña más feliz del mundo y aquel gesto me enterneció por completo. Sentí el profundo deseo de improvisar una pista en la calle y sacarla a bailar allí nomás. Sentí las ganas de decirle que la admiraba, que pese a que algunos la consideraran loca por demostrar con tanto entusiasmo su alegría, su espíritu aniñado era digno de alabanzas (yo que a veces pienso tengo un espíritu avejentado). Sentí también la necesidad de darle las gracias por dibujarme una sonrisa en el rostro, pero llegaron unas personas y acobardado me contuve. La anciana volvió a concentrarse en el diario.

Me sentí intimidado por los recién llegados, no me atreví a hablarle a la vieja, creyendo que me pensarían loco. Siempre me atrajeron los locos (quizás porque sea uno de ellos), pero es que los locos siempre están en su salsa… a diferencia de los cuerdos que siempre están en la salsa de otro (“sentido común” le llaman al más insulso de los condimentos).

Es absurdo el hecho de sentirse cohibido por otros, pero el mundo actual nos ha llevado a esta antinaturalidad. Parado allí, junto a otras personas, pensé en lo ridículo de nuestra situación: cinco personas en un mismo lugar, sumidas en un acuerdo tácito que les impide comunicarse entre sí. En ese momento se me ocurrió la gran idea de proclamar una ley que forzara a los desconocidos a conversar entre sí en lugares públicos, empezando por las paradas de ómnibus. Éstas son lugares en donde coexisten muchas personas que esperan lo mismo, estoy seguro que la espera se haría mucho más soportable y hasta disfrutable si uno pudiera degustar una buena charla. Además, cada persona es un nuevo fragmento de mundo, imaginen cuanto más sabios seríamos si habláramos más seguido con otros. Mi ómnibus llegó y esa idea quedó esperando en la parada.

Cuando fui a subir, escuché una voz que preguntaba ¿Qué es lo único que cuando se comparte es destruido? Me había olvidado completamente de la viejecilla y desde el escalón del ómnibus observé cómo clavaba sus ojos en mí. No pude emitir respuesta pero esbocé una sonrisa que no fue correspondida, la vieja tapó su rostro con el diario.
Con piernas débiles subí al ómnibus, mi espíritu estaba profundamente turbado, tanto que se leía en mi cara. “¿Estás bien mijo?” me preguntó el guarda. Asentí con la cabeza y me fui a refugiar en uno de los últimos asientos del coche. Desde allí pude escuchar al guarda comentándole al chofer “Los gurises de hoy en día toman, drogan, pelean…”, haciendo clara referencia a mi estado. Mientras, mi cerebro se estrujaba en busca de respuesta al acertijo de la vieja. Me consolé contemplando las luces que frenéticamente danzaban en la noche y calcé en mis oídos los auriculares que colgaban de mi cuello. La música siempre aleja la preocupación. Pero luego de algunos melancólicos acordes del grupo de expertos solynieve, volví a pensar en la vieja.

Perfectamente podía ser aquella abuela salvaje del cuento de Maupassant que incendió su casa con cuatro prusianos dentro para vengar a su hijo muerto en guerra, o aquella anciana desesperada, de la que Baudelaire me contó, ya no podía ni agradar a los niños. Pero ahora estaba siendo parte de mi historia y la respuesta a su acertijo daría título a la misma.


Nota: las palabras en cursiva te llevan a cosas que inspiraron el cuento
Elugo 

domingo, 1 de abril de 2012

La Nueva

Buen día estimados lectores, qué placer madrugar un domingo y encontrarse sobre el cuerpo/cadáver de nuestra majestad Prensio, un manuscrito inédito de un ilustre lector en nuestras filas y un ya consagrado escritor (para más información visitar: http://quienpereira.blogspot.com/). Luego de intentar preguntarle a Augusto si éste, efectivamente, era el nuevo texto del domingo y recibir como respuesta un simple: "alcánzame el balde". Me decido a dar a conocer este magnífico material nacido de las manos de una pícara pluma experta y así, tomo mi Commodore 64 y transcribo el papel, mientras Augusto se dedica a maldecir y a vaciar sus entrañas, errándole al balde y manchando el tapizado nuevo que tantas pizzas me costó. 
Sin más que agregar, los dejo con esta joyita. Saluda atentamente,
                                                                                             William Comodoro Chamberlain


Iba a empezar diciendo que esta es una de las estupideces más grandes que he hecho en mi vida, que voy a hacer en realidad, porque hasta aquí todavía no he hecho nada. Pero no. He hecho tantas y tan diversas estupideces, que se hace difícil pensar que esta sea la más grande. Aunque sin dudas es una estupidez, cuando no algo peor.
Hace tiempo decidí suprimir (conscientemente, forzadamente) la expresión "Te amo" de mi vocabulario.
No voy a decir que te amo pues estaría mintiendo y por ahora estoy evitando mentir.
No, no te amo. Pero si pienso en vos seguido, a veces con demasiada frecuencia, como en estos días y otros días anteriores y otros aún anteriores.
Pienso demasiado, aunque también pienso que nunca se piensa demasiado, "demasiado" es una palabra que no debería aplicarse al acto de pensar. 
Si lo pensara más quizás podría decir que te amo. Lo seguro es que pienso en vos y te recuerdo y te imagino y no sé si te amo o no. Me convenzo, o intento convencerme, de que no, no sé por qué.
Otra cosa segura es que formas parte de ese acotado universo de personas a las que les tomé cariño desde un principio, desde que te conocí, hace mucho tiempo, nunca demasiado.
Vos no te acordás, es probable que no lo hagas. No importa. He descubierto que recuerdo cosas que nadie recuerda...
Éramos niños de escuela.
En mi recuerdo estamos en tercero de escuela (el recuerdo parece fallar aquí) y la cronología dice que la maestra se llama Marta y que cae bien. Marta tiene una hermana que también es maestra, Susana. Ella tiene una voz que me intimida. Marta, en cambio, no me intimida. Yo todavía soy un niño tranquilo que prefiere no llamar la atención y  pasar desapercibido, o no, pero si es que lo deseo todavía no lo sé.
Y yo recuerdo ese día como recuerdo tantos. No el día que llegaste, pero si recuerdo a tu hermano y que le pasó lo mismo que a mí cuando llegué al colegio. La corbata con elástico ahorcando el cuello de la túnica, como si ésta fuera una camisa muy larga. Y no se usa así, no acá (agrego: aunque la lógica así lo haría pensar). Yo no lo sabía, tampoco mis padres, ni tu hermano, ni tus padres. Pareciera ser algo destinado a sucederle a todos los nuevos alumnos varones que ingresaran al colegio: no comprender (que falta nos hace una palabra como "misunderstand" en español) el correcto uso de la corbata en este territorio.
Y ahí en el patio del colegio, yo ya tengo un año de experiencia en ese lugar y voy por el segundo, le enseño como se usa, como la usan ellos y como debería usarla, aunque el sentido común (el nuestro) diga otra cosa.
Pero tu primer día no lo recuerdo con detalles.
Si recuerdo ese día en que a mí, el tipo tranquilo, me interesó de verdad una niña. No es que antes no me hubiera interesado en alguna niña (nota: bien sabes que me gustaba Mercedes Pesce), sí me había interesado, pero no de esta manera, que se manifestaba en el acto de darse vuelta constantemente para conversar contigo. ¿Yo? ¿Conversando con una niña? ¿Con una mujer?
Y me siento bien, todo fluye. Es fácil. Me gusta y parece que a vos también, eso lo hace aún mejor. Sin darme cuenta paso más de media clase dado vuelta conversando contigo, no me importa la maestra ni la clase, para mí no hay nadie más que vos. Debe ser una de las primeras veces que me veo abstraído en una de esas sensaciones fisio-psicológicas, que más adelante confundiré con amor y  más adelante aún confundiré con otra cosa que no puedo explicar. 
Pero llega el día en que todo se corta, Marta descubre lo que pasa (o se harta de lo que viene pasando) y me manda sentar adelante, primera fila.
Yo no te olvido, pero vos sos La Nueva, y sos de Montevideo, hablás raro y todos, todos quieren hablar contigo. Yo ya tuve la oportunidad y estoy contento, cambié, aprendí a hablar con las mujeres. Ahora cuando vaya a los asaltos voy a bailar. Vos vas a organizar uno en tu casa y yo me voy a dar cuenta de que todos te quieren, todos te van a pedir arreglo, pero ninguno te quiere como yo, estoy seguro, aún así vos no vas a pensar en mí. Yo recién empecé a hablarle a las mujeres, bailo, pero faltan más de cinco años para que pueda "cortejar" a alguien. 

Quién Pereira