Tristán el triste, a quien ya hemos tenido el
orgullo de tener en el Toman, ha emprendido la escabrosa tarea de forjar una
novela. Aquí va un pedazo de ella…
BICHO (Parte I)
“Y su
llanto tomó forma de carcajada histriónica
Y sus
lágrimas se escondieron silenciosas en su risa
Y todo
su lamento fue alegre canto de momento,
¿Feliz?
sólo desconociendo lo triste de esas muecas bufonescas”
El shopping se atiborra de gente. Todos embobecidos miran vidrieras, contemplan
pantallas.
Un
misterioso hombre, Mengano, camina abriéndose paso entre la gente, camina
indiferente, con la mirada fija en el suelo. De repente se frena, observa a su
alrededor. Pareciera que una fuerza superior se apodera de él, empieza a
convulsionar, víctima de un ataque de epilepsia. Sus piernas débiles ceden y
cae al piso estallando en espasmos.
Entreabre
un ojo y mira hacia un costado, al tiempo que sigue moviendo bruscamente su
cuerpo, observa como ciertas personas lo miran consternadas pero no se acercan
a él. Se levanta enfurecido, rabioso, insulta a todos los presentes por su
indiferencia.
Dos
guardias de seguridad sobrevienen sobre él y lo echan del lugar.
Mengano
camina solitario por una ruta, avista una montaña hecha de viruta de astillas.
Se dirige hacia allí y contempla desde ahí la puesta de sol.
Un
refugio subterráneo, al que se accede a través de una escotilla, posicionada
debajo de una camioneta abandonada en un desarmadero. Éste es el recinto de
Mengano, un lugar bastante lúgubre y oscuro, con un par de luces artificiales
bastante puntuales, una lámpara de pie y otra que ilumina específicamente su
mesa de trabajo. Libros apilados contra la pared, fotos colgadas en ella. Una
mesa de trabajo repleta de imágenes, una gran mano mecánica sostiene una lupa.
Una
pileta y un inodoro en una esquina y en otra un catre que hace de cama. Una
gran radio de las militares.
Allí se
encuentra nuestro personaje ordenando prolijamente el botín del día, de su
sobretodo extrae billeteras. Apila documentos por un lado y el dinero por otro.
Se
acuesta en la cama y duerme.
El sol
se posa sobre sus crines y así despierta su espíritu. Mengano sale de su
refugio hacia la superficie. Camina entre el cementerio de chatarra hacia la
salida.
Se
encuentra con el sereno del lugar.
Le
entrega un anillo de oro.
El
sereno le agradece.
Mengano
se encuentra en una de esas grandes librerías multinacionales, donde han hecho
de la cultura un paquete de mercancía. Mengano observa para cada uno de sus
lados y guarda dentro de su saco algunos libros.
Ve como
una de las vendedoras se acerca al guardia de seguridad y le comenta algo al
oído, se sabe sospechoso. Toma un libro y lo lleva hasta la caja, allí pregunta
a la cajera sobre el mismo, demostrando ser un ilustrado en el tema. Compra el
libro para reducir las sospechas. Cuando observa que el guardia no lo advierte,
sale de la tienda y al pasar por las barreras que hacen pip, toma un
controlcito y lo aprieta, logrando que éstas no suenen.
Mengano
recorre las calles de la ciudad dejando los libros que obtuvo en diferentes
lugares, como si los liberara, esperando que alguien despierte a las bestias
que llevan dentro. Disfruta también de entregarlos aleatoriamente a quienes se
cruzan con él, para así contemplar sus caras de sorpresa.
Mengano
deposita un libro al pie de un zaguán. Ni bien lo deja, toca timbre y se
esconde en la esquina a espiar. Un niño abre la puerta y mira hacia los
costados para verificar que no hay nadie, su pie patea el libro sin querer. Se
agacha y lo recoge, lo ojea. Entra de nuevo a su casa sin despegar los ojos del
libro.
Mengano
deposita un libro al pie de otro zaguán. Toca timbre y se esconde. Sale un adulto
que refunfuña al ver que no hay nadie “pendejos de mierda con su ringraje” dice.
Ve el libro en el suelo, lo toma, lo ojea despectivamente (“que graciosos”). Va
hacia una volqueta y lo echa allí. Mengano observa todo esto y se enoja
bastante, de su gabardina extrae una libreta y una lapicera. Escribe algo.
Arranca la hoja de la libreta y la deposita al pie del zaguán. Vuelve a tocar
timbre. Sale el adulto más refunfuñante aún. Se topa con el papelito a sus
pies. Lee:
“Más le
vale rescatar ese libro de la basura y leerlo. Los libros no son mugre.
Pasaremos en una semana a verificar si lo leyó. De lo contrario le daremos su
merecido. Salud.
(A.L.F.
Asociación de Lectores Fanáticos)”
El
Adulto mira hacia sus lados con cara de asustado. Rápidamente va hacia la
volqueta y se zambulle en ella. Mengano sonríe.
CONTINUARÁ…
Tristán el Triste
me gusto tristan, espero la segunda parte
ResponderEliminarsaludddd
novelas!!! viene interesante amigo tristán!
ResponderEliminarinteresante, muy interesante...
ResponderEliminarJe, esa ultima parte es excelente. ALF. Genial.
ResponderEliminarViene de interesante pa arriba. Se espera con ansias las próximas entregas.
Salute
Gracias por sus comentarios alentadores, pero nada me va a sacar esta tristeza... Augusto me comento que si Nano sigue sin cumplir me quedo con este espacio para publicar mi novela en partes. Gracias. Besos con lágrimas
ResponderEliminar