CUATRO, CUATRO, DOS.

En Ho Chi Minh (capital de Vietnam) la temperatura promedio es de 28C y la humedad -como mínimo- se ubica alrededor del 70%. Estas cifras no se alteran demasiado a lo largo del año y sólo se diferencian dos estaciones: de mayo a noviembre es el período húmedo, cuando diariamente hay abundantes lluvias que pueden llegar a 400mm al mes, mientras entre diciembre y abril es la estación seca. El martes 11 de junio de 1963 no fue la excepción; era un día sofocante, con un intenso calor y una espesa humedad. Cerca del mediodía unos 300 monjes budistas participaban de una marcha donde reclamaban la igualdad religiosa y denunciaban la represión que el presidente Ngo Dinh Diem ejercía contra la población budista. Cuando la marcha llegó a la céntrica esquina donde se encontraba el edificio de la embajada de Camboya, un monje detuvo el auto que cerraba la procesión y se bajó de él. Mientras el veterano monje Thich Quang Duc cerraba la puerta del vehiculo y caminaba hacia el centro de la calle, otro de los monjes dejaba una almohadón en la mitad de la calzada y un tercero sacaba un bidón de nafta del auto. Thich Quang Duc se sentó en posición de loto sobré el almohadón mientras sus ayudantes lo rociaban con combustible. Cuando el líquido había empapado las ropas y el cuerpo del monje, éste pronunció una breve plegaria de homenaje a Buda y encendió un fósforo generando un fuego que lo envolvió instantáneamente. “Las llamas venían de un ser humano; su cuerpo se marchitaba y secaba lentamente, su cabeza se ennegrecía. Mientras se quemaba nunca movió un músculo, nunca pronunció un sonido”, relató en su crónica para el The New York Times el periodista David Halberstam. Esta original forma de protesta -más la impactante foto que Malcom Browne tomó en dicha ocasión- dieron la vuelta al mundo y marcaron, tal vez, el comienzo del fin del régimen de Ngo Dinh Diem.

Posterior a ese evento, esta manera de inmolarse fue conocida mundialmente como “quemarse a lo Bonzo”, ya que “Bonzo” era la forma en que los franceses llamaban a los monjes budistas durante la ocupación de Indochina.

Desde aquel mediodía en Vietnam, numerosas veces se ha repetido este tipo de protesta atendiendo a distintos motivos. Al momento de escribir esta crónica, el último “quemado a lo Bonzo” había sido el 16 de septiembre de 2011 cuando un hombre, arruinado tras haber solicitado varios préstamos bancarios, se quemó ante un banco griego sin que este hecho tuviera tanta repercusión como en 1963. Pero hoy, al igual que lo hizo Thich Quang Duc, quien escribe estas líneas va a realizar un acto heroico de similares características con el fin de demostrar la desconformidad y rebeldía para con la situación a la que estamos sometidos los amantes del verdadero fútbol. Pero a diferencia de aquel monje budista, yo creo que si uno va a tomarse el trabajo de prenderse fuego, tiene derecho a -por lo menos- revindicarlo; por tanto, voy a decir unas frases mientras las llamas destrozan mi cuerpo y lo reducen a cenizas. Aquí les va. El Barcelona de Pep Guardiola, Messi, Iniesta, Xavi, etc., le hace mal al fútbol y es un pésimo ejemplo de cómo se juega a este deporte. Lejos está el equipo blaugrana de ser un modelo para los niños en conceptos como juego asociado, movilidad de los jugadores, pressing sobre la pelota y la infamemente denominada “democratización de la pelota”. Aunque lo quieran esconder bajo el término revolución, estamos ante una dictadura. La del Barcelona es la dictadura de los habilidosos. Este régimen, soberbio y despiadado, discrimina y excluye a jugadores cuyas características son la lucha, el sacrificio, la valentía, el escalonamiento de marcas y, por qué no, alguna llegada a destiempo. ¿Acaso no tenemos todos los mismos derechos a jugar el maravilloso deporte inventado por los británicos? ¿Vamos a seguir siendo cómplices silenciosos de la veneración de una forma de juego que nos expulsa de las canchas y nos confina a ser meros espectadores, mientras “los elegidos” practican este arte? Como si esta discriminación no fuera suficiente, la máquina propagandística de este régimen (comandada por el periodismo, que una vez más está al servicio de los poderosos) predica su estilo como la verdad revelada, sometiéndonos a tener que convivir a diario con inefables copias del fútbol que despliega el equipo que comanda Guardiola. A todos los niveles posibles, los amantes del fútbol -de verdad- tenemos que lidiar con versiones apócrifas y plagios pésimamente realizados de equipos que no hacen más que tocar la pelota hasta el hartazgo para los costados sin la más mínima idea de lo que significa el cambio de ritmo y la profundidad. De esta manera, algunas selecciones, equipos locales e internacionales, de fútbol infantil y hasta en el fútbol 5, intentan reproducir el modelo que exhibe el cuadro catalán con resultados deprimentes y aburridos. Mientras el calor de las llamas me sigue consumiendo, quiero gritar a los cuatro vientos: ¡Que se vayan a jugar al fútbol de salón si tanto les gusta tocar la pelotita y moverse para todos lados! ¡El fútbol es otra cosa muchachos! Aquellos que no saben disfrutar del cierre de un zaguero, de una defensa bien plantada y de un gol de contragolpe, tienen la misma falta de ortografía en el cerebro que los que creemos que España salió campeón del mundo de casualidad. (Al rememorar el partido que perdieron los hermanos paraguayos en cuartos de final del mundial de Sudáfrica, una lágrima me surca la mejilla. Solo para recordarlo: termina ganando España uno a cero, en el minuto 81, con gol de Villa después de tres rebotes en los palos; antes, los guaraníes que heroicamente presionaron toda la cancha por más de 70 minutos, habían malogrado un penal). ¿Quién dijo que es mejor ganar uno a cero con 80% de posesión del balón y 15 chances de gol, que lograr la victoria por la minima con un tanto conseguido en única oportunidad de gol generada y 10% de posesión de la pelota? Antes que las brasas terminen de consumirme por completo, quiero poner sobre aviso a todos los recientes hinchas de conjunto catalán que están convencido que el FC Barcelona es un club de barrio, de muchachos humildes que apoyan a Unicef y les gusta jugar lindo a la pelota; que el negocio del  Barça generó, en la temporada 2009-2010, 350 millones de euros, cifra solo superada por el Manchester United. Cabe apuntar que la mitad de la junta directiva del club catalán, que actualmente goza de una popularidad planetaria, está formada  por egresados de distintas escuelas de negocios. “(…) dirigir al club es como conducir cualquier empresa. (…) el mercado de la marca se está consolidando en China y Estados Unidos y que avanza por buen camino la expansión en Asia”, decía el actual presidente del Barcelona, Sandro Rosell, quien es egresado de la prestigiosa escuela de negocios ESADE de Barcelona y propietario de una empresa dedicada al marketing deportivo en una charla sobre marcas deportivas. No hace falta aclarar que la sola palabra “marketing” asociada a algo sagrado como el deporte, hace que se me ericé la piel y se me pongan los pelos de punta. Bajo mis pies hay un montón de cenizas, pero me siento mejor.

Miguel Sanecasse