"¿Willy? ¿Estás escribiendo lo que te estoy dictando? ¡Burp! (onomatopeya de eructo para los novatos) Pone así... hay que empezar con unas líneas de adulación, de mamadereo y autobombo..."
Queridos amiguillos, ha sido un grato año para este pazguato que ha visto crecer bajo su seno (sí, por un problema hormonal ostento mamas masculinas y no me avergüenzo) una camada de cachorros literatos. Es un orgullo poder decir que gracias a ustedes, este grupete de ególatras que pude reunir en el escaso correr de una semana, se siente ahora con seguridad y confianza para seguir pisando en tierra firme literaria.
Qué decir de ellos, pobres almas que vagaban sin un rumbo definido hasta que yo les mostré la luz (una lámpara de 25 watts que alumbra mi monoambiente) y les di lápiz y papel (previamente tomado de una escuela pública a la que asiste mi hijo no reconocido) para que vaciaran en él todas sus inquietudes.
Empezaré hablando de Tito, un ilustre negri... (¿se puede decir negro Willy?... no, ah, ¿por lo de luisito no?) ...eh, Tito, un muchachín de tez morena que acudió a mí un día pidiendo una rodaja de pan o "un prócer pal vino". Luego de ofrecerle mi mejor tannat, así como una tajada de rosca navideña, me comentó su idea, la de conformar bajo mi padrinazgo una élite de jóvenes fervientes de plasmar sus ansias en papel. Acepté al instante, no sin antes haber preguntado cuál iba a ser mi paga... "las alabanzas de los lectores y algún que otro choripete a la carrera de alguna groupie desesperada" me contestó sonriente. Fue lo último lo que me convenció, pero hasta ahora sigo esperando, bragueta abierta, a que llegué esa boca experta.
Hablaré ahora de Seoane otro morocho negrodescendiente (¿se dice así no Willy? ¿No? ¿afro...? ¿qué?). A este joven de piel oscura lo necesitaba en mi plantel si quería ganar minitas intelectualoides de esas "a las que le gusta esperimentar". Con su poesía y su cultura literaria, le daría a nuestro emprendimiento un valor artístico tremendo y luego de ofrecerle unos sanguchitos y uno de esos juguitos que son nuevos, aceptó de inmediato.
Seguiré ahora con Nano, gran narigón compadre, quien comparte conmigo el gusto por las mujeres y por la música balcánica de los años 80'. A este botija lo encontré maldiciendo a un guardia de seguridad en la puerta del casino del Parque Rodó, alegaba que el guardia le había afanado un par de fichas. Tuve que interceder por él y le comenté que tenía un buen abogado. Me mostró una carta de quejas titulada "Indignación de un ludópata empedernido" en la cual despotricaba abiertamente contra el director del casino. En ese momento me percaté de su talento literario y lo incluí enseguida en mi proyecto.
Finalmente mi último hijo, "el mimado" como mienten algunos. A este cineasta frustrado lo encontré en el set de filmación de un comercial de toallitas femeninas. Éste trataba de una jovencita que experimentaba por primera vez su desangramiento y yo, por mi carisma abrasador y por mi espesa barba, hacía del "Mago de las toallitas" (algo así como "el Gandalf del síndrome pre-menstrual"). Fue una experiencia divina y la pendeja estaba para chuparse los dedos (eso sí, después había que limpiárselos porque te quedaban llenos de ketchup). Bueno, me fui de tema, la cosa es que encontré a este muchachito Elugo cabizbajo, bajo la sombra de una palmera, quejándose porque lo había cagado una paloma y escribiendo una carta de protesta a la intendenta de Montevideo en la cual reclamaba "Acción inmediata contra estas ratas voladoras". Al leer dos líneas de ese reclamo, sabía que me encontraba frente a un talento nato, un diamante en bruto gustoso de ser pulido (es más, esa misma noche lo pulí en mi monoambiente). Le ofrecí un contrato sabroso y dijo que sí, sin dudarlo.
Eso es todo lo que puedo decir de mis hijos, a continuación hablaré brevemente de mis hijastros, esos pobres bastardos a los que tuve que adoptar porque quería ver que se sentía ser una Angelina Jolie-adoptanegritos.
Primero está el Manso Sosa, gran cuatrero viejo, compadre de putas y tragos. A este individuo me lo topé en la fachada de "La ladilla que habla", un conocido prostíbulo de sus pagos. Estaba enfurecido y puteaba a los gritos a Yolanda (conocida en el lugar por su capacidad para las lenguas, no los idiomas, sino su habilidad para lamerte de toda manera posible, le enseñaba a hablar al muñeco), bueno, resulta que el Manso la insultaba porque "él había pagado un completo" y ella se había negado a limpiarle el culo después del bostazo que se echó el Manso, éste último decía que "en completo está todo incluido... si te pido que me la sacudás después de mear, lo tenés que hacer". Ya en la poesía que se desprendía de su hablar, supe que este muchacho era un gran escritor. Le dije que sí se unía a mí, le limpiaría el culo gratuitamente con tal de que produjera textos con "punch" semanalmente. Aceptó de inmediato y juntos entramos a "La ladilla que habla" para festejar y ajusticiar a la Yolanda.
Luego llegó a estos parajes literarios la incorporación de una visión totalmente diferente, inevitablemente necesaria. La llegada de la Gata Flora a nuestro plantel de escritores, significó un soplo de aire fresco y femenino, nuestra apertura hacia un nuevo público y nicho de mercado: las mujeres. Con la llegada de esta ilustre jovencita, tuve una revelación:
Y finalmente se sumó al Toman el señor Miguel Sanecasse, ilustre pensador contemporáneo. A Miguel ya lo conocía de jugar al "Monte" en el barzucho de la esquina de casa, siempre una botella de whisky y un habano de por medio. Pasábamos horas y horas discutiendo sobre política y fútbol más que nada (cierta vez el enfrentamiento se nos fue de las manos y tuve que hacer uso de mi revólver agujereándole el hombro al pobre... Miguel, me disculpo por eso, espero que las ampollas de morfina que te mando mensualmente calmen tu dolor, por cierto ¿todavía te duele? ha pasado un año del accidente, que todavía te duela es medio raro...). La incorporación de Sanecasse atrajo a políticos e intelectuales, que ya insultaban nuestra literatura, etiquetándonos de "meros estetas, sedientos de placer y de minitas; los cuales escriben por escribir sin sustento argumental ni conciencia política". Esto en parte verdad, cuando formás una banda, hacés peliculitas o te las tirás de escritor, tu principal impulso es el de atraer conchas, pero igual, con Miguel, les tapamos la boca a esos putos.
Por último quiero agradecer a todos mis sobrinos, sin ellos no sería tío. Así que agradezco de tripa y corazón a: mi vieja que sé que me está leyendo, a Avellaneda (una escritora madura con un talento narrativo extraordinario), a CeroUno (el pase más fresco del blog y uno de los más prometedores), al Cuate César (nuestro corresponsal mejicano nocturno), a El barba (nuestro experto en travestís y demás cuestiones por el estilo), a El Gordo People (este ni me acuerdo quién es, creo que mi viejo tranza), a El Perfecto Imbécil (un escritor con blog propio que vale la pena seguir), a El Bigote Castro (un mercenario hijo de puta que tiene un sentido del humor de la puta madre), a Tristán el Triste (si todavía no se suicidó), a Walter Allmost (todavía esperamos su regreso, ojalá no lo haya tentando una ruleta rusa) y al Zapa (nuestro periodista deportivo que lanzó un OneHitWonder y nunca más pegó el grito).
Bueno, esto era todo lo que tenía para decir, para más información llamar al 0800-PRENSIO (atiendo todo el día e incluso personalmente, manden foto antes).
De lo más profundo de nuestros seres, mis hijos, hijastros, sobrinos, Willy, Luquita y yo les agradecemos enormemente el que hayan leído aunque sea una palabra de estas páginas que con tanto esfuerzo y dedicación procuramos escribir. Les deseamos también un Feliz Año y unas felices vacaciones veraniegas, no se droguen tanto y encapuchen al muchacho los varones y exijan que lo hagan las nenas. Les comunico también que el 2012 no será el fin para el Tomandroganpelean, a pesar de que los mayas lo predicaron hace años; volveremos con más. mucho más: diseño nuevo, nuevos textos, nueva foto, regalos para nuestros lectores, un programa de TV y muchas sorpresas más.
Besos en las nalgas y abrazos de oso,
Augusto Prensio (Editor General)