miércoles, 2 de noviembre de 2011

PETALOS DE ROSA

Eran felices y jóvenes y como jóvenes despreocupados. Se amaban desde
niños. Compartían barrio, amigos, se besaban y gozaban, era el amor.
Todas las tardes se sentaban en la plaza junto a una fuente multicolor, reían
viendo los chorros blancos, celestes y rosados que serpenteaban.
Cuando ella cumplía años él le regalaba al atardecer un ramo de rosas,
siempre junto a la fuente, hundía ella su rostro entre las flores, cerraba los
ojos y se regocijaba, luego lentamente desprendía algunos pétalos y los
dejaba flotar en el agua.
Una tarde después de un apretado abrazo, más prolongado de lo habitual, él
le dijo que partía, quería forjar un futuro para los dos.
Los ojos de ella desamparados y llorosos lo siguieron hasta que se pierde
La fuente y ella siguieron ahí esperando. Sus ojos se empezaron a secar y
su panza a crecer. Nació su hijo, lo abrigaba y partía tarde a tarde a la cita.
Pasaron los años, la vida siguió, pero ella no siguió a la vida.
Su aspecto era harapiento y su cabeza desvariaba, los niños burlones la
llamaban “La loca de la fuente”.
Una noche fría de invierno su cuerpo y su alma no resistieron, murió.
Al otro lado del mundo un hombre atractivo, sonriente con su elegante
traje espera a la novia. Ella feliz avanza hacia el altar, de pronto él siente
un suave aroma de rosas, cierra los ojos, aspira pero no puede recordar. La
novia junto a él lo toca, el cura espera, él abre la boca para dar el sí pero no
puede emitir sonidos porque está llena de pétalos de rosa.




                                                                                                                  Avellaneda

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