martes, 22 de noviembre de 2011

Olaf

Olaf era un menonita… Olaf creyó durante años que el mundo se reducía a su granja y a su aldea.
Olaf se levantaba muy temprano, de madrugada, cegado por los primerizos rayos de sol que inundaban tímidamente su sobria y austera cabaña de madera.
Olaf seguía las enseñanzas del libro sagrado, por tanto confiaba en que la pereza era uno de los pecados capitales. Olaf, por eso, no dejaba dormir a sus hijos más de lo necesario y ni bien se levantaba, lo primero que hacía era despertar a Johan, el primogénito, de doce años, a su hermano Thomas de nueve años y a la pequeña Anna de tan sólo cinco años.
Para cuando se asomaba el cantar del gallo, la mujer de Olaf ya se encontraba trabajando en la huerta, en la cocina o asistiendo a misa si era domingo.
La primer tarea del día de Olaf consistía en arar su porción de tierra junto a sus hijos varones en un viejo tractor desprovisto de cubiertas (esta era una medida de precaución que impedía cualquier intento de escape de la aldea); mientras que a su hijita le encomendaba el darle de comer a las gallinas y a los cerdos. La pequeña Anna se divertía pateando alguna que otra gallina o corriendo atrás de algún chanchito, ambas actitudes reprobadas por su madre que con una certera cachetada la volvía de lleno a su trabajo.
Luego de unas horas de trabajo, Olaf despedía a sus hijos para que éstos marchasen a la escuela para aprender únicamente las enseñanzas de la Biblia. Claro que aprender se traducía en recitar repetidas veces y en voz alta la palabra sagrada en un antiguo idioma ininteligible para los niños.
Olaf no se quejaba, Olaf aprendió igual, desde chico entendió que debía escuchar sordamente la palabra de dios en boca de los pastores y acatar silencioso sus dictámenes y demandas para alcanzar así la salvación.
Pero Olaf con los años había adquirido sus dudas, desconfiaba un poco de las órdenes castradoras de los añejos pastores. A Olaf lo atormentaban estas cuestiones.
Un viajero errante que cayó de improviso a la aldea le hizo abrir por completo los ojos y destapar sus oídos cubiertos de esa cera divina emanada por los profetas de su aldea. Aquel extranjero trajo consigo el Nuevo Mundo y Olaf quedó deslumbrado.
Olaf con una curiosidad de niño se asombró y se deleitó con los artilugios de aquel mago de ciudad. En su aldea estaban prohibidos todo tipo de aparatos eléctricos, forjados de la sangre misma del Diablo. Pero Olaf no creyó que aquel hombre fuera el mismo Diablo como querían hacerle creer los pastores mientras pastaban tabaco en ese tugurio sagrado, llamado capilla.
Olaf vio en el extranjero un igual e intentó fervientemente comunicarse con él, a diferencia del resto de los habitantes de la aldea que lo miraban receloso y no se atrevían a dirigirle la palabra, se limitaban a observarlo como gatos al acecho que desde sus casas de madera iluminadas por el calor de las velas esperaban el momento oportuno para dar su zarpazo.
A Olaf lo sedujo el encanto del Diablo como más tarde explicarían sus coterráneos detractores y se entregó a aquella danza eléctrica, a un vaivén místico producto del verdadero asombro que significó el encuentro con ese ser extraterrestre.
Olaf recibió al extranjero en su casa y aquella fue la primera vez que escuchó música. El hombre le mostró un aparatito con una pequeña antena e hizo girar una de sus rueditas, de repente algunas melodías empezaron a surgir en zumbidos breves desde el parlante. Pronto logró sintonizar cierta música que hizo que Olaf, como hechizado, empezara a mover sus pies y encontrarse balanceándose al compás de aquello que el extranjero llamaba música. Olaf sólo conocía las monótonas armonías vocales entonadas por su iglesia en odas a Dios por lo que ahora estaba encantado por melodías totalmente nuevas e impresionantes.
Sus hijos se acercaron a la cocina para encontrarlo bailando junto al hombre al que los hijos de los demás llamaban demonio. Tímidamente se aproximaron hacia ellos, eclipsados de rubor hasta la médula. La pequeña Anna, imitando a su padre, se animó a mecer su cabeza al son de la música. El extranjero tomó su mano y la sacó a bailar, dando vueltas por el salón. Johan y Thomas aprovecharon la distracción de los adultos y se volcaron a analizar con intensa curiosidad esa máquina que producía sonidos. Olaf contempló a sus hijos y a si mismo, todos radiantes de felicidad. Olaf giraba al sonar de trompetas de swing cuando sus ojos se encontraron con los de su esposa al umbral de la puerta, ésta le lanzó una mirada desaprobatoria y llamó rápidamente a sus hijos. Escupió al piso y maldijo en nombre del señor. Olaf se lamentó de la adoración ciega que su esposa rendía a esos falsos predicadores, a esos bocones en nombre de dios que buscaban la adulación de la aldea. El extranjero creyó conveniente partir esa misma noche, sintiendo que aquel lugar no le correspondía y que él no correspondía a aquel lugar. Olaf con tristeza lo vio partir.
Olaf ya no era Olaf, al menos el viejo Olaf; su fe ciega se había resquebrajado y decidió escapar a un destino impuesto. Una semana estuvo meditando en silencio qué hacer y cuando partir. Siete días deliberó sobre que era lo mejor para su familia.
Finalmente, una noche, tomó a sus hijos y llamó a su esposa; ésta en principio se mostró reticente pero al vislumbrar la firmeza de voluntad de su marido confió ciegamente en él. Olaf y su familia se encaminaron en plena oscuridad hacia el sendero de tierra que despedía a la aldea, que nacía en los confines de aquel supuesto paraíso terrenal y moría en aquel lugar del cual el extranjero provenía y llamaba ciudad.

Elugo

10 comentarios:

  1. me gusto esa imagen de la familia bailando. me impresiona la cantidad de personas q tenes adentro tuyo eh, porque no formas una orquesta boludo

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  2. Quiero decir que me gustó mucho elugo. Espero que haya sido por gusto el nombre del protagonista ya que me parece muy acertado su nombre con sus creencias religiosas. Por un momento al leerlo pensé que estaba ante un cuento sexual, pero creo que se solo mi cabecita retorcida que no me permite girar hacia algún otro lugar.

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  3. esta bueno, lo lei ayer de noche pero me hice el gato y comento ahora jajaja aunque seoane(no el de la educación) anda madrugando pa buenas, va el aplauso pa el
    saludo viejo

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  4. Me gusto bastante. Me parece que te apuraste en el final. Pero no se es medio de atrevido.

    P/D : el reloj de los comentarios esta bien? 7:36 seoane ya andaba por las instalaciones del toman jaja

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  5. Me asusta esto de ver comentarios de los propios bloggeros..y mas aun a tan tempranas horas del dia.
    En fin..està bueno Gonza, capaz si no lo hubiera leido de Nano (de su comentario) no lo hubiese pensado..pero puede ser que este un poco en lo cierto. O puede seer puro atrevimiento.
    Mis humildes saludos.

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  6. el que encara,encara.

    y el que no se tiene que levantar temprano hermano, es así

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  7. les pido amablemente a los comentaristas que se limiten a comentar sobre el texto en cuestión, en caso contrario: HAY TABLA!

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  8. Cuando fue la última vez que el viejo Luca pidió las cosas amablemente?
    Déjalos divertirse, son jovenes y como todo los jóvenes despreocupados.

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