sábado, 15 de octubre de 2011

Pelé debutó con un pibe

El corría como si no hubiera mañana, sentía un estado de excitación que nunca antes había sentido, ni siquiera cuando aquella compañerita de 3° le dejó tocarle una teta después que le insistiera toda la mañana conque si no le tocaba la teta no sabría si era puto o no. Es que lo que en ese momento estaba viviendo no se comparaba con nada. Había vuelto a nacer, a ser libre después de tanto soñarlo.
Maicol había salido de su casa para ir a la escuela como hacía habitualmente, intentando no desviarse del camino e ir al cabaret y oficiar de mozo entre aquellas señoras que ahí trabajan. Él no entendía como podían ir siempre tan contentas a trabajar si después se pasaban todo el día gritando e implorando piedad. No sabía que era lo que pasaba dentro de esos cuartitos que estaban amoblados únicamente por una cama, una mesita de luz y un perchero, nada más. La luz siempre era tenue, casi tenebrosa y siempre sonaba alguna cumbia caribeña (él era el encargado de rebobinar el casette y darlo vuelta cuando se terminaba la cinta). También era el encargado de llevar esas “pastillitas” circulares y gomosas que tanta intriga le daban. Por todo ésto él no recibía paga, de vez en cuando la madame que tenía unos 85 años le regalaba unas golosinas a cambio de que no dijiera nada de que él trabajaba ahí. El amor maternal de una meretriz era el único que tenía, ya que su madre falleció cuando era bebe debido a causas naturales: el padre le metió un cargador entero en la panza después de encontrarla chuponeando con el vecino, y cuando te pegan 15 tiros es natural que uno muera. Por eso era que él había encontrado ese amor de madre en el prostíbulo “La ladilla que habla”. El nombre se debía a ciertos comentarios de la calle tales como que la ladilla más chica te abría la puerta y cosas por el estilo.
Con el pasar de los años fue entendiendo un poco más el negocio y le sumaron responsabilidades dentro del mismo, ahora era el encargado de atender la barra. Con sus jóvenes 12 años, su sueño, según decía él, era ese, ser barman.
Después de aquella noche en la cual actuó como un verdadero adulto fue que Sheila, la madame del cabaret, decidió hacer debutar al pequeño Maicol. Primero lo charló un rato, le explicó que era lo iba a pasar, le dijo que era muy lindo, que la tenía grande y todas esas cosas que las putas suelen decir cuando uno les paga unos manguitos. Quedaron en que a la noche iban a consumar el “ato sesual”, así llamaba Sheila al coito. El borrego fue a su casa a prepararse, se masturbó un rato siguiendo el consejo de su tío de que así podría “aguantar más tiempo”. Se bañó, se masturbó de nuevo, se perfumó, se masturbó de nuevo y salió rumbo a “La ladilla que habla”.
Al llegar se encontró con “la Yeila” y sus 85 años encima. Maicol se puso nervioso, no sabía que esperarse, nunca había visto una vagina en su vida (Cinthia Fernández todavía no había pelado concha en televisión frente a 50 millones de personas) no sabía nada del órgano reproductor femenino, lo único que conocía eran tetas, tetas y más tetas. En eso si era un especialista. A los 10 años ya te decía si las tetas de aquella eran operadas, naturales, si amamantaba, si tenía push up o no. En tetas era un experto, no así en conchas.
Al llegar al cuarto Sheila lo empieza a desvestir, primero le hizo un choripete a la carrera y luego vino aquel momento tan deseado. Mientras desvestía a su dama subido a un banquito porque sino no llegaba, se le empezaron a cruzar mil cosas por la cabeza, sus manos temblaban y transpiraba más que un gordo en verano. De debajo de la bombacha salió un matorral sin previo aviso, era como si aquello tuviera vida propia, era una cantidad increíble de vello púbico que ningún ser humano lograría describir, era como si entre las piernas Sheila tuviera el amazonas. Y fue en ese momento que Maicol empezó a gritar desesperado, no sabía que hacer. Era como el triángulo de las bermudas, de a poco lo fue succionando, no tenia lugar de donde agarrarse, no sabía que hacer. Primero fue la cabeza, luego el tronco junto con sus bracitos y por último las piernas. Fue como un aborto pero a la inversa, en vez de sacar a prepo a un guri lo chupó a prepo, y fue así que Maicol empezó a vivir dentro de Sheila, hasta aquel maldito día que la misma se empacho después de comerse 47 ticholos seguidos sin sacarle la envoltura. Cuando arrancó con la diarrea no paró más, en uno de esos pedos fue que salió Maicol después de estar 12 años dentro de Sheila. Nunca más se lo vio, nadie nunca preguntó por él, y Sheila termino con un desgarro anal de 52 centímetros que la llevó a la tumba. Aparte de que el botija no salió solo, sino que con él se llevo parte del hígado, un pulmón y medio metro de intestino de esta gran mujer.
Luego de este tan lamentable hecho “La ladilla que habla” cerró sus puertas para convertirse en una leyenda urbana.
El Manso Sosa

6 comentarios:

  1. la re concha de la lora cuantas imágenes interesantes en este texto, me dio ganas de putear en voz alta (el guiño del choripete, confieso, me hizo sonreír a lo complice), rascarme bien las pelotas y volver a leerlo... en fin, muy bueno (uno dispara pa' donde puede...)

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  2. esta bueno manso. deberias trabajar mas los finales pero me gusto.

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  3. El manso se fue a la mierda y no aviso.

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  4. ta descontrolado, de una locura importante. de manso seguro que no tiene nada, de sosa no puedo decir lo mismo.

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  5. Anonimo el manso no trabaja lo mantiene una vieja con plata. El manso no se fue a la mierda el manso es la mierda.
    Sebastian sos el uno. Seoa viste que el manso no tiene autocontrol ni motocontrol anda en bicicontrol

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  6. Mi generación no llegó a presenciar la majestuosidad de la Ladilla, pero fue un mito, una presencia que acompañó a cada púber, a cada pebete que quería un poco de esa parte del afecto que el dinero sí puede comprar. Fuimos nietos de Obdulio e hijos de la ladilla.

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