Un impulso me saca de la silla y me pone de pie.
Ahora me encuentro mirando por la ventana, testigo del mundo y de las vidas que cruzan frente a mis ojos.
La vista la ocupo en el chofer del 405 que esta frenado, esperando poder avanzar.
Se pasa la mano por la frente porque siente el liquido saliendo de sus poros a punto de resbalar.
Toca bocina enojado, hace ya 5 minutos que está en el mismo lugar, 7 horas que está manejando, y sobre todo no quiere estar ahí.
Me distrae otra bocina, ésta sale del capó de uno de los autos de más adelante en la fila, es un hombre de unos 45 años, supongo desde unos quince metros de distancia mientras me cuelo en su intimidad.
Tiene un traje azul oscuro, casi negro, una corbata haciendo juego, pelo corto y lleva puesto el cinturón de seguridad, a diferencia del anterior.
No se lo ve pasar calor, por los vidrios cerrados creo que el aire acondicionado le permite el lujo.
Comparte con el anterior el malestar que siente dentro y el ruido de las bocinas que ahora se unen en un solo grito sin mucho éxito.
El tampoco quiere estar ahí, pero menos aun quiere llegar a su casa, prende la radio con la mano derecha y simplemente se queda, existiendo.
Al costado en una caseta de vigilancia esta el portero del edificio de enfrente, lo conozco, se llama Luis.
Todos los días llega en bicicleta a las seis de la mañana, se mete dentro de la caseta y se va cuando ya esta oscuro.
Tiene mi edad y un hijo chico, dice que por eso tiene que cuidar el laburo.
El también esta mirando el mundo del los otros.
Me adelanto y llego al problema, un auto parado en doble fila con las valizas prendidas me cuenta la historia.
Dentro hay una mujer, tiene el pelo largo y planchado, lentes de sol grandes que le tapan parte de la cara y sostiene un celular pegado a su oido.
Por la puerta, que está casi en la esquina junto a la pared en la que se lee “seremos buenos cristianos” “seremos buenos ciudadanos”, sale un niño de unos cuatro años con una mochila que le asoma por arriba de la cabeza y una hoja con un dibujo en su mano.
La cara del niño con una sonrisa que contrasta apunta a la mujer que ahora baja del auto a paso acelerado.
Casi puedo oir el sonido de los tacos golpeando la vereda, toma al niño con la mano libre y se lo lleva casi en el aire, se mete dentro del auto y se va junto con la vida de estos personajes imaginarios.
Nano
esta bueno, me gustan este tipo de relatos
ResponderEliminares cotidiano, es real y no deja de preguntarse cosas, arriba
Esta bueno Nano, me gusta.
ResponderEliminarmuy bueno nano. se nota como cada relato es más prolijo que el anterior
ResponderEliminarEs buenisimo!! me gusta como un momento totalmente cotidiano es captado y deja leer entre lineas lo lamentable de la situacion.
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