martes, 28 de agosto de 2012

Los actores. Parte I.

 Un actor en escena. Un personaje. Una persona. Desfigurado y transmutado en una emoción primitiva, casi extasiado en el juego. Sobre las tablas la muerte llora. Se escapan sus presas. Ríen en su cara.
 Abandonada en un éxtasis ella ríe histéricamente, como hace la hiena ebria de alegría. El mundo a su alrededor se ha extinguido. Sólo existe ella. Los aplausos la ensordecen. Sigue riendo. Baja el telón. Baja ella del escenario. Se desarma en llanto. No quiere ser consolada.
 Los mellizos siameses se acercan, siempre tan amables. Ella rechaza a los dos con igual  entusiasmo. Ellos sonríen y al subir al escenario tallan su rostro con una expresión de maldad pura. Arriba son agentes del caos. Abajo son simpáticos y agradables.
  Sobre las tablas inspiran miedo. Son maldad pura y duplicada. Tienen de punto al pobre Aníbal, un ser tan sumiso y dócil como un borrego cualquiera. Se deleitan haciéndole pasar un mal momento. Pobre Aníbal. Lo ridiculizan y humillan hasta el extremo. Él acata las bromas cabeza gacha, sin protestar. No llora. Engulle el llanto y cría rencor.
 Abajo Aníbal es una verdadera mugre de persona, un ser despreciable. Ególatra y dominante. Camina con cierto halo autoritario, casi militar. A los pobres mellizos siameses les hace la vida imposible. Como son jóvenes, los obliga a hacerle todo tipo de favores. Dichas escenas de explotación conmoverían hasta el más duro de los corazones, pero los ojos de la reina glacial se mantienen inmutables.
 La reina glacial es una actriz veterana, de esas de oficio. Arriba toda emoción. Abajo una frialdad desalmada. Es como si las tablas le robaran toda pizca de vida y sentimiento que flota dentro de ella. Sobre las tablas, condensa los sentires de la humanidad toda, conmueve a un pueblo. Debajo es distante, despreocupada e indiferente, no genera empatía en nadie. Parece que vive pura y exclusivamente para el teatro.
 Por eso Héctor la quiere tanto, admira a una actriz tan dedicada. Pese a la confluencia de estas personas de distinta índole, la obra marcha bien bajo su conducción y la convivencia se hace llevadera bajo sus concilios manipuladores.
 Noche a noche, la crítica se deshace en elogios y las manos de los espectadores terminan maceradas de tanto aplauso. Héctor sonríe plácidamente anta cada bajada de telón. Una gloria pícara se cuela entre las comisuras de sus labios. Que más pedir para un director.
 Pero no todo fue color de rosas. Fueron 6 años de arduo trabajo. De idas y venidas. De cambios y recambios, escrituras y reescrituras, despedidas y despidos, bienvenidas y mal llegadas.
 Todo empezó cuando la vida misma llegó a sus manos. Llife itself era su título original. Esa noche Héctor no pudo despegar los ojos del papel. Leyó y releyó la obra una y otra vez. Leía en voz alta, sumido en una especie de trance fantástico.
 La consagración reposaba en sus manos, la oportunidad de mostrar cuanto talento había en él. Sabía que estaba ante la obra de su vida, no podía perder más tiempo. Debía ya mismo buscar a los actores que dieran vida a esos personajes…
Elugo

3 comentarios:

  1. Muy bueno, me gustó mucho.
    Extremadamente sugerente todo ese ambiente teatral y la dualiad entre personaje y persona.
    Como si esto fuera poco, el relato tiene una cadencia muy disfrutable, rítmo y un par de frases exquisitas: "(...) las manos de los espectadores terminan maceradas de tanto aplauso"
    Espero el próximo capitulo.

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  2. lo leí hoy temprano, de cotelete y desde el celular en el trabajo. solo paso a decir QUE BIEN ESTE RELATO ELUGO y ESPERO LA PRÓXIMA ENTREGA (aunque esta esta jugosa, se le permite una leída o dos mas). Ahora si, abrazo hermano.

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  3. me re gusto elugo, esta bien llevado el texto, párrafo a párrafo vas desnudando las ideas, dejando al descubierto los personajes, luego la historia. deja una intriga interesante, dice lo justo
    esperemos el segundo capitulo

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