El limonero estaba ahí
desde que ella tenia recuerdos, no concebía su casa sin el. De pequeña pasaba
horas a su sombra, que no era la mejor, jugando con muñecas, autitos, amigas,
amigos. Ese árbol era una institución de su niñez. Aun así nunca le gusto la
limonada, a pesar de que algunas veces la tomaba por el simple cariño que le tenía
a su amigo el árbol. Su madre siempre le contaría con una sonrisa en la cara
como ella miraba el vaso, miraba el árbol
y con una felicidad tremenda tomaba todo, y su cara se estremecía en una mezcla
de sensaciones, era raro y cómico. Ella por su parte recordaba que un día una
amiga había robado de su padre una bebida alcohólica blanca y ellas le habían
puesto limón, era muy sabrosa.
Su relación con el árbol
era hermosa, rara y poco común, a pesar de no ser una chica solitaria, lo que sentía
por el árbol, y ese espacio de mundo eran cosas únicas. A su lado sentía que el
tiempo se detenía, la tierra esperaba,
era como si el mundo entero esperara un semáforo en rojo para que ella viviera
sus más locas, o simples aventuras. Era único, inexplicable.
Un día, de adolecente
tubo su primer noviecito, un muchacho alto de cara granosa, no era el más lindo
pero no era feo. Pero lo que a ella le gustaba era su sentido del humor, un
poco ácido pero activo, perspicaz, inteligente. Al principio tenia miedo de
invitarlo a su casa porque ella tenía apenas 14, además tenía tiempos muy
justos hasta que volviera su padre. Igual no era problema porque vivía relativamente cerca de una plaza hermosa con arboles, verde, bancos, todo, podía
pasar el rato con su noviecito sin ser descubierta y experimentar sus primeros
besos, roces, caricias. Pasado el tiempo ella fue sintiendo más y más cariño
por ese muchacho que besaba muy bien, si bien no hablaba mucho, eso no era un
problema porque parecía escucharla, así lo sentía.
Un buen día, de
camino a la plaza ella sorprendió a su enamorado con la propuesta de ir a su
casa, el, por su lado no entendía nada, se sintió feliz y la lujuria se encendió
con fervor. Al llegar a la casa, cual galán de película quiso implementar sus
mejores técnicas de seducción para concretar eso que tenia que pasar. La miro
fijo a los ojos y la beso con fuerza mientras la apretaba contra el. Le daba
besos largos, grandes. Pensó que estaba todo cocinado, no. Ella lo separó con
la más increíble sutileza, esa que poseen
las damas, no los hombres. "te quiero mostrar algo" le dijo un poco
ruborizada,"seguime". El muchacho no tardo mucho en darse cuenta que
no iban al cuarto y que no iba a pasar nada de lo que al había imaginado. Cuando
llegaron al patio el pensó que le iba a mostrar una mascota, tal vez un perro y
no un gato, el odiaba los gatos, pero tamaña sorpresa se llevó cuando la chica
con la sonrisa mas impresionante del mundo, con la felicidad mas plena le
señalaba un árbol, UN ÁRBOL!!!, un simple limonero!. Loca, loca!!!! Pensó. Ella
con una inocencia hermosa se fue a sentar a su sombra y lo invito a hacer lo
mismo. Estaba tan feliz, se sentía la muchacha más feliz, tenía un chico y su árbol,
era hermoso. Él no lo sentía así, estaba de mal humor, quería besar a su chica
pero esta no quería, solo quería mirarse, sentir la paz, vivir el momento. Cada
segundo que pasaba la ansiedad crecía cual monstruo en un sueño y se lo iba
comiendo de a poco. Primero hizo un chiste del árbol, pero no conforme fue mas
lejos, dijo que no le gustaba, que le parecía una cosa de niños estar bajo un árbol,
y sin querer le rompió el corazón. Ella no entendía, porque la ofendían así, ¿porqué?
Desde la ventana del
living quien vio todo era su padre, un tipo sereno, amable y de gran corazón. Esa
noche no dijo palabras pero le comento a su madre todo lo que había pasado. Charlaron
largo y extendido antes de dormirse. Terminaron por pensar que el muchacho podía
tener razón, que tal vez poco a poco era hora de que su hija abandonara el árbol,
ya de niña la habían llevado al psicólogo, pero este no vio muchas cosas
negativas en esto, simplemente dijo que se le pasaría, que era normal de la
edad, pero nunca había pasado, ella seguía amando ese árbol, según su madre
"obsesionada". Estaba decidido tomarían cartas en el asunto.
Una tarde, cuando Andrea
regreso del liceo vio como su padre podaba su limonero, ella corrió a detenerlo,
pero él le juro que la poda era como cortarle el pelo, que luego crecería con
más fuerza y brillo, pero no fue así, su padre no sabia podar y tanto lo podo
que el árbol ya nunca mas volvería a crecer. Ella lo supo ese mismo día, fue una
comunicación impresionante, ella sintió en su corazón el error de su padre. Esa
noche Andrea no pudo dormir, solo pensaba en su árbol, en su vida, en su
espacio intimo, que la razón y el mundo no habían podido cuidar, lloro hasta que
no tenia más lagrimas y se durmió en una profunda tristeza.
tito
Muy bueno tito me hizo acordar a aquel viejo limonero que había en casa y que ya dejó de existir hace tiempo! Larga vida a los limoneros!
ResponderEliminartito me emocionò la historia , narrada con una simpleza y una belleza encantadora. a mi me hace recordar al jazmìn de mi casa.
ResponderEliminarque lindo! , me gusta leerte. A
muy bueno negro me re gusto
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