jueves, 6 de septiembre de 2012

Limonero


  El limonero estaba ahí desde que ella tenia recuerdos, no concebía su casa sin el. De pequeña pasaba horas a su sombra, que no era la mejor, jugando con muñecas, autitos, amigas, amigos. Ese árbol era una institución de su niñez. Aun así nunca le gusto la limonada, a pesar de que algunas veces la tomaba por el simple cariño que le tenía a su amigo el árbol. Su madre siempre le contaría con una sonrisa en la cara como ella miraba el vaso, miraba el árbol y con una felicidad tremenda tomaba todo, y su cara se estremecía en una mezcla de sensaciones, era raro y cómico. Ella por su parte recordaba que un día una amiga había robado de su padre una bebida alcohólica blanca y ellas le habían puesto limón, era muy sabrosa.
 Su relación con el árbol era hermosa, rara y poco común, a pesar de no ser una chica solitaria, lo que sentía por el árbol, y ese espacio de mundo eran cosas únicas. A su lado sentía que el tiempo se detenía, la tierra esperaba, era como si el mundo entero esperara un semáforo en rojo para que ella viviera sus más locas, o simples aventuras. Era único, inexplicable.
  Un día, de adolecente tubo su primer noviecito, un muchacho alto de cara granosa, no era el más lindo pero no era feo. Pero lo que a ella le gustaba era su sentido del humor, un poco ácido pero activo, perspicaz, inteligente. Al principio tenia miedo de invitarlo a su casa porque ella tenía apenas 14, además tenía tiempos muy justos hasta que volviera su padre. Igual no era problema porque vivía relativamente cerca de una plaza hermosa con arboles, verde, bancos, todo, podía pasar el rato con su noviecito sin ser descubierta y experimentar sus primeros besos, roces, caricias. Pasado el tiempo ella fue sintiendo más y más cariño por ese muchacho que besaba muy bien, si bien no hablaba mucho, eso no era un problema porque parecía escucharla, así lo sentía.
  Un buen día, de camino a la plaza ella sorprendió a su enamorado con la propuesta de ir a su casa, el, por su lado no entendía nada, se sintió feliz y la lujuria se encendió con fervor. Al llegar a la casa, cual galán de película quiso implementar sus mejores técnicas de seducción para concretar eso que tenia que pasar. La miro fijo a los ojos y la beso con fuerza mientras la apretaba contra el. Le daba besos largos, grandes. Pensó que estaba todo cocinado, no. Ella lo separó con la más increíble sutileza, esa que poseen las damas, no los hombres. "te quiero mostrar algo" le dijo un poco ruborizada,"seguime". El muchacho no tardo mucho en darse cuenta que no iban al cuarto y que no iba a pasar nada de lo que al había imaginado. Cuando llegaron al patio el pensó que le iba a mostrar una mascota, tal vez un perro y no un gato, el odiaba los gatos, pero tamaña sorpresa se llevó cuando la chica con la sonrisa mas impresionante del mundo, con la felicidad mas plena le señalaba un árbol, UN ÁRBOL!!!, un simple limonero!. Loca, loca!!!! Pensó. Ella con una inocencia hermosa se fue a sentar a su sombra y lo invito a hacer lo mismo. Estaba tan feliz, se sentía la muchacha más feliz, tenía un chico y su árbol, era hermoso. Él no lo sentía así, estaba de mal humor, quería besar a su chica pero esta no quería, solo quería mirarse, sentir la paz, vivir el momento. Cada segundo que pasaba la ansiedad crecía cual monstruo en un sueño y se lo iba comiendo de a poco. Primero hizo un chiste del árbol, pero no conforme fue mas lejos, dijo que no le gustaba, que le parecía una cosa de niños estar bajo un árbol, y sin querer le rompió el corazón. Ella no entendía, porque la ofendían así, ¿porqué?
  Desde la ventana del living quien vio todo era su padre, un tipo sereno, amable y de gran corazón. Esa noche no dijo palabras pero le comento a su madre todo lo que había pasado. Charlaron largo y extendido antes de dormirse. Terminaron por pensar que el muchacho podía tener razón, que tal vez poco a poco era hora de que su hija abandonara el árbol, ya de niña la habían llevado al psicólogo, pero este no vio muchas cosas negativas en esto, simplemente dijo que se le pasaría, que era normal de la edad, pero nunca había pasado, ella seguía amando ese árbol, según su madre "obsesionada". Estaba decidido tomarían cartas en el asunto.
  Una tarde, cuando Andrea regreso del liceo vio como su padre podaba su limonero, ella corrió a detenerlo, pero él le juro que la poda era como cortarle el pelo, que luego crecería con más fuerza y brillo, pero no fue así, su padre no sabia podar y tanto lo podo que el árbol ya nunca mas volvería a crecer. Ella lo supo ese mismo día, fue una comunicación impresionante, ella sintió en su corazón el error de su padre. Esa noche Andrea no pudo dormir, solo pensaba en su árbol, en su vida, en su espacio intimo, que la razón y el mundo no habían podido cuidar, lloro hasta que no tenia más lagrimas y se durmió en una profunda tristeza.

                                                                                                                           tito

3 comentarios:

  1. Muy bueno tito me hizo acordar a aquel viejo limonero que había en casa y que ya dejó de existir hace tiempo! Larga vida a los limoneros!

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  2. tito me emocionò la historia , narrada con una simpleza y una belleza encantadora. a mi me hace recordar al jazmìn de mi casa.
    que lindo! , me gusta leerte. A

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  3. muy bueno negro me re gusto

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