Sucedió de casualidad. La gente de la mudanza no demoraba. Mire los muebles tapados,
deslicé los dedos sobre el juego de
comedor. Cerré mis ojos, ahí estaba el juego de
roble de mis abuelos, sus sillas tapizadas
en rojo y en el centro de la mesa un mantel
almidonado, siempre blanco y sobre el un
florero con agua transparente cambiada todos
los días para que las rosas, jazmines o
calas lucieran bellísimas.
Al costado el escritorio con su máquina
Olivetti y su hoja con el carbónico en el rodillo
y dos libros esperando ser leídos. El piso
cálido de madera y un mueble grande, pesado
de un color caoba oscura, siempre estuvo
ahí. Desde un portarretratos nos sonreía toda
la familia, en una esquina la foto en
sepia de mi bisabuela portuguesa.
Suspiré, como siempre lo hacemos cuando
sentimos nostalgia y abrí los ojos, el mueble
estaba ahí, gallardo, firme, el tiempo no
pasó para él. Con mis primos habíamos
intentado moverlo, nunca lo logramos.
Mi abuelo siempre lo culpó de haberse
tragado las escrituras de la casa que se
extraviaron. Me acerco, lo toco y con el
toco los recuerdos. Me apoyo para verlo mejor
y de pronto asoma la punta de un papel...
las escrituras perdidas pensé. Temo romperlo,
tironeo despacio, es un sobre cerrado,
amarillo, viejo, lo hago girar entre mis dedos, lo
abro, estaba dirigido a mi tía Gloria.
Lisboa, 5 de julio de 1955
“Amada Gloria mía:
Debe sorprenderte mi carta tardía, pero al
llegar la noche los
duendes y fantasmas no me permiten dormir.
Quise seguir a esta amante que no me
abandono: la música. Estuve siempre
tironeado entre tu amor terrenal y ella que
me absorbía y embriagaba. La elegí a ella.
Recorrí el mundo, me halagaron con
condecoraciones y aplausos, obtuve lo que
siempre soñé pero tú siempre rasguñabas
mi corazón. Siempre estoy acompañado pero
siempre estoy solo. Ansió regresar. Paso
mucho tiempo, no se si tus ojos enamorados
y tu sonrisa radiante aun me pertenecen, si
es así el próximo jueves estaré con un
ramo de flores en el anden del ferrocarril.
Gloria mía fuiste mi única gloria
Tuyo siempre
ANTONIO
Tengo un vago recuerdo de mi tía Gloria
cortando flores, danzando en el jardín y
diciéndome:
“Ya llegara carta de Antonio”
La carta llego pero…50 anos mas tarde.
Afuera hace frío, anudo mi bufanda y salgo
como todas las tardes de sábado a visitar a
la tía Gloria.
La carta me pesa en el bolsillo de la
chaqueta, ahí esta ella esperándome con su sonrisa
calida y sus ojos extraviados. Hundí mi
mano sudorosa, estruje la carta y la deje debajo
de su almohada. Llegando a la puerta y sin
volverme le grité:
“Carta de Antonio”
AVELLANEDA
Muy lindo avellaneda, que bueno verla de nuevo por el toman
ResponderEliminarlinda historia, triste, y con ternura al final. muy bueno
ResponderEliminarMe gusto mucho, me dio ternura el final.
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