Tarde, en plena noche, fueron todos
llamados a confesar. Inocentes, culpables, todos por igual pasaban por el
confesionario del padre Miguel. Entre tantas almas algunas se perturbaban, se
preguntaban que habían hecho mal, eran buenos, no entendían porque compartían
acusación con los graduados, los pecadores, siempre estaban castigados y no
paraban de blasfemar, de usar en vano el nombre del señor.
-sigues tu joven hijo- indico un
joven monaguillo.
Con mucho miedo Javier se separo de
sus compañeros, estaba muy asustado, los cuentos del padre miguel eran
horribles, siempre tenía esa manera de ver atreves del alma, de fabricar un
pecado. Soltó una lágrima antes de cerrar, sobre si la puerta.
El cubículo era muy pequeño, de unos
3 m2. Dividido en dos partes, por una delgada madera con una ventanita muy
pequeña. De un lado Javier, del otro, el padre. No lo veía, pero
sentía su presencia. El padre la confirmo.
-sin miedo hijo, estas con dios, cántame
todo, todo lo que pasa, nada es tan malo que no merezca el perdón.
Javier aun no cumplía los 9, no
entendía mucho del bien y el mal, no de la manera que se lo explicaba
Erisburto, el catequista. No entendía porque si dios era tanto amor, él le
temía, le tenía tanto miedo. Cada vez que aparecían los curas, todo moría, el
aire se cortaba, el mundo se detenía a verlos pasar, y ellos, con su aire
señorial se paseaban jactándose de su grandeza, la sacaban a relucir. Un día un
padre muy joven golpeo a un niño porque tenía una gran mancha de barro. Nunca
lo entendimos, pero nunca más dejamos que nuestro uniforme se manchara. el
mensaje era claro y simple, el que tiene barro es pecador, el pecador es
golpeado, el golpeado aprende.
-padre yo no hice nada malo, he
rezado, he cumplido con todo-soltó con mucho miedo, su carita transformada, no
era un niño, era todo un adulto. Pero que podía tener de malo un ser de 8 años,
una alma que solo quería jugar al futbol y embarrar su uniforme, tal vez, como
mucho, que lo mire alguna niña, allá a lo lejos, detrás de las rejas que
separaban con mucho recelo, aquellos seres extraños. El padre sabia de esto,
que el niño tenía pensamientos impuros, que quería sonreír con una niña.
-yo sé que tu cabeza piensa en cosas
feas, yo sé lo que se siente, yo sé que parece natural, así opera Satán, el
peor de los vicios, el peor de los males, es no asumirlo, no afrontarlo- decía
el padre, con una sonrisa entre cómplice y maliciosa- con migo no tienes que
mentir ni ocultar jovencito, yo, tengo gente que mira por mí, yo tengo un don.
Javier no entendía nada de lo que
decía el padre, salvo sabía que era malo. ¿Porque era malo? porque no era como
Esteban, el niño que siempre llevaba el cáliz, que siempre usaba túnica blanca,
al que todos adoraban. Una vez ese niño había dirigido el rezo, se decía que
dios lo iba a elegir.
-cuando tu almohada arda, y no
puedas cerras los ojos te acordaras mío joven, de tu oportunidad de hablar, de
decir todo, de esquivar a Satán, yo te lo avise hijo, ahora está en ti
confesarlo.
-yo he pensado en las chicas del
otro colegio padre, yo no quise, solo que pensé en sus sonrisas, nunca más va a
pasar- comentaba entre sollozos el pobre niño- lo juro padre nunca más pasara.
-quisiera creerte, pero siempre
bienes a mí con nuevos pecados, al parecer estas muy tomado, la maldad cala hondo
en ti jovencito. Serás castigado, vas a recibir azotes diarios por una semana,
espero que el dolor haga en ti lo que la palabra no logran.
Javier no paraba de llorar, ahora sí,
a cara descubierta, a todo pulmón, no entendía nada, pedía perdón, no gritaba,
sabía que eso le podía costar más azotes. Erisburto abrió la puerta y
violentamente lo retiro del confesionario mientras le gritaba que dejara de
llorar, que eso era cosa de niñas, que eso era el pecado, que el diablo iría
por él en la noche. En la noche Javier por más que quería no podía dormir,
sentía mucho miedo, pensaba que el diablo no le dejaría despertar nunca, él
quería despertar, ver a su hermana, a sus primos, volver a su hogar. Pero
por más que lo intento, el cansancio lo sorprendió cuando bajo la retaguardia y
entre ese mar de pensamientos horribles, de miedos infundados, fue que le
cayó el sueño. Era tal su tormento que siguió sufriendo después de dormido. Esa
noche Javier se orino todo, se orino tanto que mojo al compañero que dormía
debajo del.
Muchos años más tarde recordaría
ese día como el principio del fin. Su niñez cambio, día tras día fue
perdiendo sus ambiciones, sus sueños. Perdió su encanto, su valía, su alma,
Javier no sabía pero los pecados habían comido, ahora estaba muerto, Satán
consiguió su cometido, ¿que se podía esperar? tal vez que fuera jardinero, en
el mejor de los casos ayudante de panadero, pobre Javier, tan joven, tan
pecador, tan muerto
tito
magico tito...magico!
ResponderEliminargracias
muchas gracias naza, gracias hermano por tu comentario
Eliminarabrazo grande
cuando tu almohada arda, y no puedas cerras los ojos te acordaras mio joven, de tu oportunidad de hablar, de decir todo, de esquivar a satán, yo te lo avise hijo, ahora esta en ti confesarlo...
ResponderEliminarMe encantó tito. Pobre Javier, cuanta confusión, de alguna u otra manera hay que cuidar a nuestros niños de esos personajes devastadores. Que imágenes, excelente Mr T.
muchas gracias vieja, salud para vos y larga vida al factum
EliminarMuy bueno tito! Los elogios hacia usted ya son innecesarios. Se aguardan nuevos relatos inspirados en tierras europeas! Salú
ResponderEliminarmuchas gracias che, vamo arriba sin pecas, el as del twett
Eliminarsaludd!!
BELLO HIJO!!!!! POBRE NIÑOOOOO!!!! TE AMO BEBE!!!!!
ResponderEliminarSOS UNICO E IRREPETIBLE!!!!!
AVANZA!!!!!
SIEMPRE ADELANTE!!!!
BESOS..
MAMI.....
DISCULPAME TITO...SOY LA MAMA DE SEBA Y ME COLGUE PENSANDO Q ERA EL. DISCULPA.
EliminarABRAZO
jajaja no pasa nada, era todo cariño igual.
Eliminarabrazo
saludos y muchas gracias por pasar por el blog
Muy lindo!!
ResponderEliminardejar SER.
Algunas religiones en vez de purificar el alma nos atan a una estrucuta y metodo a seguir completamente inutil para el desarrollo humano!
Bien!
ResponderEliminarMe gustó en general, pero sobre todo el diálogo entre el padre Miguel y Javier.
Creo que el relato es profundo, en el temática, pero también tiene imagenes más cercanas, desde el llano.
Aplaudo siempre esa doble perspectiva; muy bien!