— Alberto,
necesito que me hagas un favor.
— Perdonáme
pero no puedo; estoy al palo.
— Enserio
Alberto, es importante, necesito que me ayudes con algo.
— ¿Cómo
te lo tengo que decir? Estoy al palo, no puedo.
— Yo
entiendo que estés ocupado, pero necesito que me des una manito con
algo. Y tiene que ser medio que ahora.
— A
ver, te lo digo por última vez: no es que no quiera, es que no
puedo. No tengo tiempo para nada.
— No
seas malo Alberto, por lo menos dejáme que te cuente de que se
trata, así te das cuenta de que es importante y te dejás de hacer
el ocupado.
— No
quiero saber nada. Sólo quiero terminar de comer e irme a la mierda,
así que no me rompas más las pelotas.
—Te
das cuenta que me estás dejando tirado cuando más te necesito ¿No?
— ¿De
que estás hablando? ¿Dejar tirado? ¿No entendés que tus
necesidades coinciden con mi falta de tiempo?
— Alberto
no vas a necesitar mucho tiempo. Además es importante, de verdad,
dejáme que te cuente.
— ¡No,
no, no y mil veces no! No quiero que me cuentes.
— ¿Porque
no?
— Estás
infumable.
— Al
menos explicáme porque no podés, aunque sea, escuchar lo que tengo
para pedirte.
— Muy
simple: si te dejo que me cuentes, tengo que asumir que conocía lo
que necesitabas. Y como no puedo hacerte ningún favor, no importa
cual sea, da lo mismo si lo se o no. En el caso que yo supiera de qué
se trata, por esas cosas estúpidas del cerebro humano, puedo llegar
a sentir cierta culpa y sería al pedo, porque en realidad no tengo
tiempo de hacerte ningún favor.
— Es
muy egoísta lo que decís, al menos podrías dejar que te cuente de
que se trata. Y después vos decidís si tus cosas son más
importantes las mías.
— No
me labures. ¿Porque no le pedís a Santi? El está al pedo, seguro
que te puede ayudar.
— Santi
no me puede ayudar.
— ¿Por?
— Porque
lo que necesito es que vos...
— ¡No!
¡Pará! Casi me haces pisar el palito, no me cuentes nada, no quiero
saber.
— No
lo puedo creer, siempre te consideré un tipo generoso, un Ser
de luz.
— ¡Ah
bueno! ¿Ser
de luz?
¿Qué te pasa? ¿Estás drogado?
— Ojala
estuviera drogado, pero no, estoy más lúcido que nunca y puedo ver
como me equivoqué al pensar que siempre iba a poder contar con tu
ayuda.
— No
te hagas el perro puto y dejá de sicologiarme
porque
me voy a terminar calentado de verdad y ahí vas a necesitar dos
favores; el que necesitabas antes y una bolsa de hielo para ponerte
en la geta.
— Alberto,
estás muy mal. El individualismo te tiene enceguecido, no estás
viendo con claridad como son las cosas.
— ¿Y
esto? Te haces el monje budista ahora. En serio, decime, ¿qué
fumaste?
— El
error es mío. Mi “yo superior” me hizo saber que vos no ibas a
ayudarme y, sin embargo, yo insistí. Tenía confianza en tu luz,
pero ahora veo que me equivoqué.
— ¿Metiste
una tripa mañanera? ¿Le compraste al gordo alguna golosina?
— ¿De
que hablás Alberto?
— Mirá,
lo mejor va a ser que te des una ducha y te acuestes hasta que se te
pase. Enserio, hacéme caso. Yo te banco, pero si le vas con esto a
otra persona te van a terminar cagando a trompadas.
Miguel
Sanecasse
no lo lei aun pero este autor me gusta !
ResponderEliminarmiguel! que bueno tenerte en el toman, muy buena la charla, esperamos el siguiente fragmento
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