lunes, 10 de marzo de 2014

Salí de allí y caminé para allá, cualquier cosa menos segura, mis pasos hicieron el camino. En la plaza que hay justo antes de llegar me detuve, ojeé un libro, ojeé a mí alrededor. pensé en acercarme a tres amigas que le reían al sol. Mi pensamiento nunca fue más que eso. Casi a mi lado había un hombre vestido con un solemne traje negro, parecía zumbido en algún pensar. Un poco más lejos había un anciano que le oraba algún Alá o Zeus, nunca lo supe. Miré el sol y enseguida supe que era mas tarde que la hora que habíamos pactado el encuentro. Volvieron mis pasos al camino aprendido pero lento, cada vez más lentos y todos ellos y todas ellas cada vez más rápido pasaban a mi lado. Me pechaban sin disculpas y no me molestaba. Entré a un kiosco cuando casi llegaba, esperé que la cola se diluyera y fuera mi turno para irme. Doblé la esquina y ya tenía la enorme puerta delante de mis ojos. La miré intrigada una y otra vez, después me detuve en el timbre. Y mi mano sin orden alguna lo tocó.

g.

2 comentarios:

  1. genial g, me gusta mucho tu texto, espero seguír leyendo de usted por acá
    salud!

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