viernes, 7 de febrero de 2014

El padre.

El padre sostiene al niño, meciéndolo de un lado a otro, precipitándolo sobre la quebrada. “Así te volverás baqueano” dice, y extiende sus brazos sobre el acantilado. El pequeño, calzado en los antebrazos del padre mira al vacío. Sin vértigo alguno, ríe. El padre, insatisfecho, se acerca aún más al borde de la quebrada. El viento cosquillea los pies del pequeño, que no teme mirar hacia abajo, para así reír. Al adulto lo exaspera la inconsciencia del niño; qué más pretende un padre aparte del hecho de infundir miedo a su hijo. La irreverencia del niño punza fuerte en la cabeza del padre, que cauteloso, se atreve a dar unos pasos más. En ese momento, uno de sus pies zafa y todo su cuerpo, impulsado por el peso del niño, se tambalea hacia adelante. Cuestión de vida ó muerte, el padre logra mantener el equilibrio y empujarse hacia atrás, cayendo de espaldas, con su hijo en brazos. Éste ríe alevosamente, pareciera mofarse de la palidez de susto del rostro paterno.

Parry Cida

3 comentarios:

  1. excelente! que vorágine, no se, muy bueno

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  2. ¡Me gusta mucho! Que hermosa la inocencia e inconsciencia de un niño. Gracias por el texto; vamo arriba el toman que se va levantando!
    Salú

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