Se
mira los pies separados (pero marcando las diez y diez) sobre la
cornisa. No tuvo otra que tirar tiros. ¿O sí? la duda lo aqueja.
¿Había otras posibilidades? El tema era que la situación era
exasperante, asfixiante (le había dicho a los allegados y amigos).
Ahora estaba solo contra el mundo. Así se sentía, acabado.
- Bueno, te lo voy a decir sin anestesia… estás despedido.
La
noticia se le inyectó en la cabeza, recorrió toda la sangre que
tenía en el cuerpo, helándolo, y terminó en el pecho causándole
opresión. A pesar de quedar como flotando en el aire, entendía que
había llegado el final. La veía venir, sí, la vio venir todo este
tiempo de angustia y consternación. Horas, días, semanas
preguntándose cómo funcionaba el mercado, dónde estaba la guita,
cómo tenía que hacer para salir adelante. Una y otra vez, se
reventaba contra el mismo muro de indiferencia, soberbia,
incapacidades y deidades modernas, las que marcaba el lánguido
mercado local.
Resignado,
se levantó de la silla, dio media vuelta sobre sí mismo y se fue,
sin mediar palabras. Los pies le pesaban más que de costumbre y el
arrastre era mayor. ¿Era posible lo que estaba sucediendo? En los
sueños, el cuarto oscuro lleno de lamparitas se había iluminado con
el encendido aleatorio de una a la vez, pero últimamente algunas se
reventaban porque fluctuaban rápidamente entre la baja y la alta
tensión. No lo había tomado como una premonición. Creía que no,
que estaba haciendo las cosas bien y que la empresa venía
–lentamente- levantando. Pero esto era macabro: era el epílogo de
la mejoría fugaz que sufre el ser humano antes de expirar el alma
por la boca.
Eran
las ocho de la mañana.
El
repiqueteo continuo de los pájaros, arrinconados en las copas de los
árboles, no prometía nada de lo que estaba por suceder. De pronto,
le estalla el pecho a un viejo de boina sentado en un banco de la
plaza. La boina cae al piso, debido a la violenta contracción de las
carnes, y con ella el hombre, primero de rodillas y luego la cara,
llena de estupor, contra el pavimento. No hubo reacciones
instantáneas, salvo el epiléptico y asustado vuelo de una paloma
cercana.
Lo
que sucedió después fue una lluvia de tiros, Bagdad.
D-goat
como está the goat! on fire
ResponderEliminarme re gusto
salud!!
Ta zarpado en gatas
ResponderEliminarMis comentarios sobre presente texto fueron transmitidos de forma personal y reservada al autor. Aprovecho para dejar un saludo al gran Augusto.
ResponderEliminar