Sentí
el chiflido de la caldera y no logré sacarla en el momento justa
antes que el agua se desbordara. ¡Otro día de mala suerte! Odiaba
hacer esas idiotas apuestas conmigo misma. Ellos volverían a
tratarme de la misma irritante manera y yo nuevamente tendré la
falta de coraje suficiente para no responderles tales ofensivas
ofensas. Él no me llamara y yo procuraré pensar que la culpa de
todo la tiene la caldera; intentaré perdonarlo y esperaré con
ansias su llamado el día siguiente; caminaré por la misma calle que
el temido viejo, creeré en dios por unos segundos y rezaré para que
me proteja, quizás me tire piedras y yo tan concentrada en mis
plegarias las sentiré justo cuando lleguen a mi brazo y me retuerza
por ese temido dolor. Me costara dormirme, quizás ni pueda hacerlo,
tomaré las pastillas que el médico insistió que abandonara,
probablemente sueñe, que la caldera nunca se desbordó.
g.
genia! que placer tenerte por el toman che
ResponderEliminarme re gusto tu texto, corto y contundente
salud!
Muy lindo.
ResponderEliminarMuy interesante.
Muy bueno!
ResponderEliminarBienvenide
Muy bueno!
ResponderEliminarBienvenide