martes, 28 de agosto de 2012

Los actores. Parte I.

 Un actor en escena. Un personaje. Una persona. Desfigurado y transmutado en una emoción primitiva, casi extasiado en el juego. Sobre las tablas la muerte llora. Se escapan sus presas. Ríen en su cara.
 Abandonada en un éxtasis ella ríe histéricamente, como hace la hiena ebria de alegría. El mundo a su alrededor se ha extinguido. Sólo existe ella. Los aplausos la ensordecen. Sigue riendo. Baja el telón. Baja ella del escenario. Se desarma en llanto. No quiere ser consolada.
 Los mellizos siameses se acercan, siempre tan amables. Ella rechaza a los dos con igual  entusiasmo. Ellos sonríen y al subir al escenario tallan su rostro con una expresión de maldad pura. Arriba son agentes del caos. Abajo son simpáticos y agradables.
  Sobre las tablas inspiran miedo. Son maldad pura y duplicada. Tienen de punto al pobre Aníbal, un ser tan sumiso y dócil como un borrego cualquiera. Se deleitan haciéndole pasar un mal momento. Pobre Aníbal. Lo ridiculizan y humillan hasta el extremo. Él acata las bromas cabeza gacha, sin protestar. No llora. Engulle el llanto y cría rencor.
 Abajo Aníbal es una verdadera mugre de persona, un ser despreciable. Ególatra y dominante. Camina con cierto halo autoritario, casi militar. A los pobres mellizos siameses les hace la vida imposible. Como son jóvenes, los obliga a hacerle todo tipo de favores. Dichas escenas de explotación conmoverían hasta el más duro de los corazones, pero los ojos de la reina glacial se mantienen inmutables.
 La reina glacial es una actriz veterana, de esas de oficio. Arriba toda emoción. Abajo una frialdad desalmada. Es como si las tablas le robaran toda pizca de vida y sentimiento que flota dentro de ella. Sobre las tablas, condensa los sentires de la humanidad toda, conmueve a un pueblo. Debajo es distante, despreocupada e indiferente, no genera empatía en nadie. Parece que vive pura y exclusivamente para el teatro.
 Por eso Héctor la quiere tanto, admira a una actriz tan dedicada. Pese a la confluencia de estas personas de distinta índole, la obra marcha bien bajo su conducción y la convivencia se hace llevadera bajo sus concilios manipuladores.
 Noche a noche, la crítica se deshace en elogios y las manos de los espectadores terminan maceradas de tanto aplauso. Héctor sonríe plácidamente anta cada bajada de telón. Una gloria pícara se cuela entre las comisuras de sus labios. Que más pedir para un director.
 Pero no todo fue color de rosas. Fueron 6 años de arduo trabajo. De idas y venidas. De cambios y recambios, escrituras y reescrituras, despedidas y despidos, bienvenidas y mal llegadas.
 Todo empezó cuando la vida misma llegó a sus manos. Llife itself era su título original. Esa noche Héctor no pudo despegar los ojos del papel. Leyó y releyó la obra una y otra vez. Leía en voz alta, sumido en una especie de trance fantástico.
 La consagración reposaba en sus manos, la oportunidad de mostrar cuanto talento había en él. Sabía que estaba ante la obra de su vida, no podía perder más tiempo. Debía ya mismo buscar a los actores que dieran vida a esos personajes…
Elugo

domingo, 26 de agosto de 2012

Entre la curiosidad y el rechazo

cuando me voy hay algo
me dice no te vayas
que me quede y me voy

es una cosa llega con diferentes nombres
la forma del mensaje
cada vez que me voy y que no puedo
cerca

ya sé no queda claro
de qué me estás hablando
hay una especie de rigor es ese
es ese que me falta

ya está es obligación
le pongo el nombre
atisbo de esa cosa de lo que tengo que
me falta

el otro que me dice que me quede me dice
que me voy
no es que me vaya entonces
solo ligo la espera con el duelo
desprecio lo posible

cuando era niña es eso
era cuando era niña

ya sé no queda claro
no hay sentencia
ni verdad no hay un verso
de noche oscura y húmeda
cuando la vida toma textura de milagro

promiso
con permiso
las promesas
es eso
prometer lo posible
quedarse a la verdad

desconectar
correr
despreciar lo cumplido
y no poder cumplir
y no poder cumplir
y sentir esa culpa ese placer sentir
confirmar que me voy
una vez más es eso
que me quede
me lo prometo entonces
y me cumplo y me quedo
esta vez, otra vez
me voy conmigo


 
La Gata Flora

miércoles, 22 de agosto de 2012


estoy acá,
lejos,
lejos de algo
que siente mi corazón

cerebro,
parece aceptar la paz,
que suerte

los miro,
no entiendo palabras,
no las necesito

lo cotidiano del mundo
se une a orillas
de este maravilloso rio

soy feliz,
ahora lo sé,
solo extraño un abrazo,
un beso,
una mirada cómplice,
enamorada

amo la vida,
ella lo corresponde,
sutil encanto

contemplo mi infinito,
agradezco

               tito

martes, 21 de agosto de 2012

Apología del Tilde. Parte 1.

¿donde quedaron los tildes?
 Félix se levantó temprano a la mañana. Preparó su mate y se largó a la calle. Afuera, por sobre un manto de hojas de otoño, saboreó el mate sin mucho entusiasmo. Pasó por un kiosco y compró caramelos de “mburucuya”, así los pronunció él y el atento quiosquero lo corrigió “mburucu-yá”, cosa que le extrañó pero no le hizo perder el paso.
 Llegó temprano al teatro, ninguno de sus compañeros estaba todavía allí, así que se dispuso a repasar el texto. Daba vueltas sobre el escenario enunciando las líneas de su personaje. Pero algo le resultaba raro. Todas sonaban igual. El personaje que hasta ayer estaba vivo, ahora había perdido toda su vitalidad, de su boca salían únicamente vocablos insulsos. Sus palabras habían perdido fuerza. ¿Qué le pasaba a Félix? Él mismo se sentía extraño, el texto que antes le parecía una genialidad, ahora se presentaba como una bazofia insufrible. Por más esfuerzo que hiciera, el texto siempre sonaba igual, desprovisto de gracia, de energía, algo estaba faltando, no sabía qué. Entró a desesperarse, detrás del telón, se encontraba Marta, la limpiadora, barriendo y desempolvando las cortinas. Le pidió que lo escuchara y le dijera que estaba haciendo mal. Para Marta fue una tortura escuchar a aquel hombre ensayar esa escena, y es que la imagen que inspiraba éste, era patética, daba vergüenza ajena. Parecía que se había olvidado de cómo entonar ciertas palabras, sus frases poco acentuadas parecían dichas por alguien con dificultad en el habla. Félix no era el personaje, se asemejaba a un telemarketer leyendo la guía telefónica, de forma tan neutra y aburrida que no entusiasmaba a nadie. Gracias al sexto sentido que desarrollan los actores, ese que les permite percibir hasta la mínima expresión de incomodidad ajena, Félix se detuvo. La pobre Marta suspiró de alivio.
 “Yo no sé nada de estas cosas…” dijo Marta humildemente “pero a usted le está faltando energía… dice todo igual…”.
 “Expliquese Marta…” casi la retó Félix.
 “No sé… es como si usted no aprendió a hablar bien, no dice bien las palabras, las dice sin gracia” agregó ella.
 “Usted no sabe nada de teatro…” murmuró Félix alejándose de Marta. Salió afuera a fumar un pucho. Pisó un sorete. Quiso putear a lo alto. Gritó, pero su grito fue poco acentuado. Una madre y un niño pasaron junto a él, ella educando a su hijo “Así no se putea Julián, cuando uno insulta tiene que hacerlo con ganas, con odio y con rabia… repetí conmigo: ¡Hijo de puta!”.
 Félix se frotaba su estresada sien, en la cual residían pensamientos monocordes, todos de un mismo tono. Contempló su imagen en el reflejo de un ventanal y se notó apagado, sin color.
 Marisa lo saludó efusivamente. Félix respondió a desgano, o eso pareció. “¿Qué te pasa? ¿Estás bajón?” le preguntó ella. “No, estoy lo mas bien” contestó él. “No se nota...” observó Marisa.
 En eso llegó Ramiro, que de por sí era un ser gris pero hoy se lo notaba más insulso aún. “¿Se enteraron?” preguntó sin saludar. “¿De qué?” respondieron a coro Félix y Marisa. “Venia escuchando por la radio, hay un nuevo virus en la vuelta… te ataca directamente las cuerdas vocales y la gramatica personal, empezas a hablar de otra manera, sin tildes, sin frases acentuadas… me parece que me lo agarre…”
 Marisa dijo “Pero vos siempre hablás así” y Félix agregó “Me parece que yo también me lo agarré”. “Me siento en una peli uruguaya…” comentó Marisa.
 “Ja Ja Ja” ríeron de forma depresiva Félix y Ramiro. “…parecen los típicos uruguayos, que este virus haya atacado justo este lugar es medio irónico ¿no?” acotó ella.
 Félix hizo que escuchaba pero no escuchó, se mantuvo pensante, imaginando como recobrar su antigua energía vital, esa chispa que lo caracterizaba… se despidió sin hablar, ya no quería hacerlo, y se fue pensando ¿donde quedaron los tildes?
Elugo

lunes, 20 de agosto de 2012

Ventana al patio


Estoy en mi cuarto con la ventana abierta, pienso en cerrarla porque está empezando a llover.
También me jode bastante la música que entra de afuera.
Enfrente a mi casa hay un colegio, la ventana de mi cuarto da para el patio.
Todos los días me despierta un grupo distinto de adolescentes a los gritos en clases de gimnasia, mientras corren y gritan o no corren pero gritan igual.
En vacaciones descorchamos un vino con mi hermano y brindamos diciendo 3 meses de paz.
Al otro día arrancaron a construir un edificio, por momentos temi que entrara un ser humano de un martillaso a través de la pared.
No debe leerse esto como un chiste malo, porque juro sentado sobre mis testículos que es verdad.
Igualmente no me quiero ir de tema porque la raíz de este pensamiento nació empujada por la envidia.
Como decía estoy en mi cuarto, intentando concentrarme es viernes y es de noche y por primera vez en un mes, los dedos se me mueven solos de nuevo.
Tengo un texto en la cabeza que hace unos días intento darle forma.
Los mementos que tengo son cuando me estoy bañando o un dia como el de hoy que estoy sentado en mi cuarto con una hoja en blanco enfrente.
Escribir requiere estar un rato con uno mismo, creo que el escritor ese que cada uno puede tener dentro, sale cuando afuera esta silencioso, como de adentro del árbol de nuestras entrañas a paso lento y silencioso y al menor ruido corre de donde vino y se esconde para no regresar por un rato.
Es de noche y el ruido que entra es de una banda que está tocando en el patio del colegio.
Como si estuviese obligado a convivir con ellos todo el dia, incluso de noche.
Hay montado un escenario, hay una batería, una guitarra y un bajo.
Hay colocada una especia de cercha que tiene dos o tres luces colgando.
Abajado del escenario hay muchas y muchos adolescentes.
La luz se prende y sube un pibe, saluda con el brazo y se ríe con el micrófono en la boca como si sumara algo que su risa salga amplificada.
Risa de pajero con aparatos -me digo-
Buenas noches ¡! Es un placer presentarles en nombre de 4to A a la mejor banda de Montevideo!! –dice el pajero de aparatos-
Quieren rock!!!
De repente dudo si no es Cairo Herrera el que está enfrente a mi cuarto pero me doy cuenta que no porque se vuelve a reír con la boca pegada al micrófono, con risa de quinceañero.
Increíblemente la muchedumbre grita que siiiiiiiiiiiii que quieren rock, predominan  las voces femeninas nuevamente.
Así que suben  al escenario, los encargados de ponerle rock a la noche, Mati, Gonza y Fede tres pajeros más, quinceañeros también que seguramente sean de 4to A.
Se pasean durante 1 horas por distintos cover inmundos y cierran con arranca corazones  de ataque 77, mientras los gritos de las pendejas tarareando a coro ( mas dame un poco mas quiero intoxicarme en vos) se hace sentír cada vez mas fuerte.
Cierro la ventana de un golpe y me digo para mis adentros

-pendejos de mierda como la van a poner en un rato.

Doy media vuelta me siento frente a la computadora, dejo los dedos sobre el teclado puteo al  puto del escritor que no sale y me doy cuenta muy rapido que tenia la ventana  abierta porque no se podía más del olor a pata.


                                                                                                                    Nano

domingo, 19 de agosto de 2012

CARTA DE ANTONIO



Sucedió de casualidad. La gente de la mudanza no demoraba. Mire los muebles tapados,
deslicé los dedos sobre el juego de comedor. Cerré mis ojos, ahí estaba el juego de
roble de mis abuelos, sus sillas tapizadas en rojo y en el centro de la mesa un mantel
almidonado, siempre blanco y sobre el un florero con agua transparente cambiada todos
los días para que las rosas, jazmines o calas lucieran bellísimas.
Al costado el escritorio con su máquina Olivetti y su hoja con el carbónico en el rodillo
y dos libros esperando ser leídos. El piso cálido de madera y un mueble grande, pesado
de un color caoba oscura, siempre estuvo ahí. Desde un portarretratos nos sonreía toda
la familia, en una esquina la foto en sepia de mi bisabuela portuguesa.
Suspiré, como siempre lo hacemos cuando sentimos nostalgia y abrí los ojos, el mueble
estaba ahí, gallardo, firme, el tiempo no pasó para él. Con mis primos habíamos
intentado moverlo, nunca lo logramos.
Mi abuelo siempre lo culpó de haberse tragado las escrituras de la casa que se
extraviaron. Me acerco, lo toco y con el toco los recuerdos. Me apoyo para verlo mejor
y de pronto asoma la punta de un papel... las escrituras perdidas pensé. Temo romperlo,
tironeo despacio, es un sobre cerrado, amarillo, viejo, lo hago girar entre mis dedos, lo
abro, estaba dirigido a mi tía Gloria.
Lisboa, 5 de julio de 1955
“Amada Gloria mía:
Debe sorprenderte mi carta tardía, pero al llegar la noche los
duendes y fantasmas no me permiten dormir. Quise seguir a esta amante que no me
abandono: la música. Estuve siempre tironeado entre tu amor terrenal y ella que
me absorbía y embriagaba. La elegí a ella. Recorrí el mundo, me halagaron con
condecoraciones y aplausos, obtuve lo que siempre soñé pero tú siempre rasguñabas
mi corazón. Siempre estoy acompañado pero siempre estoy solo. Ansió regresar. Paso
mucho tiempo, no se si tus ojos enamorados y tu sonrisa radiante aun me pertenecen, si
es así el próximo jueves estaré con un ramo de flores en el anden del ferrocarril.
Gloria mía fuiste mi única gloria
Tuyo siempre
ANTONIO
Tengo un vago recuerdo de mi tía Gloria cortando flores, danzando en el jardín y
diciéndome:
“Ya llegara carta de Antonio”
La carta llego pero…50 anos mas tarde.
Afuera hace frío, anudo mi bufanda y salgo como todas las tardes de sábado a visitar a
la tía Gloria.
La carta me pesa en el bolsillo de la chaqueta, ahí esta ella esperándome con su sonrisa
calida y sus ojos extraviados. Hundí mi mano sudorosa, estruje la carta y la deje debajo
de su almohada. Llegando a la puerta y sin volverme le grité:
“Carta de Antonio”

                                                                                                  
                                                                                                   AVELLANEDA

viernes, 17 de agosto de 2012


 Pero qué pensaba ella, me preguntaba. Yo la veía mirarlo sin necesidad de mirarlo, sintiendo su presencia, afectando sus gestos, su manera de pararse, acostumbrándose a estar a su lado después del amor, después de las promesas y cada hipérbole que el amor obligaba, ahora que aceptaba saludarlo casi como a un desconocido, una persona más en el mundo, uno más entre el resto de los hombres. Dónde habrá quedado todo el tiempo juntos, se preguntaría ella, todo el tiempo y cada hora como ladrillos puestos uno arriba del otro para construir la confianza, dónde quedaron, sabiendo como todo el mundo que nada se destruye, que nada se pierde, hasta llegar, hasta darse cuenta: en mí están todas las horas, en mí, por qué de los dos a mí sola me tocó cargar con todo el peso  perro  muerto.
 Pero yo no la conocía, como nunca se conoce a nadie, yo solo aceptaba mirarla sin poder hacer otra cosa, acostumbrándome como me había acostumbrado a aceptar cada cosa en la vida, y todo esto que imaginaba no era sino otra forma de desconocerla, porque la persona que yo veía era una imagen creada por mí, distinta de si misma, una imagen con la que yo me consolaba como un loco enamorado de su muñeca, aliviado por no tener que soportar él solo la soledad, la cama extendiéndose como un desierto . Yo no la conocía y nunca iba conocerla, como tampoco nunca iba a tocar su pensamiento o la materia de sus sueños,  lo que ella sentía, a cada instante, ahora mismo mientras la veo, del mismo modo en que se toca la madera, el tacto cálido y ancestral de la madera. De qué sirven las palabras a la hora de conocer el interior de una persona, me preguntaba, sirven para penetrar como un bisturí la carne? pueden alumbrar el pensamiento? tienen acaso las palabras alguna virtud en neurocirugía?
 Yo sabía que no, por lo que solo me restaba imaginarla, entretenerme en mirarla viéndolo a él, en pensar en si elegiría de entre todos los recuerdos uno solo para darle forma a la tristeza o si por el contrario serían muchos, confundidos, de límites borrosos, interrumpiéndose y superponiéndose como las letras de un palimpsesto. Y cómo me persigue mientras escribo y me obliga, mucho tiempo después, imaginarla como una alfarera dándole forma a la tristeza, aunque yo no sepa en realidad si la tristeza es el barro y sus manos el recuerdo o si la memoria es el barro y sus manos la tristeza.
 Por qué no viene y hace algo conmigo, pensaría, por qué tengo que fingir que no lo conozco, por qué, vámonos de acá, dame algo por favor para ahogar la tristeza, dame algo, ya. Pero el grito no sucedía, y era yo el que lo imaginaba sucediendo por dentro, como si ella lo estuviese soñando y yo pudiese ver su sueño. Como si gritara debajo del agua.
 Pero qué pensaba ella, me preguntaba, necesitando saber, buscando algo que no sea yo, algo que no sea yo y mi madre y mis libros y mi edad escapándose cada día, algo, contame cualquier cosa así por lo menos son tus palabras las que te traicionan, decime, que pensás ahora, que pensabas entonces cuando te miraba
 Qué pensaba yo, en silencio.

                                                             Seoane
   

domingo, 12 de agosto de 2012

FIEL AGUERO


Sacrifico,
este bosque lluvioso
por tu fibra luminosa.

Sos como los animales que màs me gustan,
la tenès ( a la brisa de mi lucidez)
en tu actitud.
Asimilo tu ambiguo ser,
y tu destreza...
 puès estàs desnudo,
 como yo.

Espero mientras,
tu infinita caricia ,
como una hija espera volver a su primer hogar.
Espero encontrarte,
 en la madrugada que và
  cubriendo nuestros ojos,
de tìmidos rayos de paz.
Somos dos,
màs el crepùsculo.
- màs las imàgenes del naufragio anterior,
la obediencia a tus olores,
mi embriagada ausencia, mi repentina
astucia de lombriz,
el secreto  y la dulzura.-

Somos dos insectos desnutridos,
 metidos en la burbuja fiel de indagarnos,
asimilando la miel de abeja como un elemento màs,
una sustancia poderosa , dentro de tantos jugos,
compuestos creados ,  lìquidos florales de la selva llovida.



                                                                                      AMMANDA

sábado, 4 de agosto de 2012

Deseo



Hombre:
vos le devolvés algo a esa palabra
que estrictamente no puedo definir

es decir, que me quemé con leche
fueron años
 y ahora
que ordeno mi placard
llevo la ropa limpia
repaso el escritorio con franela
tengo zapatos nuevos – y el cepillo para que sean brillantes-
lavo los platos después de comer – ta, capaz a la mañana siguiente –
me doy menos contra las cosas
me gusta lo que hago

(me gusta lo que hago
creo en eso
¡pámpanos, lo he logrado!)

Hombre:
vos le devolvés algo a esa palabra
que me da un miedo atroz

es todo en contra pero sin embargo
tu manera de mover las manos
de explicar una idea apasionado
me suspende el latir del pensamiento

con tus ojos azules
volvería a transitar el riesgo
no saber adónde terminar
confiar de vuelta en Eros
él, el maldito: el del placer y el daño

cuchá, valdría la pena
valdría la pena
llegar a no sé dónde
jugar contigo
eso
jugar jugar
a eso
a lo desconocido

Hombre:
vos le devolvés algo a la soledad cotidiana
esa esperanza
de sostener que en el amor no hay lógica

es tan gracioso
que no me importe nada
quién sos, dónde venís
ni esa vieja idea del buen partido
que hoy es profesión, ropa y capacidad de lenguaje

la idea de evaluarte
como si fueras una adquisición
algo para lucirse
o acompañarse
para tener familia y conformarse
todo eso que es pura porquería
es más que nunca pura porquería
gracias a vos es pura porquería
este poema es pura porquería

solo decirte esto, hermosura:
cuando te miro
muero.

                            La Gata Flora

viernes, 3 de agosto de 2012

una mano al olvido



 I

 Por primera vez en semanas siento la necesidad de escribir. Escribir me parece en este momento una actividad tan importante para mi salud como comer cuando se tiene hambre, como tomar agua cuando el cuerpo siente sed. Pienso que si escribo un cuento sobre ella quizás me ayude a olvidarla, a quitarle fuerza y realidad a su presencia, a pensarla solo como literatura.
Escribo, para olvidarla, un cuento sobre ella. Hace días, que de manera similar, me sucede que me voy a dormir para descansar de pensarla, para apagar por un momento la idea en la que no he dejado de pensar desde que estoy despierto y el sueño es una continuación de mis días en la tierra, con ella, con amigos, guardando siempre la distancia, los silencios, el debido respeto.

 II

 Lo último que veo antes de irme es a vos bailando con los ojos entrecerrados, un poco borracha, encantadora, y a un hombre a tu lado. El resto del camino es pisar el recuerdo, amasarlo de acuerdo a la forma exacta de mis miedos, de mi lucidez, de mi lado más perverso. La imaginación es un torturador que encontró el gusto a la tortura. Te imagino ahora un poco recostada contra la pared, dejando que él te corra el pelo detrás de la oreja, que te hable cerca al oído, cómo puede ser que no le digas nada, cómo puede ser que tengas tantas ganas de que te coja ese pibe, me pregunto, mientras veo cómo te agarra de la mano y los dos caminan hasta tu cuarto, a la oscuridad del cuarto y las sábanas revueltas, mientras veo como te toca las tetas y te mete la mano en el vaquero sin desabrochar, y la ropa mojada y tus ojos en la oscuridad, mirando hacia el techo como persiguiendo mariposas entre el aire humedo y el polvo, sin decir una palabra, asistiendo, yo mismo al tiempo que me alejo a la forma obscena y tácita en que a todo le decís que sí.


 III

 Pensar en ella se parecía a pensar en la palabra nunca.
 Solo a veces me permitía la posibilidad de imaginar que hubiese pasado si algunas cosas hubiesen sido distintas, lo cual equivalía a pensar un mundo idéntico pero escencialmente distinto, en el que vos fueras vos y yo sea yo, y vos no me conocieses. Entonces yo me acercaría, te vería bailando y te hablaría despacio, haciendote reír para ver como bajas los ojos hasta el piso una vez que pasa la risa, sabiendo que tengo todo el tiempo por delante, que te puedo pedir un teléfono y tener ganas de llamarte al otro día, que tenes ganas de conocer a alguien, que te gusta hablar conmigo y te pone nerviosa, porque soy hombre y vos sos mujer y los dos sabemos a donde nos lleva esto. Entonces imagino que soy yo el que te corre el pelo para hablarte, que camina de la mano con vos hasta tu cuarto, que te busca la mirada entre el aire del cuarto y las mariposas, y que oye la respiración entrecortada, y cada uno de los sonidos pequeños que parecen escapados de la bolsa del silencio.
 A la mañana cuando te diga que no puedo creer que esto esté pasando, y vos te rías tapando la verguenza entre las sabanas, es imposible que comprendas del todo el significado de mis palabras.

  IV

 No encuentro las palabras. Hace días que vengo peleando con el relato y nunca logro estar del todo conforme con lo que escribo. Esto es mierda, me digo, y después es volver a empezar. Sin embargo mi proposito era simple: escribir una historia de amor velada, en que nada sucediera, en que las palabras sean como una ventana que dejase ver el sentimiento de cierto hombre hacia cierta mujer. Pero las palabras se vuelven opacas, no logro encontrar el tono justo que pide el relato, su transparencia.
 Quizás tenga que ver con eso que decía Nietszche de que solo encontramos palabras para lo que está muerto en nuestro corazón. ¿Cómo yo entonces puedo escribir un relato sobre lo que me pasa en este momento, sobre lo que está pasando en mi mientras escribo?
 Cuentan que Becquer recomendaba a las mujeres desconfiar de los enamorados que querían demostrarles su amor a través de versos. Si la poesía es buena, decía, desconfíen. Si es mala crean.
 Esto es mierda, me digo ahora, porque es real. Porque detrás de las palabras hay algo vivo. Un animal que se niega a ser capturado. Detras de las palabras estás vos. Respirando.

                                                                                               Seoane

jueves, 2 de agosto de 2012

El mágico mundo del pecado


Tarde, en plena noche, fueron todos llamados a confesar. Inocentes, culpables, todos por igual pasaban por el confesionario del padre Miguel. Entre tantas almas algunas se perturbaban, se preguntaban que habían hecho mal, eran buenos, no entendían porque compartían acusación con los graduados, los pecadores, siempre estaban castigados y no paraban de blasfemar, de usar en vano el nombre del señor.
-sigues tu joven hijo-  indico un joven monaguillo.
 Con mucho miedo Javier se separo de sus compañeros, estaba muy asustado, los cuentos del padre miguel eran horribles, siempre tenía esa manera de ver atreves del alma, de fabricar un pecado. Soltó una lágrima antes de cerrar, sobre si la puerta.
 El cubículo era muy pequeño, de unos 3 m2. Dividido en dos partes, por una delgada madera con una ventanita muy pequeña. De un lado Javier,  del otro,  el padre. No lo veía, pero sentía su presencia. El padre la confirmo.
-sin miedo hijo, estas con dios, cántame todo, todo lo que pasa, nada es tan malo que no merezca el perdón.
 Javier aun no cumplía los 9, no entendía mucho del bien y el mal, no de la manera que se lo explicaba Erisburto, el catequista. No entendía porque si dios era tanto amor, él le temía, le tenía tanto miedo. Cada vez que aparecían los curas, todo moría, el aire se cortaba, el mundo se detenía a verlos pasar, y ellos, con su aire señorial se paseaban jactándose de su grandeza, la sacaban a relucir. Un día un padre muy joven golpeo a un niño porque tenía una gran mancha de barro. Nunca lo entendimos, pero nunca más dejamos que nuestro uniforme se manchara. el mensaje era claro y simple, el que tiene barro es pecador, el pecador es golpeado, el golpeado aprende.
 -padre yo no hice nada malo, he rezado, he cumplido con todo-soltó con mucho miedo, su carita transformada, no era un niño, era todo un adulto. Pero que podía tener de malo un ser de 8 años, una alma que solo quería jugar al futbol y embarrar su uniforme, tal vez, como mucho, que lo mire alguna niña, allá a lo lejos, detrás de las rejas  que separaban con mucho recelo, aquellos seres extraños. El padre sabia de esto,  que el niño tenía pensamientos impuros, que quería sonreír con una niña.
 -yo sé que tu cabeza piensa en cosas feas, yo sé lo que se siente, yo sé que parece natural, así opera Satán, el peor de los vicios, el peor de los males, es no asumirlo, no afrontarlo- decía el padre, con una sonrisa entre cómplice y maliciosa- con migo no tienes que mentir ni ocultar jovencito, yo, tengo gente que mira por mí, yo tengo un don.
 Javier no entendía nada de lo que decía el padre, salvo sabía que era malo. ¿Porque era malo? porque no era como Esteban, el niño que siempre llevaba el cáliz, que siempre usaba túnica blanca, al que todos adoraban. Una vez ese niño había dirigido el rezo, se decía que dios lo iba a elegir.
 -cuando tu almohada arda, y no puedas cerras los ojos te acordaras mío joven, de tu oportunidad de hablar, de decir todo, de esquivar a Satán, yo te lo avise hijo, ahora está en ti confesarlo.
 -yo he pensado en las chicas del otro colegio padre, yo no quise, solo que pensé en sus sonrisas, nunca más va a pasar- comentaba entre sollozos el pobre niño- lo juro padre nunca más pasara.
 -quisiera creerte, pero siempre bienes a mí con nuevos pecados, al parecer estas muy tomado, la maldad cala hondo en ti jovencito. Serás castigado, vas a recibir azotes diarios por una semana, espero que el dolor haga en ti lo que la palabra no logran.
  Javier no paraba de llorar, ahora sí, a cara descubierta, a todo pulmón, no entendía nada, pedía perdón, no gritaba, sabía que eso le podía costar más azotes.  Erisburto abrió la puerta y violentamente lo retiro del confesionario mientras le gritaba que dejara de llorar, que eso era cosa de niñas, que eso era el pecado, que el diablo iría por él en la noche. En la noche Javier por más que quería no podía dormir, sentía mucho miedo, pensaba que el diablo no le dejaría despertar nunca, él quería despertar, ver a su hermana, a sus primos,  volver a su hogar. Pero por más que lo intento, el cansancio lo sorprendió cuando bajo la retaguardia y entre ese  mar de pensamientos horribles, de miedos infundados, fue que le cayó el sueño. Era tal su tormento que siguió sufriendo después de dormido. Esa noche Javier se orino todo, se orino tanto que mojo al compañero que dormía debajo del.
  Muchos años más tarde recordaría  ese día como el principio del fin. Su niñez cambio, día tras día fue perdiendo sus ambiciones, sus sueños. Perdió su encanto, su valía, su alma, Javier no sabía pero los pecados habían comido, ahora estaba muerto, Satán consiguió su cometido, ¿que se podía esperar? tal vez que fuera jardinero, en el mejor de los casos ayudante de panadero, pobre Javier, tan joven, tan pecador, tan muerto



                                                                                                                       tito

miércoles, 1 de agosto de 2012

Heavy noche


Salió corriendo del lugar en el momento preciso. Nunca pensó que le podía pasar a ella, y menos en un estado de completa ebriedad. Cuando pasó por delante de la seccional creyó que lo mejor sería contar a los oficiales lo que estaba pasando, pero luego entendió que poco podían hacer ahora que ya habían pasado al menos unos treinta minutos desde que había salido de ese horrible lugar.
No sabía a donde ir, a quien llamar, ni siquiera sabía si tendría el valor suficiente para alertar a alguien de lo que acababa de pasar.
El miedo la inundó por completo, hasta dejarla en blanco, como en un estado de trance del que sabía no iba a salir muy fácilmente.
Después de caminar largo rato, entró a un quiosco con intenciones de comprar algo de tomar, las personas del lugar se percataban de su nerviosismo, pero nadie preguntó nada. Se acercó a una de las heladeras mirando hacia los lados, perseguida, indecisa. Pensó en el agua como una opción, pero no bastaba, necesitaba un trago. Tomó una botella de vino y pagó sin decir palabra. Salió e inmediatamente abrió la botella para tomar un trago. Se sentó en el cordón de la vereda, eligió un lugar retirado de todos y todo. Entró en razón cuando llegó a la mitad de la botella y ahí con la cabeza sobre sus rodillas trató de reconstruir lo que había pasado. Con mucha dificultad los recuerdos empezaron a caer a cuenta gotas y el esfuerzo por recordar surtía algo de efecto.
Confusas las imágenes caían en su cabeza y de atrás para adelante reconstruyó toda la historia.
Había salido de la casa de su madre a las 23:00 pm, con intenciones de pasar un buen rato con amigas.
Después de algunas cervezas prefirieron moverse hacia el boliche que había sido desde siempre el predilecto en esas noches en las que solo cuenta divertirse. Todo venía bien, hasta que entró el que había sido el gran amor de su vida, y con quien las cosas no habían terminado del todo bien. Él también estaba con sus amigos y al pasar por delante solo cruzaron mirada, una de esas intensas que dicen mucho más que las mismas palabras.
Luego de varios tragos, ya con la sonrisa totalmente desdibujada, un estúpido impulso la arrastró al lado de uno de los chicos de la barra. Lo conocía pero no tanto como para entablar una conversación, de hecho no tenían nada en común más que el lugar de encuentro. Después de unos minutos de una charla sin sentido y de la que ella nada podía sacar de bueno, se acercó a la mesa donde estaban sus amigas catalogándolo como un perfecto imbécil pero atractivo – a ellas les encantaba burlarse de los hombres, era su gran diversión.
Volvió a la barra y él le invitó el último trago antes de irse aun lugar más “tranquilo”. Antes de llegado el momento de partir saludó a quienes se encontraban sentados en la que había sido su mesa, y volvió la mirada hacia la barra donde estaba su gran amor. Ahí lo vio, como estaqueado, duro, sin expresión, pero clavándole los ojos y con eso bastaba.
Cada momento era evaluado con tal nivel de conformismo que parecía un total absurdo por donde se lo mire, y aunque era consciente de eso continuaba con el juego.
La noche no le había prometido tanta acción, pero igualmente se subió a ese auto, y sin evaluar mucho la situación y prefirió dejarlo a la suerte.
Cuando llegaron a su casa noto un cambio en la forma de dirigirse a ella, se había vuelto algo autoritario e irrespetuoso a tal punto que un insulto detonó lo que sería el trágico fin de esa noche.
Con la botella aún cargada lo noqueó y el cayó tendido en la alfombra. Trató de despertarlo pero fue en vano. No entendía bien lo que acababa de hacer pero ya era un hecho y recordó lo que alguna vez prometió junto a sus tres mejores amigas, que nunca dejaría que un hombre se sobrepasara por el solo hecho de creerse más poderoso.
Estaba allí paralizada, no pudo hacer ni siquiera una sola llamada para tratar de que no pasara lo peor y se dio cuenta de que entonces había llegado la hora de partir.
No quedaba nada más para hacer más que tratar de olvidad ese horrible momento.
Tal vez contarlo de ésta manera calmó en parte la angustia y el pesar de conciencia, aunque hasta hoy lo sigo viendo cada vez que voy a ese lugar, donde todo empezó como una noche más.
En fin, un imbécil menos.
                                                                                              Cumbio.