Era un día un poco atípico. Había mucho trabajo para
la fecha y en la oficina eso se sentía
porque el personal no estaba a pleno. Hacía unos días que Roberto, el jefe de sección, se había tomado unos días
de licencia. Al tiempo que una de las oficinistas y el cadete principal también
hacían lo propio.
Entreverada en una charla bastante obvia y un poco
morbosa, sobre una ex compañera de liceo que era pareja de un conocido viejo
verde, fue que ella notó su presencia. Cortó en seco la charla, no sin antes
ruborizarse, se paró, se arregló el pelo y fue a recibirlo.
-¿Hola, buenas tardes, en qué lo puedo ayudar?
-Si, hola, estoy un poco perdido, en realidad ando
buscando a una persona.
-Bueno, dígame el nombre que tal vez lo puedo
ayudar- dijo la servicial empleada con una sonrisa amplia e incisiva.
-Bueno, muchas gracias. Ella es Martina Riera.
-¿Martina Riera? Mmm, creo que te equivocás, acá no trabaja
ninguna Martina- comentó mientras agregaba con una mirada cómplice- si querés
puedo averiguar.
Pero no importaba la buena disposición de esa
empleada municipal ni su fin escondido de robar su atención, de poderlo hacer
olvidar a esa muchacha. Martina Riera no trabajaba en esa sección, estaba mal
informado. Ni siquiera trabajaba en ese
edificio.
La tarde la encontró apurada, no había almorzado, no
tenia ni siquiera unos minutos de descanso, el día se le hacía muy largo pero
ella insistía en mantener ese ritmo, esa vorágine. Estaba compenetrada en su trabajo
y lo hacía con tal pasión que eso evidentemente afectaba a sus subalternos y
compañeros, porque todos parecían atraídos por el alo del trabajo a su
alrededor. No harían tres semanas que estaba en la ciudad y si seguía con ese
ritmo terminaría su trabajo antes de lo previsto. “Señora, mire que nos dieron
3 meses, si usted sigue con este ritmo vamos por mucho menos” “ya lo se…y le
pido perdón si lo molesto” respondió ella más de una vez, agachaba la cabeza y
seguía como si tal cosa.
Si bien no era alta, su metro setenta la ponía un
poco más arriba de la media. Aun conservaba su pelo rubio encrespado. Ojos
grandes, verde claros y una mirada compasiva que todo parecía entender. Tendría 25 años, tal vez menos. Pero al
escucharla, desprendía una madurez que la situaba cerca de los 40. Luchadora
incansable de cuanto proyecto se le ponía delante fue recorriendo lugares y
conociendo mundo como pocas en su profesión.
Cuando escuchó, de boca de uno de los jefes de
investigación, los nombres de los lugares donde se desarrollarían los
proyectos, no pudo dejar de acordarse de él. Fue algo repentino y pasajero. Tubo
un presagio de que ese sería su destino, lo aceptó con gusto y gracia. Le
parecía un lugar que merecía la pena, y cuando le confirmaron que
definitivamente iría para allí, no pudo dejar de pensar que también podía ser
algo romántico. Él para ella era algo breve, lindo, intenso y justo. Lo vivía
como una rara mezcla de pasión y cariño, lo quería mucho. Unos días antes de
partir, mientras cenaba con amigas en una pizzería volvió a pensar en él. Una
sonrisa le cruzó la cara.
-¿Te pasó algo?
- comento una amiga en tono de burla mientras le guiñaba un ojo.
-No, nada, nada un recuerdo, jajaja- respondió ella
y le restó importancia.
No dejaba de parecerle gracioso pensar en él, se
sentía una adolescente pensando en un romance viejo, raro y que creía
terminado. Si bien era una mujer pragmática, era antes libre y feliz. No tenía
cuerdas, no le interesaban y era tan honesta que no las tendía, a no ser que su
corazón fuera presa de algún sentimiento de esos que no se pueden esquivar. No
era enamoradiza, los años le habían enseñado que unas miradas cómplices y unos
días de sol y césped no eran amor. Aun así, lo de ellos le costaba mucho
ordenarlo. Era sin dudas más que eso pero a la luz de los hechos no lograba
incluirlo en amor. Si lo hacía por algún motivo específico no era consciente.
tito
"No era enamoradiza, los años le habían enseñado que unas miradas cómplices y unos días de sol y césped no eran amor. Aun así, lo de ellos le costaba mucho ordenarlo."
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