DISCURSO
No creo en el capitalismo liberal y no voy a creer nunca. No
creo que el capitalismo sea una manera justa de repartir la riqueza de la
naturaleza, creo que es una des-naturalización que no sabe adónde va, sin plan
y sin futuro (porque el futuro no es otra cosa que una idea). La sociedad
industrial es una máquina gigante que se autofagocita, y la naturaleza no es
eso porque en la naturaleza existen el misterio y la belleza (aunque la muerte
está claramente más cerca, en lugar de estar, como en la sociedad industrial,
igual de cerca pero haciendo de cuenta que no está).
Creo que respondemos a una lógica cada vez más pragmática y
que esa no es la política. Creo que la última medida del hombre no es el
hombre.
Es decir, no sé dónde está la revolución, no tenemos
construido al enemigo, que se encarga fervorosamente de disgregarse, diluirse y
disolverse. Un enemigo inasible, que se desaparece, que pasa por abajo de las
puertas y de las ventanas. Que se disfraza y muta, camaleón.
Adhiero a la idea de constituirlo, de definirlo e
identificarlo. Adhiero a la idea de pensarlo.
Es decir, defiendo la instancia de no saber dónde quiero ir,
y aún así sostener que por acá no es, y que la responsabilidad de mi generación
pasa por construir una alternativa que primero tiene que ser idea, plan,
conciencia.
No pienso que esta democracia tecnológica y de campañas
políticas, de traición, corrupción y arraso de las costumbres más hermosas de
las personas (estar alegres y tranquilos, disfrutar, tener tiempo, sentir
placer, trabajar en lo que queremos y nos gusta), sea la mejor manera en la que
nos podemos organizar.
No adhiero todavía por completo a una idea cerrada de acción
política, pero la estoy buscando. Creo que tenemos que volver a establecer un
corpus moral y defender lo estricto de ciertas estructuras culturales, en
contra de dos actitudes fundamentales: la conformidad pragmática y el
derrotismo. Esa es la búsqueda que puedo intentar, una pregunta honesta.