martes, 18 de junio de 2013

El amigo


El amigo le comentaba que su escrito era la viva imagen de su talento. Degustó el comentario como quien saborea una seta venenosa. Sabía que aquello era una caricia ponzoñosa, de esas que se permiten en el ejercicio lúdico de la amistad. Lo invitó al balcón, lo convidó con uno de sus puros y bajo una nube de humo ambos contemplaron el valle lindado por el arroyo. Aquel paisaje bucólico era una postal en negativo del alma de aquel hombre, que como enfermedad, sentía como la envidia navegaba por sus venas y calaba hasta los huesos. Sabía que su pluma nunca igualaría a la de su amigo. Dejó de pensar, distrayéndose con el volar de un pájaro sobre el arroyo. Se lo señaló a su amigo. Éste se apoyó sobre la baranda del balcón y con su mirada buscó el ave. El hombre, con ambas manos, tomó a su amigo por los tobillos y lo levantó hacia arriba, haciéndolo caer desde la terraza. Acabó su puro contemplando la inmensidad del valle, limpió las cenizas de la baranda y entró de nuevo a la casa.
Maldoror Le Fou 

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