domingo, 18 de marzo de 2012

Fin del verano

El señor Augusto se enorgullece en presentarles a un gran escritor, amigo de la casa, el señor SEBA. Aquí les dejo más de sus textos: http://factotumunderbar.blogspot.com/. Esperemos tenerlo de nuevo por acá.
W.C.Chamberlain 

El sol dominguero era explícito en sus intenciones de estallar lentamente tras el horizonte, el viento había entendido e intensificaba su presencia en las banderas, y la luna transparente estaba afuera, triste, por haber fracasado nuevamente en su anhelo de romance con el sol; ella sabía que sin él no era nada y otra vez se cruzaban, una nueva oportunidad se le escapaba de las manos. Al final del día estaría sola, intentando justificar otra derrota, en vano como casi siempre.
En medio del murmullo y los gritos de impotencia, el árbitro levantaba sus brazos indicando  el final del partido. Los padres de familia huían de las tribunas con sus hijos a tiro por las escaleras, algunos hinchas movían la cabeza hablando mucho, entendiendo poco, otros solo miraban el centro de la cancha buscando una respuesta o pensando quizá en problemas personales que nada tenían que ver con aquel contexto. Luego de un suspiro a medias y un breve entrecerrar de ojos como para volver a mi eje, encendí un cigarrillo y me decidí a salir por las escaleras más cercanas. Por un rato mis pensamientos se cruzaron con los de la multitud, y canté con potencia una canción que todos sentíamos, dándole ánimo al cuadro de nuestras vidas. Dejé mi rabia y orgullo en esas escaleras y casi fugitivamente  me desprendí de la masa humana. Ya había sido demasiado.
A unas pocas cuadras del estadio, me hice de dos latas de cerveza para el camino. En una hora mi ex novia me estaría esperando en el bar que solíamos frecuentar. Aquel lugar no era nada del otro mundo: una barra importante al final del salón, mesas de madera antigua, sillas acolchonadas tapizadas con cuero blanco, paredes blancas, una rocola del siglo pasado entre ambas puertas del baño y - lo que hacía de aquel lugar una maravilla - una enorme biblioteca a la que el cantinero le daba la espalda situada detrás de la barra. Habitualmente la música que se escuchaba era tango rioplatense, a veces jazz, y en contadas ocasiones rock en español. Para el cantinero – viejo amigo de la infancia - el rock en español era una mierda. Yo por un tiempo había comprendido sus argumentos. Ya no. Igual nos admirábamos y queríamos mucho, sobre todo por que me agasajaba con vasos enormes - al límite del desborde - y yo por mi parte lo incluía en mis relatos. Sí que nos admirábamos.
Entré al bar, pedí el mismo whisky con agua de siempre y me dispuse a esperar a la que había sido mi chica: luego de algunos acercamientos estábamos probando estar juntos de nuevo. Todo era muy delicado, muy sutil, los dos habíamos bajado al infierno para vernos las caras, y luego había sido difícil salir de allí sin recuerdos traumáticos. Éramos muy amigos, no podía decir que no a la invitación de ir por unas copas y hablar como antes, cuando el amor nos encontraba felices. Le pedí a Dios – así llamábamos los amigos al cantinero – que me sirviera una segunda vuelta. Así fue. Me trajo el vaso acompañado de un libro, y me dijo – Se llama “Tortilla Flat” y es de John Steinbeck, un libro de relatos para que la tristeza deje de serlo, éntrale, es bueno. Di un sorbo a mi vaso, que venía muy bien, y con una sonrisa respondí – Dios, tú siempre cuidando de mi espíritu y trasero. Dio media vuelta y volvió a la barra por que entraban otros clientes -  Dios no puede estar mas de un par de segundos con cada uno. Dejé el libro a un lado y me puse a observar: era una dama y cinco muchachos, todos hablando alto y empujándose cada tanto. Pidieron seis cervezas y se dispusieron a hablar y reír a carcajadas, todos hermanados, y a la vez cada uno en su propio universo. Algunos entraban y salían del baño, con muecas divertidas clavadas en el rostro y los ojos fijos en sus botellas. Las seis cervezas pasaron a ser dieciocho, y mientras los minutos pasaban yo seguía mirándolos asombrado por sus movimientos: de inmediato hicieron suya la rocola y pedí mi cuarto whisky mientras las guitarras de Cecilia de Buenos Muchachos me rompían el cerebro. Dios estaba enojado. Los seis botijas tomaban y respiraban, respiraban y volvían a tomar. Aquel trajín más el alcohol en la sangre ya me estaba mareando. Dejé el dinero cobre la mesa, puse el libro entre mi pantalón y el calzoncillo y salí del bar. Prendí el anteúltimo cigarrillo en la puerta y allí me quede un rato, queriendo entender el por que de tanta confusión en la cabeza. De un brusco portazo salieron los seis amigos con algunas botellas. Mientras cuatro de ellos aplaudían y tiraban alcohol, los otros dos se pegaban sin piedad, patadas en la espalda, puñetazos fuertes en las costillas. Y así se fueron, prácticamente rebotando hasta la esquina. La chica me pidió mi último cigarrillo y yo cedí, al tiempo que giraba y me disponía a regresar. Una parte de mi se iba con ellos. La dejé.
Varias cosas quedaron claras ese domingo. Muchas otras se enredaron todavía más. Mi ex novia había sido concreta con el mensaje. Aquella cita fracasada planteaba un futuro muy predecible; otra vez estaba solo, con un libro apretado en las pelotas. Los seis personajes del bar – por otra parte – me demostraban otra posible manera de entender las cosas, esa otra vida que aunque extravagante a la vista, también presentaba sus ricos sabores, sus momentos de cristal. Sin desviarme mucho del pensamiento, doblé por la avenida bajo la noche azul. Algo me decía que el próximo domingo mi cuadro iba a ganar, y una luz de esperanza se abriría para dejarme sospechas de que la felicidad no estaría tan lejos. Al menos así encontré una excusa para caminar con ritmo, casi bailando, entre edificios y calles, en pleno fin del verano.

SEBA

7 comentarios:

  1. Era imprescindible que usted SEBA apareciera por el blog. Aplaudo su llegada, maravilloso texto, además nos describiste a la perfección, con el pulso de un gran escritor!

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  2. PRO-FE-SIO-NAL! De lo mejor que se ha visto en estas páginas. Prensio, día a día me sorprendo más, su gestión es maravillosa.
    Aún así las notificaciones siguen llegando tarde, vea si puede arreglar ese problema, no es que vaya a dejar de venir, todo lo contrario.

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  3. muy bueno juan sebastian, muy bueno, que demas que publiques en el toman, es un orgullo.
    el relato te lleva directamente al lugar donde nos queres tener, esta muy bien, me re gusto

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  4. Primero que nada que gusto tenerte por acá seba!
    En cuanto al texto
    Un disfrute de principio a fin. Coincido con tito te lleva directamente al lugar donde nos queres tener. Vamo arriba y esperemos volverte a ver.

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  5. pibes muchas gracias, estuvo genial poder publicar por acá con ustedes y me alegra que les haya gustado. realmente una emoción. abrazo grande y estamos en contacto bro's. salú.

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  6. los dos habíamos bajado al infierno para vernos las caras.

    ésta frase, sola, es de lo mejor que se ha escrito en el Drogan.
    gracias Seba por compartir ésto con nosotros y esperamos (hablo por todos) verte de nuevo.

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  7. Que bien sebita...tremendo,me hizo acordar a "Dios es empleado en un mostrador...da para recibir..." cuantas cosas detras de eso...

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