viernes, 2 de septiembre de 2011

Preocupándose del qué dirán

Estrepitoso calambre hizo al geronte desistir en su idea de complacer a su cónyuge. “¡Por favor seguí!” le gritó ésta pero ya era demasiado tarde, como fósil avejentado el viejo se desparramó por el piso. La cabecita de la vieja se asomó a los pies de la cama para ver a su viejito retorciéndose en el piso. “¿Estás bien?” le preguntó inocentemente, mientras Eusebio se contraía en espasmos, parecía uno de esos muñecos de goma, de esos que los apretás y chillan como locos.
Eusebio murmuraba algo, panza pa’ arriba en el suelo, con una mano se tomaba el corazón, temiendo un infarto y con la otra parecía frotarse el culo, atacando el calambre por detrás. Lidia se bajo de la cama, se calzó las pantuflas y le dijo a su viejito: “respira viejito, respira tranquilo. Ya llamo a la ambulancia”.
Con la cabeza al ras del suelo, jadeando como un perro mientras intentaba calmarse y regular su respiración, Eusebio elaboró miles de conjeturas, todas ellas en torno a que pensaría Hortela, "el dotor" del pueblo sobre la situación en la que se encontraba.
Eusebio es de esos hombres que temen, y mucho, la opinión de los demás, de esos que se consideran gente decente y de confianza, de esos que se creen los más justos y buenos del mundo. Y viviendo en pueblo chico como lo es "Palo Alto" uno se tiene que andar cuidando, y mucho, de las cosas que suceden puertas pa' adentro pues la bola se corre rápido y uno queda humillado públicamente así como así. Por lo tanto una mancha en su historial de buen hombre como la que significaría esta escena, debía evitarse.
Describamos la posición en la que se encontraba y la serie de eventos causales que llevaron a ella:
1-     Eusebio con sus 76 años ya no puede elevar a su muñeco
2-     Probó con drogas Varias pero su médico de cabecera (quien lo está por visitar) le recomendó que abandonara su uso por miedo a un infarto inminente
3-     Una amiga de Lidia le recomendó que visitara a un herbolario. Fue allí y salió con un ramo de yerbas varias pero ninguna dio en el clavo, terminó con tremenda cagalera y con una irritación en la piel producto de una hierba alérgica
4-     Probó con la interne’, su nieto le había enseñado a usar la computadora y ahora era todo un ducho en el gugleo de temas varios. Gracias a la web encontró la solución en un foro de soldados impotentes, parece ser con ayuda del dedo de la pareja o con el suyo propio uno podía activar el bombeo de sangre en el miembro viril, visitando el escondrijo que se encuentra entre nalgas.

Ante la solución, Eusebio, siendo conservador por demás y un puritano de alcoba, pudoroso hasta las patas se mostró un tanto escéptico. Pero su viejita estaba tan necesitada de atención que incluso llegó a amenazarlo con irse con el muchachito que atendía a su amiga (la misma vieja new age que le recomendó la homeopatía) si no hacía algo pronto.
Finalmente Eusebio cedió en sus prejuicios y se largó al terreno de la “experimentación sesual” cómo él le decía. Esa noche ambientaron el cuarto con música de Sandro (la voz del gitano funcionaba como potente afrodisíaco para Lidia) y con un par de velas aromáticas que compraron en el super de la vuelta.
Previo jugueteo y besuqueo, intercambio de dentaduras de por medio, se prepararon para el “ato sesual”. Cuando Lidia acercó su índice a la raja de Eusebio, este chilló como un cerdo. “Tenés la mano fría viejita, hacelo con cariño”. Lidia asintió pero su cachondez la hizo precipitarse e incrustarle el dedo de una. El pobre Eusebio volvió a lanzar un gemido porcino al tiempo que vió que su muchacho reaccionaba. Se intentaron acomodar, pero la cosa no funcionaba, a Lidia le resultaba incómodo estar con su mano allá abajo y a la vez concentrándose en lo otro. Eusebio tuvó un centello de inspiración en el traqueteo y la euforia que significó el despertar de un muerto y tomó de la mesita de luz un poco de betún que lubricaría el terreno, mojó su dedo en él y se ayudó a el mismo, apartando antes la mano de su vieja. Ahora ambos viejitos cachondos podían disfrutar tranquilamente del momento, pero ocurrió lo peor: la falta de actividad física, Eusebio era un viejo sedentario que se sentaba todo el día a mirar televisión, lo hizo incapaz de sobrellevar el desgaste y sufrió un doloroso calambre que lo hizo caer de la cama y rodar en el piso.
Ahora se encontraba mirando el techo y pensando en alguna excusa que inventar para convencer a Hortela (que era conocido por no respetar la confidencialidad médico-paciente, en otras palabras: era un chusma bárbaro) de que su mano en ano significaba otra cosa y no la chanchada que acababa de hacer.

Elugo

2 comentarios:

  1. (la misma vieja new age que le recomendó la homeopatía) jajaa

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  2. Eusebio googleate poringa o youporn y ni te calentas.

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