Al final

Corría y por fin se sentía libre…

No sabía como y por que estaba ahí, pero era feliz.

Una parte de él sabia que no duraría, no lo preocupo y siguió abrazando la vida como nunca.

Podía ver la casa de su infancia de fondo y  la anacagüita que la cortaba justo al medio.

Los árboles se inclinaban y lo saludaban obligados por el viento fuerte de enero.

Podía sentir, como sin éxito intentaba convertirlo en su títere a el también.

Fue cuando se detuvo y dejo de correr, que se dio cuenta que estaba descalzo y recordó lo placentero que era sentir el pasto bajo la planta del pie.

Extendió los brazos como alas, inclino la cabeza hacia atrás, contemplando el cielo, de un azul oscuro, agresivo, casi negro.

Se dejo caer junto con la primera gota de la tarde, seguida por la lluvia potente de verano, que le mojaba el cuerpo con fuerza.

Respiro hondo, disfrutando cada bocanada de aire y despertó.

A 7000  Km de la cuidad que lo vio crecer reposaba su cuerpo débil y agobiado.

Intento tragar saliva, la  garganta totalmente contraída se lo impidió.

La lengua se le adormeció, la nuca era una mano pesada que le rodeaba y apretaba con fuerza la cabeza.

Sintió una profunda tristeza. Instantáneamente resbalo por su mejilla una gota fría muy fría, pudo sentir el deslizar suave del agua salada  por los surcos de su cara avejentada.

Fue la última caricia que recibió.

Le sorprendió darse cuenta, que el ser humano es totalmente capaz de percibir el devenir de la  muerte, la ultima experiencia que permite la vida, y se la concede solo a ellos… los muertos.

                                                                                                                                                  Nano