-¿No les parece raro que la gente tenga
tantos secretos?
- No entiendo lo que me preguntás. Es como medio evidente.
-¿Vos entendés lo que quiero decir?
-Yo más o menos. Me parece que estás sorprendido por cómo puede ser
que haya tantas historias escondidas más allá de lo que uno ve. ¿Eso?
-¿En eso pensás? Para mí que es evidente. La gente tiene secretos
muy profundos. Ustedes y yo seguramente hacemos cosas y pensamos muchas otras
que ninguno jamás imaginaría.
-Sí, puede que sea eso. Pero no sé si me refiero específicamente a
lo raro o extraño que es que haya muchos secretos. Pienso más en cómo nos
cuesta comunicarnos. El miedo, ¿entienden?
-Yo no te sigo.
-Yo sí. En realidad, ponete a pensar un poco. Lo que dice tiene
sentido, tiene lógica. Lo que está diciendo es que la cantidad de secretos que
puede tener uno es como proporcional a la falta de comunicación.
-Pero eso no tiene sentido.
-¿Por qué?
-Porque no tiene nada que ver la incapacidad de uno para comunicarse
con la cantidad de secretos que se pueda tener. Capaz que conocés al tipo más
verborrágico del mundo, que se comunica de manera espectacular y tiene unos
secretos que no podrías creer.
-Bueno, en eso tenés razón, pero yo creo que lo que él plantea es
más profundo que eso.
-Entonces esto es muy filosófico para mí.
-No. A ver si me puedo explicar. No creo que sea filosófico. Si bien
creo que es algo como comunicacional, creo que también va mucho más en la
necesidad de tener lo propio.
-El hombre es egoísta.
-Veo ahora sí por donde viene la cosa.
-¿No te parece que es así?
-No sé. Nunca pensé en esto. Pero sí, supongo que es una necesidad.
-Es una necesidad. Capaz que tiene que ver con la intimidad.
-Y también con la hipocresía.
-¿Con la hipocresía? ¿En serio?
-Pero y ponete a pensar. Pensá. Vos seguro que tenés secretos ¿no?
-Tengo sí. Alguno que otro.
-Bueno, fijate si esto no es de hipócrita.
-A ver.
-Vos tenés un secreto. Sos, no sé, fetichista en el sexo.
-¿Y quién no lo es?
-Pará, dejame terminar. Sos fetichista y tenés unas fantasías muy
locas. Hasta podría decirse que sos medio gay, que pensás en pijas y cosas así
y que te masturbas pensando en que te garchan.
-No me gusta para donde va esto.
-Es un ejemplo estúpido que se me ocurre. No sean exigentes. Después
que entiendan lo que quiero decir pongan ustedes un ejemplo que les parezca más
"pro" y se dejan de joder.
-Dale, seguí.
-Ahora, ¿qué pasaría si te enterás de que alguien en tu trabajo o en
tu familia le pasa lo mismo y te lo cuenta porque, no sé, está preocupado con
los pensamientos que tiene? ¿Qué hacés?
-Y yo seguramente lo mire con cara rara.
-Pero vos sos igual a él. Pensás lo mismo. Y le mentís.
-Sí, no, pero pará. Pará un poquito. Entiendo adónde querés llegar,
pero tu ejemplo no sirve porque no me puedo poner en el lugar de nadie ahí. Yo
no pienso en esas cosas. Tendría que ser algo más acorde a mi realidad, a mis
secretos.
-Claro, pero si nos ponés un ejemplo ahora nos vamos a enterar de tu
secreto. Y ahí ya va a dejar de ser tal cosa.
-Esto es muy filosófico. La puta madre.
-No es filosófico. Es real. Esto pasa.
-Estás desvariando.
-A mí me divierte lo que dice.
-Pero vieron que tiene que ver con la hipocresía ¿no?
-Supongo.
-Sí, yo estoy con vos. Es una mezcla de muchas cosas.
-Gracias.
-¿Y por qué te pusiste a pensar en esto?
-No sé. Tengo tiempo libre. No te olvides que no tengo trabajo.
-Ah, sí. No me acordaba. ¿Cómo estás con eso?
-Y yo qué sé. Estoy nomás. Estoy un poco caliente, en realidad.
-Cuidado, viene un camión.
-Sí, lo vi. No me des órdenes mientras manejo.
-Perdón, mal yo.
-Estoy caliente con lo del trabajo.
-No es para menos. Me extrañó que te suspendieran.
-¿Y a mí? ¿Sabés cómo me puse, no? No entendía nada. Otro se manda
una cagada y pago yo.
-Yo no sé bien que pasó, pero fue muy turbio, ¿no? Yo estuve medio
por fuera, no entendí mucho y como no te vi hasta hoy no sé cómo fue la cosa.
-Nada, es lo de siempre: uno la caga, hace un trabajo sucio y vos
quedás en el medio. Como no pueden probar que estuviste metido ni que no, te
suspenden para llenar el ojo.
-Lo de siempre.
-Te dije.
-¿Se acuerdan de aquél tipo alto y pelado? ¿Cómo se llamaba?
-¿Quién? ¿El que fue trasladado y se volvió para atrás enseguida?
-Ese mismo.
-¿Cómo se llamaba?
-Me parece que era Fernández. Sebastián Fernández, creo.
-Sí, era Fernández.
-Pobre loco.
-¿Pobre?
-Sí, pobre. A ese tipo lo cagaron. Le vieron cara de boludo y le
plantaron una cagada.
-Pará, yo esto no lo sabía. A mí lo que me llegó es que andaba
vendiendo drogas con unos chorros. Iban a medias.
-Eso es mentira. Se lo plantaron.
-¿Me estás jodiendo?
-No, qué te voy a estar jodiendo.
-Yo tenía la misma información que este. ¿De qué te enteraste?
-Antes de que me suspendieran escuché a dos tipos hablando en el baño. Yo hacía
rato que estaba ahí y entraron y me parece que pensaron que no había nadie.
Entonces hablaron.
-¿De qué?
-Y de Fernández, de cómo lo cagaron.
-¿Sabés quiénes eran?
-Sí, pero no les voy a decir. Saben que confío en ustedes, pero
también tienen que saber que no confió un ustedes.
-Está bien, es lógico.
-Lógico una mierda. Tenemos que cuidarnos entre nosotros.
-No te pases, loco. No voy a decir quiénes eran.
-Me cuesta entender las cosas que pasan en la Fuerza.
-Por favor, ¿y a quién no? Andan todos con un serrucho en una mano y
con la otra se cubren el culo.
-Se enteraron de la cagada de Timoteo, ¿no?
-¿Lo de que le pegó a unos locos mientras hizo una requisa y lo
filmaron?
-Sí. Abuso policial del bueno. Un hijo de puta. No te digo que a
veces no nos pasemos un poquito, pero una cosa es eso y otra muy diferente es
lo de este tipo.
-No podés justificar tu violencia. Sos policía, no un psicópata.
-Ya sé. Pero es como te dije: todos tenemos nuestros secretos. Y a
mí a veces se me va la mano.
-Espero que sean pocas. No juegues con esas cosas, porque te afectan
la cabecita. Te dejan mal, te hacen querer más violencia.
-Es como cuando me pajeaba, cuando era pibe.
-¿Qué decís?
-Pero y claro. Me pajeaba una vez y no quería parar, ya era re
vicioso. Tenía que controlarme cada tanto para dejar de bajarme la mano porque
me tenía loco. Era una atrás de otra y unas cuantas por día. Con lo que le
decís a este pasa lo mismo.
-No sé si es el mejor ejemplo. ¿Qué te pasa a vos con el sexo? Ponés
ejemplos de eso nomás. Sos medio loquito me parece.
-Todos tenemos nuestros secretos. Pero a lo que voy es a lo que le
decís a este: cuando repetís una acción que por ahí sabés que está mal y te
gusta, ya no sabés cuándo parar.
-Pero pajearse no tiene nada malo; pegarle a la gente sí.
-Bueno, no es que tenga nada de malo, es que a mí me molestaba.
-Por Dios.
-¿Qué?
-Vos estás loco.
-No estoy loco.
-Sí, estás loco.
-Cállense. Pajearse está bien. Lo que está mal son los pensamientos
con los que te pajeás.
-Ahora sí hablamos en serio.
-¿Es joda esto?
-No seas pudoroso.
-No lo digo porque me moleste hablar de pajas. Lo digo porque si te
pajeás, tenés que pensar en cosas que por ahí no hacés con una mujer. Para eso
está la paja, justamente.
-Sí, ta, te entiendo, pero como que a este le molestaba pajearse y
era porque pensaba en cosas que sabe por ahí no están muy bien, o que por ahí
considera que no están muy bien.
-Eso no es cierto. No podés andar por la vida acusando a la gente
así como así.
-Entonces no entiendo por qué te castigabas por bajarte la mano unas
veces por día. Todos lo hemos hecho cuando pasamos hambre.
-Es que no me gustaba, sentía que me molestaba tanta matraca. Loco,
yo qué sé. Basta de esto.
-Pudoroso.
-Callate, boludo.
-Mirá esa mina. Mirala. Está divina. Decime que no se merece una.
-¿Saben quién se merece una?
-¿Quién?
-La mujer del jefe.
-Ah, está mortal. Yo te acompaño en esta.
-¿Es la pelirroja esa no?
-Esa misma. Hermosa mujer.
-¿Hay que ser hijo de puta para estar con una mina así?
-Capaz que hay que ser pelotudo nomás. A las minas a veces les
gustan los pelotudos o los tipos dañinos.
-Eso es más general, no solo algo de las mujeres. Hay personas rotas
que terminan siempre en esa.
-Mirá a tu mujer en la que terminó.
-No te hagas el vivo.
-Tiene razón igual.
-Gracias por bancarme.
-Siempre jodiéndome. Siempre de pelotudo.
-No te pongas mal.
-Ya estoy acostumbrado.
-Che, ¿no creen que las mujeres son crueles?
-¿Por?
-Y es que no sé. O sea, ahora como que ya está, ya estamos viejos y
como que las cosas nos resbalan más fácil, pero acordate de cuando éramos
pibes.
-Sí, ¿qué pasa?
-Y que es lo de siempre: el hombre propone y la mujer dispone. Y
como la mujer dispone tiene para elegir. No sé ustedes, pero yo nunca tuve para
elegir.
-Yo tampoco.
-Y yo menos. Con este naso no se puede elegir nada.
-¿Vos decís que son crueles porque tienen para cambiar figuritas?
-Y claro.
-Nosotros somos muy básicos, los hombres.
-Sí, pero si nosotros dispusiéramos también seríamos crueles. Es una
cualidad del poder.
-Hay una frase que está buenísima sobre el poder. ¿Cómo era?
-¿Lo que no te mata te hace más fuerte?
-¿Vos sos idiota? ¿Qué tiene que ver con el poder esa frase? Te
hablo de una que dice algo del sexo y el poder. ¿Cómo mierda era?
-Todo se trata sobre el sexo. Menos el sexo, que se trata del poder.
¿Esa?
-Esa misma. Genio.
-Siempre tuve buena memoria.
-Es una frase muy buena.
-Y cierta.
-Nosotros experimentamos el poder en nuestro trabajo.
-Y vos a veces abusás.
-Somos policías y como tales tenemos cierta impunidad para hacer
algunas cosas.
-Pero está mal.
-Ya sé que está mal, pero es que en el momento te sentís poderoso y
algo superior.
-Mirá, yo te quiero, pero no te puedo escuchar hablando de esto.
-¿Por?
-Porque abusás del poder. No seas malo, no me podés preguntar por
qué.
-No se peleen, che. Volvamos a las mujeres que todavía nos queda
viaje largo y es un tema jugoso.
-A mí me encantan pero me tienen un poco podrido.
-Ellas pueden decir lo mismo de nosotros.
-Es la guerra eterna.
-Es una mierda. Es difícil encontrar a alguien, y lo digo en serio y
hasta con dolor. Hace pila que no salgo con nadie y estoy medio embolado de
estar solo. Parece mentira que somos millones y no haya una mina a la que le
guste.
-No te pongas mal, siempre vas a tener el quilombo.
-Dejate de joder. Los odio. Nunca fui a uno, ¿sabían?
-¿En serio?
-Sí, y me enorgullezco de decirlo: nunca fui a un queco.
-Qué bárbaro, qué fuerza de voluntad, querido.
-Ahora, decinos la verdad: vos la tenés chiquita, ¿no?
-¡¿De qué hablás?!
-Y no sé, me pongo a pensar en lo que decís y me cuesta entenderte.
No andás con nadie, te cuesta salir y conocer a una mina y no vas a los
quilombos. Es obvio que la tenés chica.
-Ja ja ja, esto es muy fuerte.
-Vos estás loco, de verdad.
-¿Pero y no te parece que tiene sentido lo que digo?
-Y no, la verdad es que no. No entiendo las asociaciones que hacés.
Es muy difícil seguirte las ideas.
-Bueno, pero… ¿la tenés chica o no? Mirá que está todo bien, eh.
-¿Sabés qué creo? Que vos la tenés chica.
-¿Yo?
-Ajá.
-¿Me estás jodiendo?
-No, para nada.
-Bo, basta. Me tienen podrido. Parecen dos niños.
-Bueno pero si este loco desvía todos los temas. En cualquier
momento rumbea para hablar de Dios y la religión o algo así.
-¿Y por qué no? ¿Y qué tiene desviarse de los temas?
-Nada, yo qué sé.
-¿Vos te acordás de qué empezamos hablando cuando nos subimos al
auto?
-No.
-¿Viste? Está buenazo desviarse de los temas centrales.
-Volviendo a eso de la religión: ¿ustedes creen que existe un Dios o
algo así?
-Todo mentira.
-No podés ser tan tajante.
-Sí que puedo. ¿De verdad te creés todas esas historias sobre Jesús,
el renacimiento, el agua en vino, caminar por el agua y todo eso?
-No, me suena a fantasía.
-A ver, entiendo lo que dicen, pero yo me refería más que nada a la
idea de algo superior que rige la vida y la naturaleza.
-Bastante profundo.
-Pero puede ser cierto.
-Yo creo que es algo que creamos nosotros para no sentir miedo en
esto de la vida.
-Puede ser. Es brava la vida.
-Está salada.
-Y por eso está bueno creer que por ahí alguien nos vigila.
-Sí, nos vigila pero no nos ayuda.
-¿Y qué sabés?
-No seas malo, no me podés decir que existe un Dios sea católico o
algo de energía o lo que sea y que encima te ayuda. Somos naturaleza y punto.
¿Vos viste lo que es el universo?
-Y por eso mismo me pregunto si hay algo más.
-No hay nada más, porque eso no es más que la creencia que creamos
para hacernos sentir que va a estar todo bien. Y no está todo bien. Y vos sabés
que no está todo bien. Y eso es lo peor de todo, porque te mentís.
-Yo no sé. Me cuesta pensar en estas cosas profundas. Me marean,
siempre.
-Pasa que vos sos idiota.
-Sí, pero me agarro las mejores minas.
-O las más idiotas.
-Por eso vos estás solo, boludo. Sos muy exquisito.
-Y la tiene chica.
-Basta, por favor.
Sigma