Distan los pies del hombre de la superficie del río. Su cuerpo termina de balancearse al son del canto de su hijo. “Pica, pica tararira” canta en susurro el niño. La tararira es conocida mordedora, entregada al placer de corroer la mugre entre las uñas del pie. Los viejos lo saben, por eso gustan de mecer sus pies debajo del agua, así los peces hacen su trabajo. Hoy no hay viejos. Sólo el padre, el hijo y el muelle. El pie del hombre empujado por el viento traza figuras efímeras en el lienzo calmo del río, mientras el monte, con su oído absoluto, escucha sombrío el tronar de los pájaros. El niño canta, su padre ya no lo escucha. Reposa inmóvil sobre las tablas roídas del muelle, sus piernas colgando sobre los buitres de agua. Ya sea por aburrimiento, por desgano o a falta de escuchas, el niño deja de cantar. Asoma su cabeza al borde del muelle para contemplar la indiferencia de las tarariras, que lejos de ocuparse por la vida de quien cede sus pies, muelen la suciedad con entusiasmo.
Elugo
Me gusta el tono en que nos sumerge el relato, la atmósfera, la calma, el final terrible que uno espera y no llega a concretarse. O soy solo yo él que esperaba la tragedia, lo siniestro asomando debajo del agua?
ResponderEliminarCoincido tanta calma invita a pensar en lo siniestro...pero no tiene porque venir de abajo del agua sino de la naturaleza misma del hombre.
ResponderEliminar"Asoma su cabeza al borde del muelle para contemplar la indiferencia de las tarariras, que lejos de ocuparse por la vida de quien cede sus pies, muelen la suciedad con entusiasmo."
Tiene imagenes muy claras me gusto.
ResponderEliminarme gusto mucho, simple, lindo, real, gran relato
ResponderEliminarBello Elugo, bello...
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