jueves, 20 de diciembre de 2012

El transmisor



Cuando el reloj marco las 6:00 su alarma rompió el tranquilo silencio de una mañana de mayo. Estaba frío, el invierno se arrimaba, así lo indicaban los grados dibujados en un termómetro, en una calle desértica. Esto no fue impedimento para que la señora se levante y de por comenzado su día.
No llego a pisar el suelo, sus pantuflas la esperaban con el calido abrigo de la lana. Se puso un saquito. Era viejo y lindo; negro y estaba bordado con un rojo oscuro que le daba un detalle oriental. Pronta, se dirigió al baño, su primera parada “la parada obligada” como solía decir su difunto amante. Al concluir las cuestiones fisiológicas de primer orden, la señora se dirigió a la cocina.
Mientras el agua llenaba la caldera prendió la radio. Una voz ronca y áspera arengaba, cual político en campaña, parecía desconocer la hora, el momento, el seguía en enardecido trance. Con la caldera en la hornalla, comenzó a cortar un pan, lo rebanaba en pedasos de 5 cm de diámetro por 2 de ancho. Hacia mucho tiempo que su desayuno era el mismo: tostadas con dulce, un té, algún martín fierro y por ultimo el mate. Que recuerdos le traía este. Desde el mate cocido en su pueblo natal, único alimento de la mañana, pasando por su adolescencia bordando y zurciendo, hasta que fue mujer, se sebo para ella, le cebo a hombres y amigas. Ahora ahí estaba, sola, cebando para su alma.
Al terminar de comer se disponía a juntar la mesa, pero prefirió, termo y mate en mano, contemplar la preciosa vista que su hogar le ofrecía. Estuvo largo rato mirando, viendo como la naturaleza, sabia, terminaba de hacer lo suyo, como la mañana se desperezaba, limpiando nubes y regalando un precioso día.
Con pereza y mucho aplomo, pero con el entusiasmo de la primera vez, ella se fue deslizando en el sofá bien cerca del teléfono. Lo miro y suspiro, cual enamorada, que amigo había encontrado, volvió a suspirar mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Cerró los ojos y recordó.

Tiempo atrás la vida se le había llevado al que la cuidaba. Esa persona que no hacia compromiso, que la miraba con intriga, con amor, con cariño. El posaba su mano sobre la suya y escuchaba sus anécdotas. Reales, inventadas, repetidas, nuevas, no le importaba, su forma de hablar le bastaba, era una narradora nata.
Al principio todo fue difícil, sintió que la vida ya no tenia sentido, no afano en ella todo la rebeldía de otras veces, de otras perdidas. Envejeció, se apreció muy sola, en un cuerpo que le era ajeno. Pero un día, eso cambio, fue por la pura magia de su vida, de su energía, porque esta mujer merecía revancha. Todo sucedió de una manera rara, loca, confusa, como no podía ser de otra manera. Una triste tarde de Septiembre se disponía llamar a un familiar, total no disfrutaba de nada para perder, en una de esas alguien se dignaba a visitarla, si lograba hacer que se acordaran de ella.
En el momento que discaba, la magia se apodero de sus dedos y quiso que en vez de digitar el número de un pariente, frío, lejano y ocupado, digitaran un teléfono que reposaba discreto en un living chiquito, en una casa en un barrio lejano.
-Hola ¿Estela?
-No, yo soy Rosa, ¿Quién es usted?
-Ay, disculpe, le disque mal, es que de donde vengo no somos muy duchos con esto de la tecnología.
-Señora, no se aflija, no tiene que pedir disculpas.
-Bueno, muy amable, que ande bien.
-¡Pere!, pere, usted disculpara mi atrevimiento, pero ¿Dónde es ese lugar de donde es usted, ese lugar de poca tecnología?
-Jajaja, ay doña, me hizo reír.

Y con esta simpleza, fue que aquel aparato le cambio el mundo, ahora ya no era una mera maquina más, desde ese día encontraría una revolución, un salto al más aya. Fue como si se le abriera un portal, un quiebre en el espacio que la trasladaba a lugares inimaginado, le permitía explorar los cuentos más raros, conocer gente loca y divertida. Alguna vez, simplemente escuchaba, desde problemas personales hasta chismes  viles y crudos. En cambio no falto oportunidad para poder seguir explorando sus locas aventuras de su juventud, o aquellos cuentos que poco a poco se llenan de guirnaldas. La tecnología había abierto una brecha que parecía infranqueable, la ponía en contacto con toda esa gente que esperaba ser timbrada, que agazapadazo en los lugares mas simples, raros, no importaba. Era una conexión, una victoria a la soledad, un grito a la vida.


                                                                                                             tito

2 comentarios:

  1. Buen relato tito! por un momento temí que no aparecieras.
    Me quede con la idea cuando lo lei de que debería haber una guía en el cual las personas que estuviesen dispuestas a recibir llamados de extraños cedieran sus números. Especial pa las veteranas.
    la otra si le ponemos ganas en vez de una linea hot crear que una linea para viejos solos con temas varios todas las modificaciones del clima e inseguridad puede andar. Bueno me voy porque estoy haciendo el ridiculo. creo..

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  2. Lindo texto, como remonto el toman en esta semana chiquilines vamo arriba.

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