En cierto momento, al girar mi cara hacia la derecha note que nadie
estaba al tanto de mi presencia, era simplemente un espectro, un mero
espectador de lujo. En cambio el resto reía y charlaban con un
fidedigno entusiasmo, se esperaban en los cuentos y los remates eran
infaliblemente precedidos de ruidosas risas. Yo en cambio poco a poco
lograba abstraerme de ese lugar para poder hacer algo productivo con
mi tiempo. Fue entonces, baso de cerveza en mano, que me di cuenta
del potencial de esa situación.
En total eramos cinco. Ella, su amiga, sus amigos ( dos) y yo, el
espectro. Estaba esplendida, hermosa, sin dudas que lo era, una mujer
con todas las letras.
Pero no quiero distracciones, ese no es ni cerca el meollo del
asunto. El tema es bastante simple, desde hacia días que yo tenia en
la cabeza un caballo, praderas y algún que otro cerro por allá en
el horizonte. Creo que en realidad he estado pensado en los griegos,
si, no en los de ahora, con todo respeto, sino en los de antes, los
clásicos. También en San Agustín y la era de las luces. En
realidad estoy asistiendo a una materia de historia muy entretenida.
El asunto es que estoy tomando cerveza del baso, con cuatro
especímenes exponentes del arte post moderno uruguayo. Director,
pintora, productor y ella, la hermosa, claro está.
De repente, como por arte de magia soy absorbido por una suerte de
transferencia ínter espacial y fui a parar nada menos que al
despacho del ilustrado señor Jean Jacques Rousseau, ¿y que estaba
haciendo el muy desgraciado? Escribiendo partes de su gran obra
“Discurso sobre el origen de las desigualdades entre los hombres”.
Un breve y pobre resumen de los temas que vienen a cuento sobre la
mencionada obra. En ella él dice que el origen de las desigualdades
en la historia de la humanidad esta signado por dos desgracias que se
dan en el pasaje del ser “salvaje” al ser viviendo en sociedad.
Estos son, la agricultura y el descubrimiento del hierro.
Entonces vuelvo al viaje, si señores caí en el momento culmine.
Cuando logro ponerme de pie, este connotado ser se levanta de su
escritorio, deja la pluma y me mira a los ojos. No voy a mentir,
trate de hablar, de arruinar el momento, estaba sin dudas muy
asustado, pero por suerte la magia fue tal y no puede decir palabra,
permanecí mudo. Su mirada seguía clavada en mis ojos, en ellos se
podía ver la preocupación, la indignación, el desprecio, la
compasión, pero por sobre todo, los ojos de un ser totalmente
dedicado a la causa de la ciencia.
-¿Cómo? ¡¿cómo fue posible?! Es un hito inconcebible, decidme la
verdad, ¿estoy tan equivocado?
Y se quebró, ahora era un hombre y su ADN retrocedía millones de
años atrás para estar en la piel de aquellos primero hombres.
-Plantar, claro que si, es algo natural, sin dudas que luego de
periodos, más largos, más cortos, ellos pudieran identificar cierta
relación. Que las cosas crecían de la tierra, que de la semilla,
que en realidad es alimento, crece más comida. Es difícil, porque
el instinto de comer, de vivir el día a día actúa en clara
oposición a esto. Pero lo que no puedo parar de preguntarme, lo que
me desvela, lo que me tortura por dentro como hombre de ciencia es:
¿cómo encontraron el hierro? Porque eso no esta a la vista, esta
oculto, la naturaleza así lo quería, en minas, alejado de las
temibles garras de los humanos, ¡¡¡pero no!!!, ellos pudieron, y
de que manera. ¿Fue una explosión? ¿Un volcán prendido fuego?
¿Pedazos del metal que volaron y quemaron y luego se secaron? ¿Que
fue? ¿Que es esa semilla que mueve esto? ¿Esos eventos macabros que
hacen del progreso una terrible arma de doble filo?
Y justo cuando estaba por cerrar la frase el encanto perdió efecto y
baje nuevamente a tierra, al departamento en calle Corrales 123, y
mientras volvía a reconocer sus caras, note que ya no reían, todos
me miraban y ella, si ella, hermosa como siempre me hablaba con
gestos claros y poco amistosos.
-¡Ey, psshh, che, vos!
-Ah, ¿si que paso?
-Baja a buscar la chela, esta el delivery.