Los pensamientos
eran confusos. Llevaba tres días sin salir de su casa, evitaba todo tipo de
contacto, no lograba sostener una conversación, su cabeza se iba sola a
cualquier parte.
Despertaba adivinando el día, representándolo por
completo, eso le aburría y le quitaba las ganas de levantarse de la cama.
El cenicero lleno de colillas, el ambiente inundado de
humo, la televisión inagotable, la botella de agua al lado de las piernas que subían
y sostenían el cuerpo hundido en el sillón, la imagen típica de cada
madrugada. Se iba a dormir una vez que
los ojos empezaban a cerrarse por aburrimiento más que cansancio. No quería el
silencio previo al sueño, ni los gritos
de las almas queriendo salir, caminantes de la mente, que aparecen en la oscuridad, lo asustaba el silencio de
los cuerpos durmiendo, de todos ellos respirando, perdidos vaya a saber uno
donde.
Una vez en la cama se ponía boca arriba y comenzaba un
trabajo de respiración, inspiraba por la nariz, el pecho subía y bajaba cuando exhalaba
por la boca. Intentaba regular la respiración, concentrarse en eso, hasta dejar
el cuerpo, buscando el sueño como única escapatoria ya que para los cobardes el suicidio no es una opción.
Julio Julio! Los gritos eran cada vez más fuertes y venían
del último cuarto de un pasillo largo y oscuro. Los grito ya no clamaban por nadie,
solo se ahogaban en una respiración descontrolada.
Los pies pequeños y descalzos pisaban las baldosas frías,
con la agilidad de niño corrió por el pasillo, un pedazo de niñez se
descascaraba en cada paso, tiempo después recordaría ese momento como el inicio
de su conciencia hasta estos días. Atravesó la puerta, penetro en los quejidos,
en el llanto ahogado de la madre, el camisón blanco grabado en la memoria, el
pelo suelto y enmarañado de la noche, los
brazos que sostenían el cuerpo, el pensamiento del momento, la mirada
detallista, la sensación de miedo que le provoco la cara de su madre mojada en llanto, de percibirla tan debil como una niña, igual
que él, que veía la muerte por primera
vez.
No se despierta! gritaba entre sollozos, tu padre no se despierta!
El cuerpo se le heló, reconoció el miedo bajándole hasta
los pies.
Pasaron unos minutos, su madre seguía sacudiendo el cuerpo
tomado por los hombros. Parado con el torso desnudo, calzoncillos y una media
de cada color, pestañeaba en silencio.
Le hubiese gustado llorar y no dejar que las lagrimas estancadas pudriéndose tanto tiempo.
Camino hasta la cama, toco despacio el hombro de su
madre, intentando que el contacto le devolviera la cordura.
-déjalo ma, déjalo.
Nano
Fuerte, me llegó hasta el mas mínimo detalle. ¡Bien vos!
ResponderEliminarGracias che!
Eliminarcoincido plenamente con el comentario anterior
ResponderEliminarquiero acotar que entre al toman para subir un texto y esto fue para mi una gran (y grata) sorpresa, te felicito
muy bien
Gracias tito. jaja Perdon se que me saltee las lineas de mando, no consulte al editor y demas, pero si no era asi no iba a ser publicado. Vamo arriba.!
EliminarA mi me pareció muy muy bueno. Fuerte.
ResponderEliminarbuenazo NANO!
ResponderEliminarme encantó... lo leí no se cuantas veces, muchas, y cada vez me quedaba con algo particular. me gusta como empieza y como termina, me gusta mucho como lo trasmitís y sobretodo esto:que me haya dejado una sensación indescriptible. si fuera público presente, te aplaudo. saludos nano
ResponderEliminarMuchas gracias myri, que bueno que te generara eso, de verdad.
EliminarAbrazo!!