Hace ya mucho tiempo que tengo una historia rondando
por mi cabeza. No se cuanto tiene de verdad, cuanto le fui agregando con el
mágico decoro literario de la imaginación. Le pido disculpas a los lectores, es
que algo muy dentro me pide excusarme por no poder garantizar la total
veracidad con la cual relatare lo sucedido.
Hubo un tiempo que yo no tenía trabajo, por distintas
circunstancias de la vida quede desempleado. El dinero no era problema, siempre
fui prudente, no quiero ser fanfarrón pero ostentaba una cantidad suficiente
para no trabajar por un tiempo. Esos
días pude disfrutar mucho del tiempo libre. Hombre interesado en los bares y
cafés, me dedique a recorrerlos, a escuchas cuentos, a ver peleas.
Una noche, larga y sin estrellas fui confidente de un
hombre borracho, que por su expresión de paz, terminado su relato, creo no
equivocarme al decir que no mentía. Aun tengo la duda de si el hombre me eligió
de gusto o fue todo obra del destino. El ego me dice que sabía lo que hacia, es
por eso que hoy no me tiembla el pulso a dejar esto en papel.
Comenzó hablando de su niñez. Allá por fines del 20`,
en su San José natal, tenía recuerdos de Terra y del primer mundial. Recordaba
con particular emoción el hecho de haber vencido a la Argentina en esa
instancia. Esto derivado del enfrentamiento que hubiera mantenido su padre con
su abuelo materno, un “hirigoyenista podrido” como el lo llamaba. La
concatenación de hechos lo llevo directo a su juventud, tal parecía que a pesar
de ese sentimiento, el ya de grande decidiera ir a vivir con su familia materna
a la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina.
Hombre
instruido en la mecánica, más precisamente en lo relevantes a los tornos no
tardo en conseguir empleo. Corría el 43` y nuestro personaje era un prospero
mecánico industrial que a base de buenos trabajos se había ganado un espacio.
Ya vivía solo y de puro compadre tenia dos motos. Una era para el laboro, la otra pa` la pinta. De sangre
caliente no puedo ni quiso esquivar el debate político de la familia. Su
abuelo, orgulloso Radical, estaba fervorosamente en contra del golpe
revolucionario de los “milicos”. En cambio el había escuchado de un tal Perón,
que al parecer era amigo de los trabajadores y que fuera como fuera la historia
estaba dispuesto a jugársela por ellos. Poco a poco, pero con una rapidez para
nada rara en esa época, fue adhiriendo a la figura del general Perón más y más.
Llego a admirarlo.
Para las elecciones del 52`ya era todo un peronista.
Trabajo activamente desde todos los lugares que pudo para que el general
siguiera en el gobierno, lo logro y esa noche de festejos se tomo hasta el sol.
A priori parecía un argentino mas, ya no hablaba del Uruguay. A esta altura, a
causa puramente de la política, ya no se hablaba con su familia. No fue ni al
velorio de su abuelo, “un retrogrado”. A su abuela le mandaba una rosa blanca
en su cumpleaños y mas nada, eso era todo.
Lejos de sufrir algún desencanto con las políticas de
este nuevo periodo este personaje estaba más inmerso que nunca en la causa, por
eso no lo dudó ni un instante cuando se le encomendó una delicada misión. Ya
para el 54`la relación del gobierno con la iglesia católica era crítica. En el céntrico
barrio de Echesortu, en Rosario estaba la “Iglesia Bautista”, era muy famosa
por su dedicación al barrio según puede saber luego. El tema era un pastor, un
tal Bettin, si mal no recuerdo. Se jactaba de ser todo un entendido de la obra
del señor. Fervorosamente en contra del divorcio se había echo toda una figura
en el barrio. La idea del comité era darle un buen susto, “que se dejara de
cosas raras e ideas retrogradas, que la Argentina, tenia que ir pa` delante”.
La noche del 11 de diciembre de 1954, cree el que era
un miércoles, no lo corrobore, se dirigió a la iglesia, de su casa tenia como 45 minutos
a pie. Tenía un chaquetón negro, según el “a lo gangster”. En su interior un
revolver con 6 balas. Habia disparado
pocas veces, aunque era muy bueno en ello. Tenía también un palo y una navaja.
Esperó a que la iglesia quede vacía, era día de alcohólicos anónimos, a pesar
de sus precauciones, un ex beato lo reconoció. “Vos sos familia de los Martínez”.
El le estiró la mano y apuro el paso. “borracho de mierda” pensó. Cuando se
aseguro que el párroco estaba solo irrumpió por una puerta lateral que daba al
edificio administrativo del templo. Cruzo una pequeña salita, dos oficinas y se
dirigió al salón, donde la luz, aun prendida, albergaba al pastor. Este se
sorprendió mucho al verlo con una media en la cabeza, si bien estaba muy
asustado, pareció mantener un vestigio de calma y lucidez que le costaron la
vida. Cito pasajes de la biblia y juro defender por siempre los valores
primeros de la familia. Luego de un par de palazos, lo que precio “no asustarlo
mucho”, le siguió un culatazo, el revolver en la boca y la bala accidental. El
calibre 38 le partió el cráneo ocasionando una muerte instantánea.
Asustado por el error que acababa de cometer, acrecentado por el silencio implacable que se
rompía, se sacó la media y comenzó a correr. Salió por la misma puerta que
había entrado y corrió al sur. Corrió rápido. Al llegar a la Av. Pellegrini
freno un taxi y se fue a su casa. Temblaba mucho, casi no podía fumar. Poco
podía pensar en este estado, pero de alguna manera se sintió muy solo y por
primera vez en mucho tiempo se acordó del Uruguay. Para esa época tenia auto,
cargo algunas cosas básicas y se fue a Gualeguaychu. Al otro día estaba en
suelo oriental. Respiro aliviado, había vuelto a casa. Ayudado por las
circunstancias políticas que se sucederían, su caso quedo poco a poco olvidado.
El parte policial, no del todo objetivo, dijo que se trataba de un vulgar robo,
de un desalmado, un hereje. Un tal Fagundes pago su factura.
tito