lunes, 26 de noviembre de 2012

LOS PEDOS



Si hablamos de pedos, son muchas las acepciones que esta sutil palabra puede albergar, por lo menos en nuestro rico idioma español. Hoy particularmente me quiero referir al pedo como “gas que desprende el organismo por el ano”. Este “suceso” o “acto” acompaña al hombre desde el principio, inclusive antes de que este fuera lo que es hoy. Con el devenir de la historia, por procesos culturales, mas que nada, y talvez higiénicos los hombres comenzaron a reprimir este natural y democrático proceder. Tal fue la represión occidental al “suceso” que algunos hombres en su afán incontenible de expresarse, de liberar lo que la naturaleza llama, desarrollaron una habilidad digna de ser relatada.
Conforme paso el tiempo, las técnicas libertadoras se fueron mejorando, así como su represión. La sutileza llego a niveles impensados, alcanzando las más diversas clases sociales. Ricos, pobre, aristócratas, clero, todos, absolutamente todos, nadie estaba a salvo. Los pedos y su condena social crecía día a día y con ello, a la par, como una dimensión paralela el fino arte del disimulo flatulento.  
Pero si hablamos de grandes hombres, de habilidosos en la materia, tengo que referirme a un familiar, y con orgullo lo digo, mi abuelo. Don Héctor. Mucho se dijo sobre su excelente labor en el mundo profesional, pero los que lo conocíamos, de verdad, en la pura intimidad, sabíamos de sobra que su verdadera contribución a este mundo, fue en el complejo arte de los “pedos camuflados”.
El era un verdadero ingeniero de la materia, no solo sabia de movimientos, de cómo poner las piernas, de cuanto ceder en la apertura anal, como contraer, cuanto gas desprender, manejar tiempos (era un gran tiempista); lo de el llegaba al extremo. Recuerdo el día en el que yo tratando de disimular un gas fui sorprendido por sus ojos, me miro y con un leve gesto me aparto de la multitud. Contento, feliz y compinche como siempre, me miro y me dijo “joven niño, yo te voy a enseñar”.Me sentó en su falda y comenzó a exponer.
No olvidare jamás esa voz elocuente, esa seguridad en sus conjugaciones, en sus pausas, gestos miradas, era implacable. Recuerdo su primer consejo, uno de oro según supe luego “si somos dos el pedo se guarda, salvo excepciones indescriptibles, que tu sabrás valorar” y para rematar su afirmación dijo “pero un perro, talvez una grasera pueden ser actores”. Los consejos seguían, y no escatimaba en ellos “Lo fundamental es saber si uno va a requerir del arte del disimulo, ante la duda, la respuesta es siempre afirmativa”. “Un estudio rápido del lugar puede ser más del 70%, ventanas, caños, ventilaciones, animales, todo influye, todo”. “Pero la perfección, el restante 30% se divide en dos, 15% practica, 15% raza, sangre, madera”. “Si la podredumbre es culmine, la ansiedad es el peor enemigo, la receta es la paciencia, el control del fruncido. Lento, pausado, soltando muy de a poquito y por sobre todo, muy natural, a no olvidar que la actuación es a nivel de todo el cuerpo, un error en la expresión facial puede terminar revelando todo”.
Esa noche no pude dormir, medite mucho sobre lo sucedido, sobre aquellas enseñanzas tan importantes, me trate de acordar de todos los detalles, las palabras, los gestos. Repasaba una a una sus reglas, repetía sin cesar, tratando de no olvidar. No podía contener la ansiedad, quería ponerme a prueba, sacar a relucir mis nuevas técnicas, mostrarle al mundo que yo era fiel nieto de don Héctor, del gran embustero.
Mucho tiempo después, peleas, discusiones, victorias y fracasos de por medio, me hicieron comprender el sacrificio que este arte conlleva, el crudo y frío anonimato. El desconocimiento publico, la no gratificación, la simple y aterradora impasibilidad. Pero conforme fui creciendo, madurando, fue sentando en mí la sabiduría y pude comprender que esta fina prueba de fuego, de ego era lo que separaba y separaría por siempre a los buenos de los mejores, y yo señores, soy de los mejores. 

                                                                                      

4 comentarios:

  1. Hay gente que puede ver el aura. Y hay otra que puede ver los pedos. Los ven de colores, según su acidez. Son los que en el bondi te miran de una si soplás con las nalgas. Los hay pocos, pero de ellos ni con maestría zafás.

    Salute.

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    BLOGONOVELA #MIMAMÁNOMEQUIERE
    http://facundogaribside.blogspot.com.ar

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  2. Aplauso de nalgas! Exijo saber quién es el autor de esta flatulencia literaria!

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  3. Muy bueno.
    Elugo creo que lo que pedís no se va a poder cumplir ya que si no se mantiene el anonimato su carrera de desmorona, creo que asi lo quiso su autor... esperemos no verlo en persona pero si por nuestro querido toman de nuevo. abrazo

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  4. Che facundo anduve por tu blog novela. Muy buena...
    Arrancando el segundo capitulo. excelente ilustraciones

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