martes, 1 de julio de 2014

Recuerdos de un Púber

Cuando la gorda Marta tocó por primera vez mis bolas no entendí mucho, yo era apenas un púber, capas un niño. Sentado en el fondo del salón, sin prestar atención a la clase de Hector, el profesor de biología, la miré sorprendido, ella se rió con picardia, fingiendo que nada pasaba. Pero su mano seguía en mi entrepierna. A mi me gustó, no se bien que me gustaba pero no dije más y dejé que pasara. La gorda Marta tenia unos años más, era la repetidora del grupo. No era muy linda, pero se defendía, lastima que últimamente estaba más gorda y eso no la favorecía. Tenia unos pechos enormes y una cara redonda y simpaticona que podía convencerlo a uno de dejarse tocar las bolas en el medio de la clase. La cuestión fue que el acto se repetía, día tras día y algunas veces en clases de matemáticas, cuando la señorita Lopez, que tenia serios problemas de la vista, se sentaba a dictar ecuaciones. Ahí estábamos, yo quietito como nunca se me había visto y la gorda con su mano en mi entre pierna. Entonces llego el día, después de salir al tercer recreo, el de las 10 y 25, la gorda se me arrimo con un bollo* de los caros y me lo regaló. Yo no sabia que hacer, por suerte estaba solo y nadie nos vio. Le agradecí con un ademan, pero ella me pidió un beso, no muy convencido accedí. Pero eso no era todo, cuando el timbre sonó y nos indicaba la libertad, la gorda se me arrimó al banco y me dijo por lo bajo “quedate quieto un segundo, tengo que hablar con vos”. Yo, más asustado que otra cosa, me quede quietito mirando como mis compañeros salían despavoridos del aula atrás del profesor, que era el más hastiado de todos. “hoy estoy sola en casa, anda a las 3, no vallas tarde porque mi padre llega a las 5 y no nos da el tiempo”. No me dejo responder, lo suyo fue una orden.
Mientras pedaleaba por la Lavalleje hacia mi casa no podía dejar de escuchar sus palabras, tenia bastante miedo, ¿que quería la gorda Marta? ¿tocarme las bolas en su casa? Sospechaba de cosas impensadas, cosas que no eran propias de mi edad. Recuerdo como si fuera ayer, en mi casa había milanesas y solo puede comer una, Claudia, la chica que cocinaba, sabia ella, me miro desconfiada y dijo “¿andas mal de amores vos que no comes?”. A las 2 estaba que no podía más, los nervios echo un enjambre, la cabeza que no paraba de pensar y el cuerpo de temblar. Recuerdo que no tenia decidido que hacer, lo que más me salia era no ir, dejar todo por ahí y seguir con el juego en clases, pero fue justamente esa sensación la que me avispo. ¿si la tocada en clase era divertida porque no podía serlo en casa de la gorda?, ademas, si algo salia mal, decía alguna mentira y me iba lo más pronto posible. Tome coraje y me decidí, iba a ir.
A las 3 estaba en su casa. Toqué timbre una vez y bien suave. La gorda apareció por entre las cortinas y al verme me sonrió con tal energía que me asusté un poco más. Por un momento pensé que me quería secuestrar, o engordarme para comerme, quien sabe que cosas puede hacer una gorda malvada con hambre y deseos impuros propios de gente grande. Me hizo pasar y tan pronto como estuve dentro me dio un beso en la boca, mi primer beso, si con la gorda Marta y sin estar preparado. No le encontré mucha gracia, ella metía su lengua en mi boca y la movía frenéticamente, por puro instinto la separe de mí. Juzgando por su reacción, ella entendió mi pensar y sentir, me sonrió, pero lejos de terminarse, la cosa seguía. Me tomó de la mano y me llevó al cuarto, yo temblaba como una hoja en otoño que sabe el destino que le espera pero aún no esta preparada, nuevamente la gorda se percato y con la sutileza de una profesional me dijo “tranquilo che, ¿que te pensás que te voy a hacer? ¿algo feo?, vos confía en mi”. Respiré hondo. Volvió a tomar mi mano y se la puso entre los pecho, ohh, que recuerdos, que pechos que tenia la gorda Marta, enormes y cálidos, aunque un poco flácidos, pero eso lo supe después. “vos dejame a mi” insistió la gorda, y claro, si yo no sabia que hacia, si iba a pasar algo era por la gorda. Igualmente yo estaba más tranquilo, porque el calor de sus pechos me reconfortaba de una manera especial, era una sensación nueva y única, muy difícil de poner en palabras. Y la gorda fue por más, volvió a besarme con fuerza, me estrujaba contra ella mientras metía su lengua hasta los confines de mi ser, yo lo único que quería era seguir con mi mano en sus pechos, y luchaba por ello, algo que al parecer a la gorda le gustaba porque creo recordar que decía “bien, bien, así, así”. Lo ultimo que recuerdo es que la gorda me soltó los hombros y con sus manos fue a mi entrepierna, me saco el pantalón y comenzó a jugar con mi bolas, como en el aula. El resto es una gran nube, pero aún hoy, pasado el tiempo no puedo dejar de recordar ese día con una gran alegría, y debo confesar que volví a ir a lo de la gorda, muchos miércoles a las 3 de la tarde hasta que un día no abrió más y lloré, por ella y por sus pechos.


*Bizcocho; Factura.