Cuando la gorda Marta tocó por primera vez mis
bolas no entendí mucho, yo era apenas un púber, capas un niño.
Sentado en el fondo del salón, sin prestar atención a la clase de
Hector, el profesor de biología, la miré sorprendido, ella se rió
con picardia, fingiendo que nada pasaba. Pero su mano seguía en mi
entrepierna. A mi me gustó, no se bien que me gustaba pero no dije
más y dejé que pasara. La gorda Marta tenia unos años más, era la
repetidora del grupo. No era muy linda, pero se defendía, lastima
que últimamente estaba más gorda y eso no la favorecía. Tenia unos
pechos enormes y una cara redonda y simpaticona que podía
convencerlo a uno de dejarse tocar las bolas en el medio de la clase.
La cuestión fue que el acto se repetía, día tras día y algunas
veces en clases de matemáticas, cuando la señorita Lopez, que tenia
serios problemas de la vista, se sentaba a dictar ecuaciones. Ahí
estábamos, yo quietito como nunca se me había visto y la gorda con
su mano en mi entre pierna. Entonces llego el día, después de salir
al tercer recreo, el de las 10 y 25, la gorda se me arrimo con un
bollo* de los caros y me lo regaló. Yo no sabia que hacer, por suerte
estaba solo y nadie nos vio. Le agradecí con un ademan, pero ella me
pidió un beso, no muy convencido accedí. Pero eso no era todo,
cuando el timbre sonó y nos indicaba la libertad, la gorda se me
arrimó al banco y me dijo por lo bajo “quedate quieto un segundo,
tengo que hablar con vos”. Yo, más asustado que otra cosa, me
quede quietito mirando como mis compañeros salían despavoridos del
aula atrás del profesor, que era el más hastiado de todos. “hoy
estoy sola en casa, anda a las 3, no vallas tarde porque mi padre
llega a las 5 y no nos da el tiempo”. No me dejo responder, lo
suyo fue una orden.
Mientras pedaleaba por la Lavalleje hacia mi
casa no podía dejar de escuchar sus palabras, tenia bastante miedo,
¿que quería la gorda Marta? ¿tocarme las bolas en su casa?
Sospechaba de cosas impensadas, cosas que no eran propias de mi edad.
Recuerdo como si fuera ayer, en mi casa había milanesas y solo puede
comer una, Claudia, la chica que cocinaba, sabia ella, me miro
desconfiada y dijo “¿andas mal de amores vos que no comes?”. A
las 2 estaba que no podía más, los nervios echo un enjambre, la
cabeza que no paraba de pensar y el cuerpo de temblar. Recuerdo que
no tenia decidido que hacer, lo que más me salia era no ir, dejar
todo por ahí y seguir con el juego en clases, pero fue justamente
esa sensación la que me avispo. ¿si la tocada en clase era
divertida porque no podía serlo en casa de la gorda?, ademas, si
algo salia mal, decía alguna mentira y me iba lo más pronto
posible. Tome coraje y me decidí, iba a ir.
A las 3 estaba en su casa. Toqué timbre una
vez y bien suave. La gorda apareció por entre las cortinas y al
verme me sonrió con tal energía que me asusté un poco más. Por un
momento pensé que me quería secuestrar, o engordarme para comerme,
quien sabe que cosas puede hacer una gorda malvada con hambre y
deseos impuros propios de gente grande. Me hizo pasar y tan pronto
como estuve dentro me dio un beso en la boca, mi primer beso, si con
la gorda Marta y sin estar preparado. No le encontré mucha gracia,
ella metía su lengua en mi boca y la movía frenéticamente, por
puro instinto la separe de mí. Juzgando por su reacción, ella
entendió mi pensar y sentir, me sonrió, pero lejos de terminarse,
la cosa seguía. Me tomó de la mano y me llevó al cuarto, yo temblaba
como una hoja en otoño que sabe el destino que le espera pero aún
no esta preparada, nuevamente la gorda se percato y con la sutileza
de una profesional me dijo “tranquilo che, ¿que te pensás que te
voy a hacer? ¿algo feo?, vos confía en mi”. Respiré hondo. Volvió
a tomar mi mano y se la puso entre los pecho, ohh, que recuerdos, que
pechos que tenia la gorda Marta, enormes y cálidos, aunque un poco
flácidos, pero eso lo supe después. “vos dejame a mi” insistió
la gorda, y claro, si yo no sabia que hacia, si iba a pasar algo era
por la gorda. Igualmente yo estaba más tranquilo, porque el calor de
sus pechos me reconfortaba de una manera especial, era una sensación
nueva y única, muy difícil de poner en palabras. Y la gorda fue por
más, volvió a besarme con fuerza, me estrujaba contra ella mientras
metía su lengua hasta los confines de mi ser, yo lo único que
quería era seguir con mi mano en sus pechos, y luchaba por ello,
algo que al parecer a la gorda le gustaba porque creo recordar que
decía “bien, bien, así, así”. Lo ultimo que recuerdo es que la
gorda me soltó los hombros y con sus manos fue a mi entrepierna, me
saco el pantalón y comenzó a jugar con mi bolas, como en el aula.
El resto es una gran nube, pero aún hoy, pasado el tiempo no puedo
dejar de recordar ese día con una gran alegría, y debo confesar que
volví a ir a lo de la gorda, muchos miércoles a las 3 de la tarde
hasta que un día no abrió más y lloré, por ella y por sus pechos.
*Bizcocho; Factura.